En el mundo conviven la ciencia y el arte. La ciencia se ha desarrollado en la gran mayoría de las áreas con el avance tecnológico. Las Ciencias Médicas son un ejemplo paradigmático del asombroso avance logrado por los recursos aportados por la tecnología.
No es necesario remontarse en la historia a más allá de un siglo y analizar el escenario médico de entonces. La artesanía era todo. Los recursos del médico en materia diagnóstica se limitaban al arte de un buen interrogatorio y la destreza en el manejo de las manos en el ejercicio de la palpación y percusión. Lo complementaban la educación del oído en la práctica de la auscultación, así como el buen uso de un estetoscopio o un martillo de reflejos.
El tiempo y la paciencia necesarios para el ejercicio de una artesanía de excelencia eran indispensables para que el galeno pudiera llegar a un diagnóstico adecuado. El conocimiento médico requería años para ser incorporado y un tiempo no menor, para aprender el manejo artesanal que hacia la eficiencia de una práctica correcta.
Durante el siglo pasado se insinúa un paulatino avance tecnológico en el curso de las primeras décadas, para tornarse vertiginoso en el transcurso de las últimas.
El aporte del laboratorio se nutre del desarrollo de la bioquímica, en especial algunas de sus áreas tales como la inmunología,biología molecular y genética.
El impactante avance tecnológico cambia a la radiología convencional aportándole nuevos métodos como la ecografía, tomografía, resonancia y el complemento de radioisótopos (PET), asombrando al mundo el recambio de generación en el uso de aparatos, en tiempos cada vez más reducidos.
El médico actual ya no utiliza para su aprendizaje solamente el relato del maestro, sino que se nutre para su educación en la medicina basada en la evidencia. El control de calidad del conocimiento médico se somete a prueba con el uso de la metodología diagnóstica, impuesta por la tecnología de punta.
Una prueba de la eficiencia de esta combinación está en los resultados que hoy día se obtienen con el logro de prolongar la expectativa de vida del hombre en 20 años en el último siglo.
Esta evolución de la ciencia, en la cual el aporte tecnológico ha sido un factor decisivo, nos obliga a reflexionar sobre la evolución que en paralelo ha tenido la artesanía en medicina.
Las habilidades artesanales utilizadas por los médicos en los inicios del siglo pasado son poco empleadas en la actualidad ya que la existencia de recursos diagnósticos que dando precisiones acortan tiempo, permiten implementar terapias eficientes en plazos más reducidos. Pareciera ser este un simple argumento con una lógica justificación. Sin embargo la pérdida de la artesanía lleva al desuso y olvido de aquellas destrezas que el médico debiera ejercer para la correcta práctica asistencial.
En la actualidad el graduado se forma y ejerce con mucho menos manejo del arte del interrogatorio, imprescindible en la interpretación de los síntomas que el paciente refiere. Además la pérdida de la artesanía manual lleva a los médicos a omitir el relevamiento de signos, indispensables para un adecuado diagnóstico.
William Osler decía que “El buen médico piensa en la enfermedad que tiene el paciente, pero el mejor médico piensa en el paciente que tiene la enfermedad.”
Paradójicamente el modelo médico presentado en congresos es asimilado hoy día en su artesanía a la del sastre, que confecciona para su cliente-paciente el diagnóstico adecuado y el tratamiento que él necesita. Descarta así métodos diagnósticos y ofertas terapeúticas, que no son las que ese paciente requiere, para elegir aquellos que confeccionan un verdadero “traje a medida” acorde a sus necesidades.
Parte de la labor artesanal del médico es el de sumar los conocimientos incorporados por la medicina basada en la evidencia, al mejor estudio del paciente en el cual los aplica. Por esa razón, cada vez más se reclama la prescripción terapeútica basada en el enfermo, conociéndose en el mundo como medicina basada en el paciente.
Es evidente, que el uso de la tecnología no solo ha ido desplazando a la artesanía, sino que esta se ha ido poblando de médicos que por desconocerla no pueden enseñarla. Como consecuencia, la práctica artesanal de la medicina a pasado a ser en la actualidad un oficio en extinción.
Los tiempos breves en los que el médico realiza la consulta, muchas veces motivada por su escasa remuneración, favorece que éste recurra al uso de métodos diagnósticos diversos, frecuentemente innecesarios. Un ejemplo cotidiano está dado, en advertir en el simple examen de un nuevo paciente, una anormalidad que justifica la patología que durantes meses éste padecía, llamativamente inadvertida en consultas previas. Interrogado si alguno de los médicos que lo habían visto con anterioridad lo habían revisado, contesta que nadie lo había hecho y lo más grave que el interrogatorio había sido breve, escueto y a menudo inexistente.
Se podría concluir que el recurso tecnológico debiera convivir con la artesanía médica, siendo ambos complementarios y no competitivos. Sin embargo en la práctica, el desarrollo de una desplazó a la otra. El resultado es un médico que recurre al vasto arsenal de métodos diagnósticos a veces en forma indiscriminada, olvidando lo que Claude Bernard decía: “El que no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra.”
En la medicina actual el paciente pareciera acostumbrado a que su relato no sea escuchado y a ser visto a la distancia, con la interposición de múltiples aparatos, costosos análisis y estudios sofisticados.
La profundización de esta tendencia atenta en la relación médico-paciente, ya que éste reclama que se lo escuche, necesitando sentir en su cuerpo el calor de la mano del médico. Pero tal vez lo más importante, desvirtúa el verdadero significado humanístico de nuestra profesión.
*IntraMed agradece especialmente al profesor Hugo Tanno la generosidad de compartir su editorial con nuestros lectores.
Profesor Hugo Tanno
Profesor de Gastroenterología
Director de postgrado en Gastroenterología
Facultad de Medicina - UNR
Hepagastro: sitio web de la cátedra