El bazo ha sido por mucho tiempo un órgano misterioso, con características anatómicas y fisiológicas únicas.
En los tiempos bíblicos, se creía que el bazo "cuidaba el alma" , por su papel en la producción de la risa. A pesar de ello, por siglos fue considerado como un órgano prescindible. Hacia finales del siglo XVIII, tanto los estudios en animales como en humanos no demostraban efectos indeseables con la esplenectomía.
En 1919, datos experimentales sugirieron que los animales esplenectomizados tenían una tasa de mortalidad mucho más alta cuando se los enfrentaba a ciertos bacilos. La observación fue que los animales de experimentación aparentaban estar bien sin el bazo en ausencia de infección; sin embargo, cuando se los enfrentaba a la tarea de resistir una infección aguda, se notó una tasa de mortalidad significativamente mayor en ellos. Esta fue la primera sugerencia sobre la importancia de las consecuencias inmunitarias de la esplenectomía. Se conjeturó que el cuerpo humano, cuando era privado del bazo, podría mostrar un incremento similar en la susceptibilidad a la infección. Debieron pasar muchas décadas para que la importancia de esta observación fuera apreciada.