El día después de mañana

De los pacientes al laboratorio: los médicos también investigan

La Dra. Berenice Silva y la Dra. María Manuela Barranco nos cuentan su camino recorrido en el mundo de la Investigación. ¿Hay vida fuera de los hospitales?

Autor/a: Esteban Crosio

Fuente: IntraMed

Es difícil confirmar las estadísticas tanto como ocultar la realidad: la crisis médica en nuestro país crece día a día. En las residencias cada vez hay más vacantes (antes no alcanzaba el cupo). La Argentina es uno de los lugares con mayor número de médicos por habitante. Últimamente no pocos profesionales abandonaron su labor así como una gran cantidad elige emigrar a países limítrofes o al continente europeo.

Fuera del star system de congresos en hoteles 5 estrellas o de la trinchera de guardias interminables, también están aquellos médicos que eligen el camino de la ciencia. “Cuando vi por los pasillos de la Facultad una compañera llevando un animal de investigación hacia al laboratorio de histopatología, sentí que tenía que averiguar qué había detrás de esa puerta”, cuenta nostálgica la Dra. María Manuela Barranco. Tal vez ese momento marcó un antes y un después que confirma la convicción que hoy siente por su trayectoria académica.

 Los comienzos. Inicié los estudios de Medicina por la vocación de ayudar a los demás. En el segundo año de la carrera, profundizar en la materia Fisiología me pareció sumamente motivador, el tratar de entender cómo funciona nuestro cuerpo. Ya en el tercer año descubrí ACREM (Asociación Científica Rosarina de Estudiantes de Medicina), un grupo de alumnos que tiene como objetivo conectar a los estudiantes con los distintos espacios de investigación en la Facultad. 

Mis primeros pasos fueron en la Cátedra de Histología para luego vincularme, hasta el día de hoy, con el Instituto de Fisiología Experimental (IFISE), dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

La hora de la verdad. La obsesión de muchos fue en realidad para mí un problema a resolver. Había logrado el título de médica pero me debatía entre formarme en alguna especialidad y ejercer asistencialmente o tomar el rumbo de la investigación full time. Recuerdo que un sábado caluroso de noviembre estaba en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez realizando el practicanato cuando recibí el llamado de la Dra. Fabiana García, mi futura directora de tesis. Aspirar a integrar el CONICET ya no era una utopía sino un sueño que meses después de aquella conversación se concretó.

La tesis. “Regulación de la expresión de transportadores ABC intestinales y de su función de barrera bioquímica en un modelo de obesidad. Implicancias tóxico-farmacológicas”. Ese es el título de mi tesis y, durante mucho tiempo, el motivo de largas noches de insomnio. Uno tiene la idea de lo complejo que es concretar y finalizar la tesis doctoral hasta que lo confirma con el arduo desarrollo de la misma.

Lo que nosotros estudiamos es la membrana bioquímica intestinal. Cómo la barrera bioquímica intestinal, que está implicada en la detoxificación, se altera por la obesidad. Fue vital la colaboración del Instituto de Genética Experimental de Rosario ya que en parte del desarrollo utilizamos quimioterapia metronómica con ciclofosfamida.

El futuro ya llegó. Mi nuevo gran objetivo es la beca de postdoctorado. Comienza un nuevo desafío de algunos años en los que me gustaría profundizar en la técnica de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y el diagnóstico de ADN tumoral en muestras líquidas. También espero poder seguir conectada con la docencia que es mi cable a tierra, aún en el mismo ámbito de la Facultad.

¿Por qué investigar? Me dedico a la ciencia porque es una actividad apasionante, sin límites. Mi deseo es que en nuestro país se siga invirtiendo y valorando este espacio tan importante en donde el trabajo interdisciplinario es clave. Uno va conociendo personas muy valorables que enriquecen el día a día más allá de las presiones por cumplir todas las metas que se van presentando.

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Es inevitable no tener presente en estos casos la vida de Luis Federico Leloir, médico argentino que recibió el Premio Nobel de Química en 1970 por descubrir cómo se almacena la energía en las plantas y cómo los alimentos se transforman en azúcares que sirven de combustible a la vida humana. Un orgullo de nuestro país hacia el mundo.

El Dr. Leloir sufría el hecho de que los tratamientos que prescribían a los pacientes tenían muy poco sustento experimental o basamento científico, lo cual de alguna manera justificó su salto gozoso a la ciencia para poner un granito de arena en la construcción de una medicina más basada en la evidencia. Precisamente en la Fundación que lleva su nombre, hoy en día se desempeña la Dra. Berenice Silva, quien también nos brindó su testimonio.

Los primeros grandes pasos. Luego de recibirme de médica, comencé la especialización en Neurología. En el último año de la residencia, me perfeccioné en enfermedades desmielinizantes en 2 instituciones de España: el Centro de Esclerosis Múltiple de Catalunya (Cemcat) y en el Hospital Carlos Haya de la ciudad de Málaga. La parte asistencial es igual a Argentina, pero estos centros tienen asociado un laboratorio de ciencia básica, lo que no suele suceder en nuestro país. 

Pude ver cómo trabajaban creando modelos en animales de estas patologías. Me gustó, me apasionó. Volví con el deseo de combinar la parte clínica con la investigación. Finalmente me encuentro con Carina Ferrari en el Instituto Leloir para unirme a ella y su equipo de trabajo.

Volviendo a comenzar. El inicio fue duro. Tuve que aprender muchas cosas que en la Facultad nadie nos enseña. Mi objetivo era hacer una tesis doctoral y fue difícil conseguir una beca. Los médicos solemos hacer investigación clínica solo por placer. Me presenté a una beca doctoral en el CONICET, la gané pero no la pude adjudicar porque requería exclusividad, abandonar la práctica asistencial. A mi entender el consultorio y la ciencia se complementan, quería abordar las enfermedades desmielinizantes desde ambos lugares.

Surgió entonces una beca doctoral de la Fundación René Barón, institución que permite becar a médicos que quieran hacer un doctorado pero también seguir con la actividad asistencial. Al terminar el doctorado hice un post doctorado en el mismo lugar. Actualmente me encuentro trabajando en 2 centros: El Hospital Ramos Mejía (CABA) y coordinando el Centro de esclerosis múltiple y enfermedades desmielinizantes del Hospital Italiano de Buenos Aires.

Durante mi tesis, creamos un modelo de afección cortical inyectando un adenovector en la corteza cerebral de las ratas y generamos una lesión focal crónica. Se llegaba a observar desmielinización pero predominaba la neurodegeneración y activación de la microglía. Vimos que las lesiones generaban un deterioro de la memoria a corto plazo y síntomas conductuales (ansiedad). Ahora me encuentro realizando un segundo posdoctorado. Queremos saber qué se está sobre expresando en la esclerosis múltiple. Hacemos citometría de flujo de bazo, evaluamos la inflamación periférica y además estudiamos biomarcadores en líquido cefalorraquídeo. Es un análisis más profundo de blancos terapéuticos novedosos.

¿Dónde estamos parados? Hoy todas las formas de esclerosis múltiple tienen tratamiento. El avance científico se debió, entre otras cosas, a modelos animales que pueden reflejar la fisiopatología de la enfermedad y permiten buscar objetivos terapéuticos específicos y eficaces. También los progresos en la anatomía patológica de la enfermedad (estudios en tejidos cerebrales) influyeron positivamente.

Puentes entre la atención y el conocimiento.  Para mí es fundamental la visión clínica cuando uno hace ciencia. Si uno tiene esa visión y sabe hacia dónde va la patología, conoce cuáles son las preguntas clínicamente relevantes y qué puede contestar la ciencia. Debería existir alguna herramienta que nos permita realizar las 2 cosas. Creo mucho en lo que es la medicina traslacional, y de hecho, en la esclerosis múltiple los distintos avances y descubrimientos permitieron que  hoy los pacientes tengas muchos tratamientos y lleven una vida prácticamente normal. Hace unos quince o veinte años la enfermedad llevaba a una discapacidad severa y hoy con la gran disponibilidad de opciones terapéuticas las personas tienen buena calidad de vida. Los grandes contribuyentes fueron lugares como los que roté, en los que se logra esta confluencia entre lo asistencial y la ciencia básica.

Reflexiones. Las nuevas generaciones de médicos se dedican más a la investigación o la piensan como otra oportunidad. Lo veo por ejemplo en los residentes de neurología, tienen mayor interés pero luego se encuentran con estas barreras de no contar con tiempo protegido, remunerado. Ahí está el principal inconveniente.

Otra cuestión es que también los pacientes han cambiado. Se han empoderado con el paso del tiempo. Muchos me preguntan sobre la fisiopatología de la enfermedad. Los pacientes están más habidos de saber por qué ocurren las enfermedades, cuáles son los mecanismos implicados.

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María Manuela nos despide con un abrazo al finalizar la entrevista en su lugar de trabajo. Berenice nos agradece a distancia la posibilidad de contar su desarrollo diario. Sus historias son una de las tantas que forman parte del archivo de los estudiantes de medicina que se gradúan y apuestan, total o parcialmente, por una vida laboral con menos pacientes y más laboratorios. Definitivamente, hay vida fuera de los hospitales.