Ciclo de entrevistas “Invisibles”

Dr. Jorge Fusaro: “Desearía que las comunidades alejadas tuvieran el mismo acceso a la salud que cualquier argentino”

Siempre supo que quería atender en áreas rurales. Hoy realiza travesías a zonas de difícil acceso en Jujuy y comparte sus historias en redes sociales.

Autor/a: Celina Abud

Invisibles: No siempre el valor y la fama coinciden; ni los médicos más dedicados son los más visibles. Valoran el agradecimiento de quienes los necesitan más que algunos minutos en televisión. Forman parte de sus comunidades y están comprometidos con ellas. No tienen nada para vender; más bien comparten lo que tienen, lo que saben. Atienden en localidades remotas a familias humildes, no quieren dejar huérfana a ninguna enfermedad. Curan cuando se puede y cuidan siempre. Son aquellos que con los pies en el barro le dan sentido a una profesión milenaria. IntraMed quiere homenajearlos con este ciclo de entrevistas que se propone darles visibilidad a los “Invisibles”.

 

“Quizá me decidí a ser médico por falta de creatividad”, dice el doctor Jorge Fusaro entre risas. Es que su padre fue pediatra nefrólogo, por lo que supone que eso generó en él un deseo inconsciente. Nacido en Jujuy, tras estudiar volvió a su provincia para ejercer “con una impronta social”, ya que considera que “la Medicina es una mezcla entre ciencia social y ciencia exacta, lo que la hace una excelente herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas”. Hoy atiende localidades rurales próximas a San Salvador de Jujuy, pero también áreas de difícil acceso próximas al cerro Chañi, un nevado de altura, con cerca de 5.900 metros sobre el nivel del mar. “Allí hay gente que vive muy aislada, no hay carreteras, no hay electricidad, el agua es de deshielo. Y a veces tengo la grandísima suerte de poder ir a su encuentro, a visitarlos y de paso, aprovechamos para atender algunas cuestiones de salud”, relató Fusaro. Aquí su historia.

¿Cómo fue su trayectoria hasta llegar a atender en zonas rurales y parajes de montaña de difícil acceso?

Nací en Jujuy, estudié en la Universidad de Buenos Aires y apenas terminé la carrera, volví a mi provincia. Hice la residencia de Medicina General en el Hospital de San Roque, después, la jefatura de residencia y cuando terminé empecé a trabajar en el sector de atención primaria para la salud en zonas rurales. Durante nuestra formación hicimos giras médicas y de a poco conocimos el interior de la provincia, pueblitos pequeños de muy pocas familias. Eso, sin duda, me sensibilizó y también generó el interés. Pero para llegar a trabajar donde estoy fue difícil porque el Ministerio de Salud (provincial) tenía otros planes. Como a mí me interesaba mucho esa zona, hice todo lo posible para poder llegar ahí. Por fortuna, hace tres años trabajo específicamente en áreas rurales, algo que disfruto muchísimo.

¿Cómo cambia salir a buscar al paciente en las comunidades alejadas?

En la provincia de Jujuy tenemos un sistema de salud de atención primaria que surge en la década de 1960 con el doctor Carlos Alvarado, el cual se plantea que todas las personas del territorio jujeño tenían que ser visitadas por lo menos una vez por ronda, ya sea por el médico o por el “agente sanitario”, figura que también crea Alvarado. A través de los años, los agentes sanitarios evolucionaron y también el sistema de salud se adaptó a las necesidades. Cuando elegimos ir a la casa de los pacientes, no esperamos que el paciente venga enfermo, sino que tratamos de hacer un abordaje de la salud más integral, en el cual con pequeñas charlas y consejos, podemos prevenir ciertas enfermedades, sobre todas las no transmisibles, a diferencia de esperar que una persona llegue al consultorio con síntomas de diabetes. Cuando pasa eso, a mi entender, llegamos tarde, por más que se controle a los pacientes y haya mucho por hacer. Pero lo ideal es poder evitar esa instancia.

Imagino que por atender a comunidades pequeñas a los conoce. ¿Qué anécdota recuerda?

Nos tratan muy bien. Por lo general, avisamos por radio que vamos para allá. Hay una sola FM que se escucha y es la única manera de comunicación. Pero muchas veces las personas están con sus animales en su huerta o simplemente no tienen la radio prendida porque no tienen electricidad, y la encienden poco para que no se les gasten las pilas. Y nos esperan, pero aún cuando caemos sin que ellos lo sepan, nos reciben muy bien, nos abren las puertas de su casa. Hay veces que tenemos que almorzar tres veces en una tarde, porque visitamos a una señora a las 11 y nos espera con un guiso, visitamos a una a las 12:30 y nos espera con un asadito y visitamos a una a las 15 y nos espera con el locro. Incluso nos quedamos a dormir cuando nos agarra la noche. Siempre nos atienden y nos hacen sentir casi parte de la comunidad. Pero eso  no es algo especial que tengan con nosotros, sino que suelen ser muy hospitalarios con otras personas. Quizás tienen mayor bondad que quienes estamos más acostumbrados a vivir en la vorágine de la ciudad. Yo creo que el entorno, los cerros que los rodean, el aire que respiran, la tierra que pisan y que esa misma tierra después sea utilizada para hacer los ladrillos de su casa, genera en ellos una armonía con el entorno que te la transmiten con una simpleza que sorprende.

¿Cuáles son los principales problemas de salud de las poblaciones que atienden?

Las personas que viven muy alejadas de la ciudad poseen un factor protector: tienen menos estrés. Sabemos que el  estrés es un determinante de negativo de la salud que afecta a funciones y órganos, y si bien no genera directamente las enfermedades, las puede agravar y generar somatizaciones. Yo siento que al tener ese factor protector, presentan menos enfermedades crónicas no transmisibles, aunque, por supuesto, no están exentos. Hay personas con hipertensión, con diabetes. Pero con pequeños consejos alimentarios, con recetas, con semillas para que tengan huerta, podemos modificar un poco más su calidad y esperanza de vida. Algunas veces nos cuesta convencerlos de que el enalapril les puede hacer bien y vivir más años; muchas veces ellos no quieren tomar medicación, ya que lo consideran algo extraño a su cultura, lo que es muy válido. Entonces, siempre tratando de valorar el conocimiento que tienen, tratamos de explicarles sobre la medicina basada en la evidencia, que muestra que algo tan simple como tomar una pastillita por día pueda hacer que vivas 10 años más, o que no tengas una complicación que te puede llevar a renguear, por ejemplo.

En cuanto a su estado general, ellos no viven ciertos aspectos de la modernidad que nos lleva a estar en un constante estado de neurosis, con expectativas de lo que va a pasar y nostalgias de lo que ya pasó. Yo noto que estas personas viven más en el momento presente y eso las mantiene en armonía. No son inmunes y no es mi intención romantizarlos, pero sí percibí que ellos, aún con muy pocas comodidades básicas, viven mejor que nosotros. No quiere decir que todos debemos adoptar ese estilo, solo son circunstancias que se dieron y, en mi opinión, ellos se levantan con menos problemas en la cabeza que nosotros.

¿Cuándo decidió compartir sus experiencias en las redes sociales?

Yo utilizaba las redes sociales antes de ser médico, cuando era estudiante y me di cuenta que cuando publicaba historias de nuestras salidas, a la gente le gustaba. Así que empecé a subir posteos, sobre todo cuando nos vamos varios días. Porque además de atender, cuento historias, por un lado las de la gente que vive ahí y por otro, las locuras que imagino mientras estoy ocho horas arriba de un caballo o una mula, escuchando solo su traqueteo, con la energía de sentir un río que está todo el tiempo rugiendo y el cerro que parece que late. Eso hace que se te ocurren cosas bonitas.

¿Qué dificultades o desafíos les representa atender en estas comunidades alejadas?

Para los lugares más alejados, tenemos tres días montados en mula. Pero no yendo por campo, sino por un río de montaña que desde noviembre o diciembre hasta marzo es muy caudaloso y es dificilísimo de cruzar (de hecho, hay un montón de accidentes) Además hay que trepar el cerro, por pequeñísimos acantilados, precipicios. La verdad que llegar es muy complicado. A otros lugares vamos en camionetas 4x4, pero también son varias horas (entre 6 y 8) por un camino bastante arriesgado. En cuanto a desafíos, en el futuro a mí me gustaría que estas comunidades que viven alejadas tengan el mismo acceso a la salud, el mismo derecho a la salud que cualquier argentino y que puedan tener una atención acorde a sus necesidades, que sean tenidos en cuenta y que sean consultados por cómo ellos quieren ser tratados

¿Cómo fue transitar la pandemia en esos parajes?

Fue bastante duro. Además de hacer estas giras, yo trabajaba en la terapia intensiva del Hospital de San Roque, que se hizo cargo de todos los casos de COVID-19 de la provincia y de 6 a 8 horas diarias veía a pacientes dormidos, en coma, conectados a un respirador. Entonces, salir a estos lugares me hacía muy bien, aunque fuera ir y volver. Claro que cada vez que iba, me tocaba hisopar a las personas que vivían ahí. En una de las localidades llamada Molina, cerca del Chañi, llevamos las vacunas por primera vez juntando hielo de deshielo para ir cargar la conservadora y no perder la cadena de frío. Pero también tuvimos charlas interesantes sobre vacunas, ya que había algunas personas que tenían dudas. Ellos tienen un solo medio de comunicación, que no es el más confiable en esos temas y que daban informaciones que no eran apropiadas. Entonces algunas personas tenían miedo y yo de mi parte les expliqué cuáles eran los beneficios y cuáles los riesgos. Lo que me sorprendió fue que ellos decidieron de esta manera: “Nos vamos a vacunar todos para cuidarnos entre todos”. Fue algo comunitario, entendieron clarísimo eso de decir “no me sirve decir ‘yo elijo cuidarme y vos elegís no hacerlo’, porque vos, al no cuidarte, me estás perjudicando a mí”. La tuvieron mucho más clara que ciertas personas en Buenos Aires que colgaban carteles en los edificios que decían “El del 8°C es médico, HDP, andate de acá”.

¿Qué reflexión haría sobre la medicina en la actualidad?

Se estaría convirtiendo en un negocio, ¿no? Bueno, es esperable, es la lógica de la modernidad, ya que vivimos en un mundo que sienta sus bases pensando en cómo las empresas pueden ganar más dinero y no en cómo la gente pueda vivir mejor, cómo puede haber menos pobreza o menos niños que pasen hambre. Lamentablemente, la medicina no le excede a esa lógica, pero la ventaja que tiene es está hecha por personas. Entonces estoy convencido de que también hay muchísimas personas que hacen un esfuerzo, no sólo para para ganar su dinero, que es completamente válido, sino también para tratar de solucionar un problema a alguien que acude a nosotros con algún malestar. Son pocas las personas sanas que vienen a los puestos de salud a charlar, a revisarse, a hacerse chequeos, ojalá vinieran más. Pero la realidad es que siguen llegando individuos enfermos. Entonces, no ser amables y no brindar lo mejor de nosotros para que esa persona pueda entender lo que pasa en su cuerpo  es, a mi entender, poco ético.  

¿Qué recompensas profesionales y personales le da a entender atender en lugares como los que atiende?

Esto que decía, del ambiente en el que viven (que protege un poco su salud mental y  cardiovascular) también genera algo emocional en mí. Cada vez que viajo me siento un poco más en armonía, se agudizan mis sentidos. Al séptimo día de estar en estos lugares ya reconozco las huellas de los animales, me doy cuenta de si va a llover o si no. Esas cosas me hacen bien. Y después está el cariño de la gente, ir allá y que te esperen con el mejor cuero de oveja para dormir te hace sentir fantástico. Satisfacción económica cero, porque pierdo plata cada vez que voy, hay que comprar bolsa de dormir, campera, botas y nosotros no percibimos un extra por cada vez que vamos. Sí percibimos un pequeño viático que nos alcanza para sándwiches de fiambre el primer día y después ya nada más. Pero a nivel personal es todo ganancia.


*Dr. Jorge Fusaro – Médico del Ministerio de Salud de la provincia de Jujuy. Trabaja en atención primaria en zonas rurales próximas a San Salvador de Jujuy, pero también en áreas de difícil acceso, próximas al cerro Chañi. Comparte sus recorridos en la cuenta de twitter @alpargatadeYuto 

IntraMed lo invita a ser parte
del ciclo INVISIBLES
Si usted es o conoce a algún profesional de la salud que atienda en zonas remotas o se especialice en enfermedades desatendidas, puede escribirnos a crabud@intramed.net