Escepticemia por Gonzalo Casino

Los tejemanejes del azúcar

Sobre la nociva influencia de la industria alimentaria en los estudios de nutrición

Autor/a: Gonzalo Casino

En julio de 2011, un estudio publicado en Food & Nutrition Research mostraba la cara más saludable de los dulces al concluir que los niños que comen golosinas tienden a pesar menos que los que no las comen. La investigación dio pie a mensajes y titulares tan llamativos como el del Daily Mail británico: “Los dulces son buenos para los niños y pueden evitar que engorden en el futuro”. Las limitaciones del estudio eran tan importantes, que malamente se podían sostener sus conclusiones. Pero lo más grave es que nunca se supo que fue financiado por la industria alimentaria, hasta que hace unos meses lo reveló la agencia Associated Press: Cómo los fabricantes de dulces remodelan la ciencia de la nutrición.

El caso no es aislado, ni mucho menos. En 2015, el New York Times informó que Coca-Cola había patrocinado a investigadores para que minimizaran los efectos de las bebidas azucaradas en la obesidad. Y la semana pasada, sin ir más lejos, Página 12 informaba de una donación de la propia Coca-Cola a la fundación de un conocido nutricionista argentino, ahora responsable del área de Alimentación Saludable del Ministerio de Salud. Los tentáculos de los gigantes de la alimentación aprietan y manipulan con diversos procedimientos, aunque uno de los más habituales y eficaces es financiar la investigación, que luego impregna la literatura científica y además genera titulares en los medios. Se sospecha que estas prácticas vienen de antiguo y que han corrompido la nutrición y las recomendaciones dietéticas, pero no es fácil encontrar pruebas. ¿En qué momento se empezó a pervertir la investigación sobre alimentación y salud?

Un trabajo que se publica hoy en JAMA Internal Medicine muestra los tejemanejes de la industria del azúcar desde hace más de medio siglo para minimizar la influencia de la sacarosa en la enfermedad coronaria. Este “narrative case study”, semejante en algunos aspectos a una investigación periodística, revela cómo un grupo de presión se las ingenió para que el malo de la película de la primera causa de muerte en el mundo fuera el colesterol y no el azúcar, cuando en la década de 1960 ambos eran sospechosos por igual. Por un lado, las investigaciones de John Yudkin involucraban al azúcar, y, por otro, las de Ancel Keys apuntaban a la grasa y el colesterol en particular. Pero fue la industria del azúcar, financiando investigadores y manipulando una trascendental revisión publicada en The New England Journal of Medicine en 1967, la que logró salvaguardar sus intereses y desviar la atención hacia el problema menor de la caries dental. Toda esta literatura científica ha condicionado las recomendaciones dietéticas posteriores y la evaluación positiva sobre la seguridad del azúcar de la Food and Drug Administration de 1976.

¿Qué rumbo hubiera seguido la investigación mundial en este área y cuáles hubieran sido las recomendaciones dietéticas sin la perniciosa influencia de la industria del azúcar que se inició en 1965? La ortodoxia médica es como un transatlántico cuyo rumbo es difícil de modificar, de modo que solo en los últimos años se ha empezado a revisar la influencia del colesterol y el azúcar en la salud. El estudio de JAMA Internal Medicine implica a Frederick Stare (1911-2002), fundador y jefe del Departamento de Nutrición de Harvard, y apasionado defensor de la dieta americana, la Coca-Cola y el consumo de azúcar sin restricciones. Con autoridades sanitarias como esta y con tantos indicios sobre cómo la industria alimentaria influye en lo que pensamos que debemos comer para estar sanos, no es de extrañar que proliferen las dietas estrafalarias, los gurús pseudocientíficos y la desconfianza en la ciencia de la nutrición. A ver ahora cómo arreglamos este desaguisado.


Columna patrocinada por IntraMed y la Fundación Dr. Antonio Esteve (España)