Buscar una fotografía en un banco de imágenes es a menudo una excursión desalentadora que empieza o acaba en los confines de la vida real. Si se buscan imágenes con personas, es fácil encontrar situaciones y tipos humanos que no muestran lo que quieren representar. Abundan los profesionales risueños, posando para la foto en escenarios más o menos irreales, con sus herramientas de trabajo descontextualizadas, y todo ello en un orden artificioso al servicio de la composición y otros valores estéticos. La calidad de la imagen no suele ir de la mano de la autenticidad. Y esto puede jugar una mala pasada cuando se buscan imágenes para blogs, redes sociales u otros medios sobre temas de salud, un campo informativo muy diverso, rico en matices, complejo y especialmente delicado.
Pero la dificultad de encontrar imágenes auténticas (las fotos de una consulta con médico y paciente sonrientes difícilmente son creíbles) es solo el primero de una serie de escollos. La amplia variedad de problemas e intervenciones de salud y la especificidad del arsenal de tratamientos representan una dificultad añadida. Si, por ejemplo, se habla de un tratamiento farmacológico concreto, no vale con ilustrarlo ni con un tipo de pastilla diferente ni con un medicamento comercial: la imagen debe ser precisa sin ser publicitaria. Muchas de las intervenciones de salud son tan singulares y específicas que no es fácil encontrar fotos adecuadas, y en estos casos más vale elegir una ilustración o una imagen alegórica.
Con todo, el gran problema de la selección de fotografías de salud tiene que ver con los valores, los significados y las emociones que suscitan las propias imágenes. Valga un ejemplo: al ilustrar el tabaquismo, la simple representación de un cigarrillo puede actuar como desencadenante del deseo de fumar entre quienes han abandonado el tabaco o están pensando hacerlo. Por ello, los expertos desaconsejan incluir imágenes no solo de gente fumando sino también una simple colilla apagada o un cigarrillo dibujado en un cartel que prohíbe fumar.
Ciertamente, el uso de imágenes asociadas al tabaco ha experimentado un cambio espectacular. En un tiempo ya lejano, el tabaco se anunciaba como si fuera una medicina, con médicos sosteniendo en sus manos una cajetilla de cigarrillos, mientras que hoy se desaconseja hasta la más mínima representación evocadora. Pero es que ahora, además de contundentes evidencias sobre los efectos del tabaco en la salud, empiezan a conocerse los efectos comunicativos de las imágenes.
El tabaco, de todas formas, no es un caso aislado en cuanto a exigencia y desacierto en el uso de imágenes. Ilustrar el amplio espectro de la enfermedad mental sin recurrir a los estereotipos de la locura y el sufrimiento interior, y sin transmitir una imagen negativa, suele plantear problemas con la selección de imágenes. También los plantean la obesidad y las enfermedades ligadas a la vejez, dos temas en los que abundan las fotos que pueden suscitar rechazo o emociones negativas. En general, ilustrar la enfermedad humana y sus tratamientos de forma rigurosa y respetuosa es un reto que a menudo no se resuelve de forma adecuada.
Desde la perspectiva del usuario, el desacoplamiento entre la imagen y la palabra entraña un problema de comunicación. Cuando una fotografía dice algo distinto al texto, por más que la información textual sea rigurosa, la imagen puede desvirtuar el mensaje y acabar desinformando. En el caso de la información de salud, la responsabilidad de elegir con tino la imagen adecuada es quizá mayor que en otros campos. Si la selección no se hace con precaución, sosiego y conocimiento de causa, las imágenes pueden funcionar como indeseable contrainformación.
El autor: Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.