La ciencia médica avanzó a pasos agigantados desde mediados del siglo pasado hasta la fecha, y esa velocidad en la adquisición de nuevos conocimientos parece muy lejos de desacelerar; antes bien, ha adquirido, y continúa sosteniendo, un ritmo vertiginoso, casi imposible de seguir, al menos en lo que hace a la actualización continua y permanente sobre aspectos generales, básicos, de nuestra profesión en lo que debemos reconocer como su tronco principal, la Clínica Médica, de donde desprenden luego las diversas ramas o especialidades.
Algunas novedades son francamente útiles tanto en lo que hace a nuevos métodos de enfoque diagnóstico y terapéutico de las patologías prevalentes, cuanto al establecimiento de nuevas relaciones entre datos ya conocidos, y ahora revalorizados, a la luz de flamantes saberes; otros descubrimientos, producto de investigaciones en el campo de la tecnología, sólo vienen a sumar más confusión, mayores gastos en salud y, muy especialmente, nuevas formas de alejarnos del paciente, mediatizando la tarea médica a través de innúmeras máquinas y procedimientos en busca de ese tan ansiado diagnóstico que muchas veces, para el médico que realmente sabe y quiere escuchar, se esconde a plena luz -como "La carta robada", el genial cuento de E. Allan Poe- en el diálogo con el paciente y en muy pocos, si apenas algunos, estudios complementarios.
A pesar de las respuestas mayoritarias volcadas en la encuesta que realizara Intramed sobre el valor del examen físico , con altísimo porcentaje de expresiones favorables a este método clínico, ya prácticamente no queda tiempo para realizarlo adecuadamente, a punto tal que casi no se lo enseña o se lo hace muy superficialmente en muchos claustros; y cuando ello ocurre, el estudiante puede encontrarse con la paradoja de que aquello en lo que se le ilustró no es practicado casi ni por parte de los mismos docentes. Diríase que, para las nuevas generaciones de profesionales de la salud, suele verse hoy el valor del examen físico y del interrogatorio, desde una perspectiva histórica, como una etapa superada del accionar médico.
Ya no queda tiempo para ir, como enseñaba el Profesor Dr. Bernardo Manzino, de la cama del paciente al libro y de éste nuevamente a la cabecera del enfermo; ya no hay tiempo para el “escuchatorio” que nos enseña el Dr. Francisco Maglio, con lo que puede sostenerse que la asistencia médica, la verdadera asistencia profesional (concepto derivado de ad-sistere: sentarse al lado de, detenerse junto a) se encuentra en una crisis terminal.
A este dramático cuadro súmese, por un lado, la presión de los mismos pacientes -sumergidos ellos mismos, quizás sin saberlo, o sabiéndolo sin poder evitarlo- para acceder a esas novedades tecnológicas tan promocionadas por los mass media y, por otro, la necesidad de la propia tecnología de auto-financiarse, solventándose y renovándose continuamente a sí misma, lo que lleva a un círculo nefasto de replicación de innecesarios estudios solicitados muchas veces por los mismos propietarios de la aparatología, con prescindencia de lo que efectivamente requiriera el médico de cabecera de la persona.
Parangonando la idea de Friedrich Nietzsche, puede sostenerse que la tecnología -igual que el poder, porque la tecnología es, en sí misma, poder- necesita retroalimentarse de continuo; la tecnología deviene entonces una forma de potencia, de absolutismo que sojuzga la voluntad de los profesionales.
Y en medio de este panorama, quedan la necesidad y la aspiración de intentar actualizarse, de capacitarse de manera continua -cometido al que indudablemente contribuye Intramed a través del Campus Virtual- ante un fárrago de adelantos tecnológicos, científicos, farmacológicos y, por qué no, bioéticos.
¿Resulta acaso posible, aunque se pretenda, leer todos los excelentes artículos, interesantes novedades y jugosas opiniones -se compartan posteriormente o no- que se plasman solamente en este portal y que tienen vinculación, allende la especialidad a la que pertenezcan, con la Clínica Médica?
¿Es viable soportar el bombardeo de la industria farmacéutica con innúmeras marcas que repiten la misma droga y que cada empresa pretende imponer, ejerciendo un espíritu crítico sobre la real eficacia de un producto y su superioridad sobre otro igual o apenas levemente distinto? Siempre debe recordarse, en este punto, que “es de gran importancia que el médico no está limitado a la información contenida en el prospecto de envase”.
Así las cosas, dado que la Clínica Médica es la base de la ciencia médica y, por ende, madre de todas las especialidades, ella está vinculada a todo el conocimiento de estas últimas pues todo el saber médico ha de volcarse sobre la persona enferma y no cabe pensar al individuo particionado; y teniendo en cuenta el fárrago de la vida moderna y la invasión tecno-científica que nos fustiga nos impide, casi definitivamente, volcarnos a una medicina integral, centrada en la persona y no en sus partes, ejerciendo una acción en salud meditada, individualizada según la persona, puede afirmarse que -salvo en ciertos bolsones de verdadero ejercicio de Clínica Médica- la misma está feneciendo y siendo reemplazada por sus partes, atomizada.
♦ Dr. Alejandro A. Bevaqua M.P.: 220167 Médico Especialista Jerarquizado en Medicina Legal. Médico de la Sección Sanidad - Servicio Penitenciario Bonaerense, Unidad Penal N° IV, Bahía Blanca, Buenos Aires. Actualmente, en comisión como médico en el Patronato de Liberados Bonaerense, Bahía Blanca, Buenos Aires. Colaborador docente en Curso para la Especialización en Derecho Penal - Depto. de Derecho, Universidad Nacional del Sur. Colaborador docente en Cursos para la Especialización en Medicina Legal. Disertante en Jornadas de la Universidad Nacional de Sur sobre Importancia de ADN en cuestiones médico legales. Perito de parte. abevaqua@intramed.net