A diferencia de otras épocas, en las que el paciente con lepra era aislado, en la actualidad esta enfermedad es tratada de forma diferente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos años se registra un descenso de casos de lepra en todo el mundo. Esta enfermedad, causada por el microorganismo Mycobacterium leprae, tiene cura y no deja lesiones progresivas sobre todo en la piel y nervios cuando es tratada en las primeras fases.
A la comunicación entre médico-paciente se la puede considerar como un aspecto que apoya de forma importante al tratamiento de la enfermedad, puesto que con una información precisa sobre la realidad actual de la lepra, el paciente y su entorno familiar y social resultan favorecidos.
IntraMed Ecuador conversó con el doctor Holguer Garzón, médico ecuatoriano que por alrededor de 49 años atiende casos de lepra en el Hospital Dermatológico Gonzalo González de Quito. Para él, la comunicación con sus pacientes es fundamental.
¿Por qué a la lepra o enfermedad de Hansen se la relaciona con la pobreza?
Como usted sabe, la gente pobre por sus condiciones socioeconómicas no se alimenta bien lo cual incide que las defensas de su organismo sean menores; igualmente las condiciones de higiene, de habitación, incluso la promiscuidad es una causa muy frecuente de contacto de la enfermedad.
¿Qué consideraciones identifica usted para el diagnóstico de lepra?
La lepra tiene una particularidad especial: la pérdida de la sensibilidad, de ahí que toda mancha hipocrómica (blanquecina) o hipercrómica (rojiza), con pérdida de la sensibilidad se considera lepra hasta que no se demuestre lo contrario. Pues todo paciente que acude con síntomas como parestesias, más manchas hipocrómicas o hipercrómicas y en la forma lepromatosa, la forma nodular se puede considerar lepra hasta que no se llegue a su diagnóstico preciso.
¿Cuál es el procedimiento que debe seguir el médico para establecer el diagnóstico?
Si el paciente le consulta por una mancha ligeramente hipocrómica, el médico debe hacer un examen de la sensibilidad, pues si tanto la sensibilidad térmica, táctil y dolorosa está embotada (o sea que el paciente no siente), debe considerarse como enfermedad de Hansen.
Otra de las afecciones que produce, porque afecta especialmente al sistema nervioso periférico, es la atrofia de los músculos, especialmente porque afecta a los nervios cubital, radial y mediano.
¿Hay casos en los que el diagnóstico no es el adecuado?
Claro. Si el médico no es especialista, puede errar en el diagnóstico porque muchas enfermedades son parecidas, por ejemplo, el vitiligo, la paspa; entonces si hay pérdida de la sensibilidad debe considerarse como un enfermo de Hansen.
¿En qué se diferencian las formas lepromatosa y tuberculoide?
La forma lepromatosa produce grandes nódulos deformantes (protuberancias e hinchazones), que se presentan generalmente en sitios fotoexpuestos como la cara, los brazos y las extremidades inferiores. Afecta a al mucosa nasal, donde se encuentra presente el bacilo de hansen.
La forma tuberculoide, en cambio, se caracteriza por una mancha hipocrómica o hipercrómica de borde bien delimitado, y con pérdida de la sensibilidad. No hay presencia de bacilo.
¿Qué consideraciones tiene usted en cuanto a la comunicación entre médico-paciente con lepra?
Felizmente, gracias al conocimiento actual, a la baja patogenicidad y la escasa toxicidad del bacilo, por una parte, y la gran defensa que tiene el organismo sobre todo en los adultos para la bacteria el contagio es mínimo. Ya no hay ese temor infundado que se tenía antes de que la enfermedad era muy contagiosa; entonces la comunicación con el paciente con lepra es como con cualquier otro tipo de paciente.
¿Podría citar un ejemplo de una comunicación exitosa médico-paciente?
El paciente viene a la consulta hasta cierto punto con temor. Entonces, en primer lugar, el médico debe hacerle conocer que la enfermedad tiene tratamiento, que no es tan contagiosa como se consideraba antes, que el paciente tiene que considerarse una persona como con cualquier otro tipo de enfermedad.
De esa manera el paciente tiene una mayor confianza para conversar con el médico, porque usted ve que a veces el médico resulta como confesor del paciente. Así se establece una relación, una amistad con el paciente para que no tenga temor a su enfermedad.
¿Cómo procede usted con las orientaciones e información a su paciente?
Al diagnosticar la enfermedad, le decimos que la enfermedad tiene tratamiento: la terapia multimedicamentosa (dapsona, rifampicina y clofazimina). En la forma lepromatosa, dos años continuos de tratamiento se considera al paciente curado, y en la forma tuberculoide —que es la forma sin bacilos— con igual tratamiento, en seis meses se considera curado. Así que le comunicamos, le decimos que la enfermedad tiene cura.
¿Debe aislarse al paciente con lepra?
En nuestra institución hemos dado a conocer sobre la enfermedad para que no haya ese temor que se tenía antes. Antes, cuando un paciente era diagnosticado de lepra era hospitalizado de por vida; en la actualidad ya no se le aísla.
Antes, el Hospital Gonzalo González de Quito era un “hospital-cárcel”, donde el paciente que era diagnosticado con lepra era ingresado para toda su vida, pero en la actualidad ya no es hospital-cárcel. Como usted conoce es un hospital abierto, donde reciben atención médica todos los pacientes con afecciones dermatológicas, incluso los pacientes con lepra. El tratamiento es domiciliario, ambulatorio.
¿En qué errores puede incurrir un médico en cuanto a la comunicación con su paciente?
Sin una buena comunicación, sobre todo puede presentarse un síndrome depresivo, una depresión intensa, que provoca que el paciente trate de aislarse.
Antes, cuando uno quería darle la mano al paciente con lepra, el paciente no extendía su mano. Hoy en día, en cambio, con los conocimientos actuales, cuando uno se le da la mano al paciente, éste extiende su mano con todo gusto. Ya no hay ese temor infundado que había antes.
Si pudiéramos identificar errores, ¿cuáles mencionaría usted?
Tal vez, un mal diagnóstico; asimismo que el paciente no sea tratado debidamente, porque la enfermedad ataca especialmente en la piel, la mucosa y los nervios periféricos, provocándole secuelas irreparables en ocasiones, como la “mano en garra”, úlceras plantares, el mal perforante plantar; incluso cuando hay infecciones llegamos a amputaciones de los miembros.
¿A qué se debe el mal perforante plantar?
En el pie, el mal perforante plantar se debe a una afección del nervio tibial posterior y del nervio ciático oblicuo externo; entonces hay pérdida de la sensibilidad, hay trastornos motores, sensitivos y tróficos; el paciente no siente, y cualquier lastimadura que se presente en el pie puede llevar a este mal perforante plantar incluso a necrosis, a osteólisis, a infecciones, a osteomielitis, siendo necesario recurrir a amputación de los miembros. Esto sucedía antes, pero con el tratamiento actual, ya poco se produce.
¿Ha tenido algún caso de manejo complicado de paciente con lepra?
Le cuento como una anécdota. En una ocasión llegó un paciente extranjero (de los Estados Unidos), y le comuniqué que su padre tenía lepra; entonces, casi lo aislaron en su casa, pues separaron los utensilios, toallas..., lo pusieron en cuarentena. Luego, basado en lo que le indiqué al señor sobre la enfermedad de su papá, llorando me abrazó, y me agradeció diciendo “yo creía que esta era una enfermedad difícil para mi padre, pero ahora esto me une más a él”.
¿Qué promedio de pacientes con Hansen usted atiende al día?
El promedio es muy bajo. Por ejemplo, en el hospital durante este año (2007) hemos diagnosticado unos diez o doce casos. Aunque algunos dicen que la enfermedad va a desaparecer, no es así, siempre se presentan nuevos casos.