Desde hace unas décadas se fue imponiendo progresivamente el paradigma de la salud mental como un campo interdisciplinario de teorías y prácticas que pretende una democrática horizontalidad epistemológica y no una autoritaria verticalidad hegemónica. Sin embargo, todavía persiste un represivo modelo oculto y encubierto de la salud mental, donde predominan los territorios vigilados que fragmentan la posibilidad de un campo integrado de diferentes disciplinas “antagónicas pero complementarias” según Morin.
Dichos territorios vigilados representan paradigmas en pugna por la hegemonía del saber / hacer que se caracterizan por su reduccionismo, su impenetrabilidad y su aislamiento, más allá de las profundas diferencias conceptuales en conflicto. Este modelo territorial vigilado involucra de distinta forma a todos los actores profesionales del campo de la salud mental, enfocándose en esta oportunidad en los psicólogos, trabajadores sociales y psiquiatras. Cabe destacar que en los paradigmas basados en los territorios vigilados resultan imposibles los intercambios con “el afuera” y las autocríticas desde “el adentro”, siendo igualmente dogmáticos con argumentaciones diversas pero con la misma finalidad omnipotente de custodia y de censura.
Si bien el primer territorio vigilado fue el paradigma de la psiquiatría clásica que fundó la primera disciplina científica dedicada a la salud mental y se dedicó a combatir al psicoanálisis y a la sociología; hoy se rescata su irreemplazable saber / hacer mediante el eterno aporte de sus principales autores y no constituye un modelo vigente en la lucha por el poder paradigmático actual. En cambio, hay otros tres territorios vigilados contemporáneos que se vienen entrecruzando o enfrentando desde mediados del siglo XX hasta la actualidad en orden cronológico, según su momento histórico de surgimiento y apogeo: el paradigma del psicoanálisis, el paradigma ideológico / político / económico / social y el paradigma de la neurobiología. Por supuesto que estos tres beligerantes territorios vigilados fragmentan en forma conflictiva el campo de la salud mental.
El paradigma del psicoanálisis en sus orígenes significó una revolución epistemológica en la psiquiatría, la psicología, la sociología y la filosofía. Luego se fue instalando en el poder central de la salud mental hasta tornarse reaccionario a cualquier cambio o crítica. El endiosamiento del inconciente interpretado provocó su paulatino retraimiento paranoide del resto de las disciplinas científicas dedicadas a las patologías mentales, agregándose el desprecio por el cerebro del paciente y la sociedad en la que vive. El trabajo psicoanalítico se consolidó en la interacción individualista entre el terapeuta y el consultante sin interferencias neurobiológicas ni socio-históricas, custodiando un hermetismo con pretensión de pureza subjetiva. Este territorio vigilado se encargaba también de adoctrinar a sus seguidores en formación para que rezaran los dogmas incuestionables hasta que la propia pulsión de muerte los autodestruya. Y así sucedió en la época del surgimiento de la psicofarmacología que inició el primer proceso de desmanicomialización de pacientes en todo el mundo, gracias a que muchas enfermedades mentales graves dejaron de requerir prolongadas internaciones y pudieron deambular por los consultorios externos; mientras muchos psicoanalistas criticaban de irrelevantes levantamientos sintomáticos a la eficacia terapéutica de los psicofármacos.
Hoy cierta versión fundamentalista del psicoanálisis basado en el estructuralismo sigue defenestrando los avances de las neurociencias como si las investigaciones del cerebro fueran falaces / cosificantes y la misma prescripción medicamentosa fuera una generosa creación de un paraíso bioquímico a disposición / demanda del usuario, gracias a un psiquiatra intermediario para la satisfacción neuronal ilusoria del paciente como nueva presentación del goce placentero por su inmediatez sintomática. Sin embargo otras tendencias psicoanalíticas contemporáneas ya empezaron a dialogar con las neurociencias en un pie de igualdad epistemológica que enriquece a ambas disciplinas científicas.
El paradigma ideológico / político / económico / social en sus orígenes significó otra revolución epistemológica en la asistencia institucional de los pacientes internados durante décadas en los manicomios de la cronificación masiva. Fue un verdadero estallido institucional a favor de los derechos humanos de los pacientes que permitió indispensables reformas de mayor o menor envergadura según los casos. Pero cayó en una suerte de voluntarismo ingenuo donde los diagnósticos clínicos y las patologías mentales eran solamente consideradas construcciones culturales atravesadas por la historia, la política, la economía y la sociedad que crea una locura peligrosa a la medida de una sospechosa normalidad. Así fueron defenestradas la psiquiatría como seudociencia opresora al servicio de la explotación capitalista y la psicopatología como seudodisciplina clasificadora de la arbitrariedad prejuiciosa en manos de los especialistas de la nada misma. El psicoanálisis se alió parcialmente a este paradigma, pero mantuvo algunas diferencias al verse cuestionado como disciplina burguesa y burocrática al servicio de determinada clase social y de algunas prácticas en manicomios respectivamente. Hoy este territorio vigilado impugna saberes científicos diversos en nombre de una concepción integral de la salud mental, donde se combinan diferentes problemas sociales a resolver como el derecho a la vivienda y al trabajo, sin contemplar la especificidad de las ciencias humanas para subordinarlas a las reivindicaciones más generales de la sociedad.
El paradigma de la neurobiología viene siendo la última revolución epistemológica en boga gracias a los estudios más profundos del funcionamiento cerebral y al desarrollo de una psicofarmacología más específica para cada enfermedad mental. Al principio nació en forma empírica con el primer antipsicótico descubierto, aunque el primer descubrimiento no oficial fue el uso del litio con pacientes bipolares, que permitió también la primera liberación realista de los pacientes crónicamente internados de los manicomios. Luego se avanzó con el desarrollo de los primeros antidepresivos que posibilitaron el tratamiento de los cuadros anímicos junto a la incorporación oficial del litio para el tratamiento de la bipolaridad que también ayudaron a engrosar la cantidad de pacientes externados de los neuropsiquiátricos. Y con el advenimiento de los ansiolíticos y los hipnóticos para las neurosis ambulatorias se mejoró la calidad de vida de muchos pacientes que también sufrían extra-muros.
Hace poco más de veinte años, entre la última década del siglo XX y el comienzo de este siglo, que la neuropsicofarmacología, gracias al desarrollo de las neurociencias con las nuevas tecnologías, viene ampliando la oferta científica comprobada para el abordaje de todas las patologías mentales sin excepción, con mayor o menor eficacia terapéutica. Pero este paradigma no pudo evitar la instauración de su propio territorio vigilado donde el intercambio con otras disciplinas se viene dando desde una subordinación al endiosamiento neurobiológico de la enfermedad mental, descontextualizando al paciente de su historia personal y de su ambiente socio-económico-cultural e impugnando a los paradigmas anteriores con cierto desprecio epistemológico basado en una supuesta evidencia cientificista. Parece que sólo acepta en su territorio vigilado a la psicología cognitiva-conductual por cierta coincidencia epistemológica básica entre ambas disciplinas.
"Aquí se propone terminar con esta inútil fragmentación hostil del campo de la salud mental"
En el año 2010 se sancionó en Argentina la nueva Ley Nacional de Salud Mental 26657 que en su capítulo I, artículo 3°, define “a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona”; resultando una excelente formulación de un amplio paradigma transdisciplinario donde se conjugan todos los factores posibles y existentes que condicionan el proceso de salud / enfermedad mental. Si bien la letra de este fragmento de la ley es de contenido declarativo, logra condensar el objetivo de una larga lucha interdisciplinaria para acercar / integrar / articular los paradigmas dogmáticos y reduccionistas en pugna que viven protegidos a la defensiva en sus territorios vigilados. Así se propone terminar con esta inútil fragmentación hostil del campo de la salud mental que estuvo perpetuando la existencia de un insalubre campo de batalla epistemológica, donde las únicas víctimas reales son los pacientes descuartizados en su dinámica unidad neurobiológica / psicosocial / histórica.
La construcción de un auténtico paradigma transdisciplinario, basado en una reflexión crítica / dialéctica, que se apuntale en la complejidad epistemológica de la realidad humana y sea una instancia superadora de la tentación simplificadora del saber / hacer hegemónico que toma sólo “una parte por el todo”, constituye el ineludible sendero epistemológico para derribar las anchas murallas delirantes de piedra autosuficiente y las altas torres mesiánicas de control paranoide que marcan las violentas fronteras paradigmáticas de los territorios científicos vigilados.
Por supuesto que más allá de la nueva ley argentina en vigencia, este polémico camino propuesto sigue siendo dificilísimo porque atenta principalmente contra el narcisismo patológico de una mentalidad absolutista contaminada por la disciplinaria lógica binaria “Nosotros o Ellos”, que continúa resistiéndose al genuino encuentro interdisciplinario para el abordaje de la salud / enfermedad mental con una actitud humanista de sincera humildad transdisciplinaria.
Bibliografía consultada:
Ley Nacional de Salud Mental 26657, Boletín Oficial, 2010, República Argentina.
*Dr. Gerado Spatola: Médico psiquiatra y psicoterapeuta de orientación psicoanalítica.
Docente en las residencias de Salud Mental del Htal. Tornú y del Htal. Belgrano.
Vicepresidente del capítulo Clínica y Terapéutica Psiquiátricas y Salud Mental de la AASM.
Ex-docente de las cátedras de Psicopatología de la Ftad. de Psicología de la UBA y de la USAL.
Autor de varios artículos sobre psicopatología y epistemología publicados en la Revista Conexiones de la AASM.