Nuestro organismo debe adaptarse permanentemente a situaciones de amenaza a la homeostasis, respondiendo con nuevos equilibrios que configuran nuevas situaciones que despiertan y activan sistemas de cambio. La teoría del caos explica que en todos los sistemas dinámicos hay una dependencia sensible a las condiciones del estímulo inicial que siempre determina conductas inestables. El hombre no escapa a este paradigma de desequilibrio - respuesta adaptativa - nuevo desequilibrio- nueva adaptación. Somos sistemas fractales, como todo el resto del universo y la eterna posibilidad de cambio determina a los sistemas vivos.
Evolución del concepto de stress
Stress deriva del griego stringere, que significa provocar tensión. La palabra se utilizó por primera vez en el siglo XIV en inglés, como STRESS, y su mentor el profesor Selye, quien hablaba fluidamente siete idiomas, solicitó expresamente que no fuera traducido en ninguna lengua. Sin embargo, en el idioma español, algunos puristas prefieren denominarlo estrés y consecuentemente hablar de situaciones estresantes o estresoras, al referirse a aquellas condiciones capaces de provocarlo.
El concepto de stress es conocido desde antaño, pero las concepciones actuales se inician cuando Walter Cannon en 1929, describe en animales la reacción de lucha-huida como respuesta ante situaciones de amenaza. Se refiere a esta respuesta como dependiente de la estimulación simpática adrenal.
En 1936, Hans Selye mientras investigaba el efecto de la inyección continuada de una determinada sustancia química, en ratas; descubrió una respuesta orgánica caracterizada por la aparición de úlceras pépticas, atrofia de los tejidos del sistema inmunitario y crecimiento de las glándulas adrenales, que era idéntica a la respuesta del organismo sometido a fríos o calores fuertes, a ruidos intensos, toxinas, etc. Selye sugirió que en estas circunstancias, aparentemente diferentes, se daba una respuesta genérica común, una respuesta desagradable y con esta idea nació la fisiología del estrés y se establecieron las bases del efecto de las tensiones. Supuso correctamente que esta respuesta está mediada por la activación y la inhibición de un nutrido grupo de hormonas. Así realiza el aporte más trascendente al introducir el concepto de stress como respuesta no específica del cuerpo a diferentes tipos de estímulos. Plantea un síndrome general de adaptación, con posterior estado de resistencia. El mismo autor en 1974, diferencia stress, como respuesta adaptativa fisiológica de distress como respuesta desadaptativa patológica.
Por esa misma época, J. Mason cuestiona la inespecificidad del estímulo, planteando que el estímulo estresor debe ser inédito para desencadenar una activación del sistema. De esta forma, es el primero en proponer las características específicas del stressor, dependiente de la evaluación psicológica previa de cada individuo hacia ese stressor.
Hace una década J. Henry agrega que la respuesta, además de ser inespecífica, es pluridimensional, pudiendo ir desde la activación simpática (control situacional) a la activación del eje adrenal (pérdida del control). Propone diferentes dimensiones fisiológicas y de respuestas cuantitativas individuales en función a la evaluación cognitiva.
B. Bohus desarrolla un esquema integrador biológico-cognitivo, advirtiendo que la respuesta depende por un lado de las características y de la duración de los estresores y por otro de la posibilidad de predecir la situación. Hace principal hincapié en las estrategias de afrontamiento utilizadas según los sistemas biológicos involucrados y su estado en el momento de la respuesta.
Diferentes autores cognitivistas han ampliado el rango de respuestas planteado inicialmente por Cannon, quien diferenciaba dos tipos de respuesta:
- fight o de lucha
- flight o de huida
Nuevos autores agregan a estas respuestas dos nuevas categorías:
- faint o desmayo
- freeze o parálisis
Ya autores clásicos como Krestchmer y Kleist refieren tres tipos de respuestas vivenciales primarias (inconscientes y primitivas ante estímulos aversivos): epilépticas, histéricas o catatónicas. Es notable para nosotros la coincidencia biológica-clínica entre la respuesta epiléptica con los tipos fight y flight, la histérica con el tipo faint y la catatónica con el tipo freeze.
El stress es un mecanismo fisiológico de homeostasis. En dicho mecanismo se producen diferentes niveles de respuestas, que presentan imbricadas interconexiones, permitiendo la acomodación biológica ante un estímulo (físico o psicológico, real o imaginario, interno o externo). El mismo Cannon plantea que, si bien la respuesta fisiológica al stress es predominantemente hormonal, da lugar a una serie de ajustes a corto (stress agudo) o a largo plazo (stress crónico) del sistema vascular, inmunitario y somatosensorial, que permite que el organismo alcance los niveles de adaptación necesarios. Por otra parte, en aquellos procesos donde no se logra dicha homeostasis, se desarrolla una adaptación patológica, conocida como distress.
Por el común uso de la palabra stress como patológica, hablaremos de stress cuando en realidad en muchas ocasiones deberíamos hablar de distress.
Procesamiento del stress
Los factores ambientales que pueden ser estresores, pero también pueden ser amortiguadores, van a pasar, como dijimos recién, por una evaluación cognitiva y simbólica que va a ser límbica o simbólica y cortical o cognitiva. Después de este paso se percibe el estrés y se activan los sistemas de aminoácidos rápidos. Si el estrés continúa en intensidad, o en frecuencia, o mi percepción continúa indicándome que el estrés es importante, entonces se desencadenarán respuestas neuroquímicas de corto plazo y, si el estímulo continúa, lo harán respuestas neurohormonales de largo plazo. Y en cualquiera de estas etapas se van a agregar respuestas conductuales, emocionales y cognitivas. Por supuesto, esto se va a retroalimentar y hacer que mi bagaje para la evaluación cognitiva y simbólica de nuevos estresores o amortiguadores varíe después de que me enfrenté a cada uno de ellos.
Graficaremos esto, con un gráfico tomado de Bonnet C y Luchina C
Neuroanatomia del stress
Los sistemas neuroanatómicos involucrados en la respuesta a una situación aversiva o probable desencadenante de stress, se ocupan primero de medir las características del stressor y deciden mi respuesta de afrontamiento de acuerdo con la activación de circuitos pre o neoformados que incluyen fundamentalmente el procesamiento neurobiológico a la situación de amenaza, la cual presenta varios niveles que resumimos aquí:
- la recepción de miedo, amenaza o no familiaridad es cortical
- el filtro cuanticualitativo es talámico
- el procesamiento instintivo conductual es amigdalino
- el procesamiento instintivo mnésico es hipocampal
- el procesamiento defensivo autovivencial y cultural es orbitofrontal y cingular
La suma algebraica de todos los anteriores produce una reacción que activa distintos procesadores de respuesta que:
- en el núcleo parabranquial activan la respiración disneica.
- en los núcleos trigémino-faciales producen la expresión facial de miedo.
- en los núcleos estriados desencadenan la respuesta de activación motora.
- en el hipotálamo lateral y sistema simpático dan hipertensión, taquicardia, sudoración, pilo erección, midriasis.
- en el sistema parasimpático dan diarrea, bradicardia, úlceras, micción imperiosa.
Si estos circuitos actúan y se relacionan normalmente se modula la respuesta al stress, logrando la adaptación y la posibilidad de decidir cambios adaptativos. Sin duda esta habilidad homeostática y contraregulatoria se han perdido en el distress en el que podrían ocurrir las siguientes alteraciones:
- Falla de filtro talámico de inputs por agotamiento.
- Falla de circuito hipocampo-amigdalino por falta de evocación de respuesta placentera a estímulos similares.
- Falla orbitaria por vivencias contra la ley gregaria.
- Fallas cingulares por la ansiedad.
- Fallas de circuito valorativo paralímbico.
Estas fallas no son patognomónicas ni unicausales. Pueden superponerse, desencadenarse una en otra o unirse para ayudar a la perpetuación de la alteración.
Veamos en detalle cada uno de los componentes desde lo central a lo periférico:
I. Amígdala
Es un conjunto de núcleos nerviosos ubicado en el lóbulo temporal, por delante del hipocampo y perteneciente funcionalmente al sistema límbico. Es una estructura que mediante sus aferencias recibe e interpreta las situaciones aversivas. Entre estas aferencias del núcleo central de la misma, encontramos: el núcleo de la stria terminalis, el hipotálamo, la sustantia nigra, el núcleo del rafe, el núcleo parabraquial, el locus coeruleus, la médula ventrolateral, la formación reticular y el núcleo del tracto solitario. Se describen proyecciones hacia cortezas sensoriales, prefrontales, hipocámpicas, olfatorias y los núcleos motores del vago, el locus coeruleus y los núcleos dopaminérgicos. La puesta en marcha de estos mecanismos dan como resultado la coordinación afectiva, cognitiva, neuroendocrina y sistémica en respuesta a la ansiedad.
II. Hipocampo
El hipocampo es quizás la estructura neuroanatómica más estudiada en los procesos de stress. Esto se debe, en parte, a su íntima relación con las hormonas esteroideas, fundamentalmente movilizadas por los agentes estresores. Dado que en condiciones normales los esteroides también se encuentran presentes en el hipocampo cumpliendo funciones tróficas sobre el mismo, esta estructura se convierte en el área cerebral más rica en receptores a esteroides dentro del SNC.
Clásicamente se conoce la intervención hipocampal en los procesos de memoria temporaria y reconocimiento; en los casos de atrofia se objetivan inhabilidad para discriminar información relevante de irrelevante e imposibilidad en mantener la atención selectiva.
Las concentraciones fisiológicas de corticosteroides estimulan la cognición por acción sobre las arborizaciones dendríticas y las neuronas entorrinales. Por el otro lado, concentraciones de corticosteroides mayores o menores a las fisiológicas, deterioran la cognición ya que detienen el desarrollo y crecimiento neuronal.
En el stress (o mejor dicho en el distress) el disbalance corticoideo produce una disminución en las concentraciones de factores neurotróficos hipocampales (BDNF) y alteraciones citológicas principalmente a nivel dendrítico, con fenómenos de atrofia que pueden llevar a la muerte neuronal.
Los grados de daño celular observados a nivel del área CA3 del hipocampo dependen de la situación de stress. Ante el stress agudo o aumento glucocorticoideo ocurre sufrimiento neuronal en dicha área; ante un estímulo repetitivo se detecta atrofia de neuronas CA3 y muerte celular frente a stress severo y crónico. Estos cambios estructurales en la histología del hipocampo se correlacionan con las fallas cognitivas, fundamentalmente sobre la memoria, la atención y el aprendizaje, que se evidencian en la práctica clínica.
Ya vimos en la entrega N° 3, que existen dos tipos de receptores a esteroides hipocampales, involucrados en respuestas adaptativas o desadaptativas ante situaciones de alarma o amenazantes.
Receptores tipo I o a mineralocorticoides (McR): que son activados por bajas concentraciones de cortisol produciéndose así la inhibición del eje. Son los responsables de mantener el tono cortisolémico basal según el ritmo circadiano y la adaptación homeostática de glucocorticoides. Estarían involucrados en respuestas de equilibrio ante estados de ansiedad, euforia o somnolencia.
Receptores tipo II o a glucocorticoides (GcR): que poseen mayor afinidad por la dexametasona que por el cortisol, y cuya activación se produce con concentraciones altas de cortisol. Serían los responsables de una inhibición máxima del eje ante situaciones que excedan el balance homeostático (stress o situaciones de alarma). Son activados también en estados de disforia, de alerta y en el sueño REM.
En los procesos de afrontamiento cotidianos, predomina la ocupación de receptores Mc. En condiciones de más demanda o patológicas, se activan los receptores a Gc con los procesos de confrontamiento.
En el stress, una situación que es vivida de forma alarmante, se produce un incremento en las concentraciones de glucocorticoides a expensas de la activación del eje CLHPA. De tal forma las altas concentraciones plasmáticas de glucocorticoides repercuten de forma nociva sobre las neuronas más lábiles del SNC, las del hipocampo mismo, donde las concentraciones de este corticoesteroide pasan de ser tróficas a tornarse tóxicas.
III. Locus coeruleus y sistemas adrenérgicos
Un grupo neuronal de CRH proyecta desde la amígdala hacia el locus coeruleus (LC), haciendo sinapsis con neuronas noradrenérgicas.
Los estímulos estresantes liberan noradrenalina (NA) del LC y el stress repetido induce una capacidad progresiva y creciente de liberar NA por aumento de la tirosina hidroxilasa. Los glucocorticoides mantienen este sistema controlado, inhibiendo la liberación y reduciendo la respuesta postsináptica a la NA por supresión de la respuesta del AMPc. En la depresión y en el stress crónico se pierde esta capacidad.
IV. Rafe y Sistemas Serotoninérgicos
La serotonina (5-HT) es considerada el neurotransmisor de los impulsos, fundamental para ejercer un efecto inhibitorio sobre la conducta. Anatómicamente las neuronas serotoninérgicas tienen su soma en los núcleos del rafe bulbo-protuberancial. Su función resulta actualmente complicada de comprender debido a que actúa sobre siete tipos distintos de receptores (cada uno de ellos con varios subtipos), cuya estimulación puede incluso generar acciones opuestas. Niveles basales de corticosteroides activan a los McR; esto produce down-regulation de los receptores 5-HT1A.
En cambio, niveles altos de corticosteroides, activan a los GcR, disminuyendo el ARNm para el 5HT1A y aumentando la actividad del 5HT2.
Los esteroides adrenales interactúan con el sistema serotoninérgico facilitando la formación de serotonina, regulando los receptores serotoninérgicos, suprimiendo la expresión del receptor 5-HT1A en el gyrus dentado y favoreciendo la inducción de los 5-HT2 en la corteza cerebral. No se ha descripto una acción de estos esteroides sobre el transportador de 5-HT.
V- Sistemas neuroendócrinos.
Eje córtico-límbico-hipotálamo-hipófiso-adrenal
Como vimos en las primeras entregas, el eje córtico-límbico-hipotálamo-hipófiso adrenal (CLHPA), constituye un sistema de respuesta al afrontamiento, al aprendizaje y a la conducta emocional. Dentro de las alteraciones descriptas en el stress, detallaremos disfunciones de varios de sus componentes.
CRH
La hormona liberadora de corticotrofina (CRH) es el péptido principal mediador neroendócrino de la respuesta hormonal y conductual al stress. Hoy se conoce su localización tanto a nivel hipotalámico (núcleo paraventricular o PVN), como extrahipotalámico (áreas límbicas relacionadas con stress y emociones). Entre sus efectos fisiológicos se identifican muchas de las manifestaciones clínicas relacionadas con el stress (y con la depresión endógena). Incluyen efectos anorexígeno, ansiogénico, de disminución de la producción de ácido clorhídrico y del vaciamiento gástrico, de disminución de la conducta sexual y de la reproducción, de aumento de la agresión, de alteración de la actividad locomotora, de disminución del tiempo de sueño, de aumento de la utilización de catecolaminas, de inmunosupresión y de aumento de interleukinas 1 (IL-1), 6 (IL-6) y factor de necrosis tumoral (FNT).
VASOPRESINA
Es actualmente considerada la principal hormona en la mediación de la respuesta a stress. Detallamos sus funciones en la entrega N° 4. Su efecto sobre la regulación del eje CLHHA se da, primero, a nivel de la hipófisis estimulando la liberación de ACTH pero también puede actuar a nivel hipotalámico potenciando la liberación de CRH. El rol más importante parece ser el de potenciar los efectos de la CRH sobre la secreción de ACTH. El feed-back negativo de la secreción de corticoides también parece regular a la secreción de vasopresina y de CRH. La liberación de vasopresina en ciertas condiciones fisiológicas como el stress agudo, está también atenuada por el feed-back negativo de los corticosteroides circulantes; esta cualidad se pierde en el stress crónico.
La vasopresina, como dijimos en otras entregas, podría influir sobre la memoria, la sensibilidad al dolor, los ritmos biológicos, el sueño REM y el balance hidroelectrolítico.
DEHIDROEPIANDROSTERONA (DHEA)
Ya lo describimos como el esteroide más abundante, sintetizado en las glándulas adrenales, las gónadas y el cerebro. Posee ritmo circadiano propio, inverso al del cortisol, con concentraciones mínimas por la mañana. Tiene efectos protectores a nivel cerebral (estimulación de la síntesis glial del factor neurotrófico o IGF-I, mecanismo antiapoptótico, neuroprotector y aumento del flujo cerebral), endocrinológico (suprarrenal y gonadal), inmunitario (antiglucocorticoideo), cardiovascular (protector), metabólico (aumento de la glucemia por estimulación de la glucogenolisis, disminución del colesterol y de los triglicéridos), dermatológico (crecimiento piloso y seborrea) y sobre el tejido óseo (aumento de la densidad ósea).
Se considera que la DHEA previene de los efectos de los corticoides en el stress. Se han descripto valores disminuidos en el stress agudo y variables en el stress crónico y en la depresión.
Heuser hace referencia a la relación entre la hipercortisolemia y el incremento diurno de DHEA. Goodyer y Herbert asocian la baja concentración matinal de DHEA con una elevada concentración vespertina de cortisol en la depresión mayor y en el stress crónico.
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