Tercera parte

Diario de África (III)

Dos jóvenes médicas argentinas -Dras. Valeria De Antonio y Mercedes Palazzo Fabre- hacen su primera experiencia en África y lo relatan para los lectores de IntraMed en un intenso y personal "Diario de África".

Indice
1. Diario de África
2. Respuestas a los interrogantes mas frecuentes

Informe Kumi (25 de julio al 12 de agosto)

Kumi es un distrito situado a 240km al este de Kampala, distancia que equivale a 6-7 horas de “confortable” viaje en bus, y que pasó a ser nuestro destino por 3 semanas. Nos hospedamos en una guest house cercana al hospital, que queda a 15 minutos en boda boda (moto) de kumi town y recibe especialmente a gente del nosocomio. Nuestra casa es una de las pocas con luz, brindada mediante energía solar. La corriente eléctrica llega sólo al hospital, incluso el banco se ilumina mediante un generador. Esto no siempre fue así: todavía se pueden ver heladeras de los años en los que la electricidad abastecía al pueblo. La razón por la cual Kumi hace más de dos años que está sin electricidad es simplemente económica, ya que se necesita hacer un recableado y aún hoy siguen sin tener fondos suficientes como para financiarlo. Por supuesto que esto tuvo sus repercusiones, ya que según nos comentaron solía ser un pueblo en crecimiento y hoy en día, a comparación de los pueblos vecinos, es muy notable su decadencia. La población a su vez es muy pobre, las mujeres en el casamiento reciben solo 5 a 10 vacas, en lugar de 100 o 200 como se acostumbra en otras aldeas.

Después de más de 5 semanas de ardua práctica de lugandés para entablar una escueta comunicación con los pacientes, llegamos a Kumi y el idioma es el TESSO (¡!!!!). Como les habíamos contado antes hay más de 60 lenguas en el país y la tribu que habita esta región, lamentablemente para nosotras, habla tesso. Es por eso que nos vimos obligadas a aprender a decir nuevamente “hola” “gracias” “si” “no” “dolor” (que es muy similar a “diarrea” y a veces nuestra pronunciación nos trajo problemas) “duele”, entre otros.

El Hospital de Kumi fue fundado en 1929 y fue originalmente un leprosario. Con el tiempo se fue ampliando y hoy en día cuenta con diferentes pabellones: medicina interna, pediatría, cirugía, ortopedia y traumatología (principalmente se realiza fisioterapia), oftalmología, nutrición pediátrica, y los quirófanos, uno especialmente para ojos. Esto hace sonar al hospital de Kumi como un importante centro asistencial, pero la triste realidad es que sólo cuenta con dos médicos para atender todos esos pabellones. La Dra. Ruth es la superintendente médico y se encarga mayoritariamente del trabajo administrativo y en el tiempo libre es la cirujana del hospital. El otro médico, el Dr. Ntege, es ginecólogo y obstetra, empezó a trabajar hace 1 mes y se encarga de, básicamente, TODO. Los pacientes van al hospital a estar enfermos y no a curarse. Los pabellones son manejados por las enfermeras  que son las que  administran la medicación y se encargan de todo; cuando hay una urgencia o un paciente está muy grave (parto obstruído, politraumatismo)  llaman al médico o al estudiante de medicina que se encuentre haciendo rotaciones en el hospital. Actualmente el pabellón de nutrición pediátrica no está en funcionamiento por falta de fondos suficientes para pagar los sueldos del personal de enfermería.

El pabellón de cirugía cuenta con dos quirófanos y si bien las condiciones de asepsia no son las mismas con las que contamos en el Hospital Houssay, están bastante limpios (aunque… nos ha pasado en medio de una cirugía ver una polilla posarse en la incisión). Los días de cirugía son los martes y jueves, pero en todo momento están los quirófanos disponibles para cualquier eventualidad. La anestesia es realizada por un enfermero. Los únicos fármacos con los que cuenta son: ketamina, bupivacaína, cloxacilina sódica, tiopental y epinefrina. Nada más. La “anestesia” de una histerectomía total se realiza con la administración peridural de bupivacaína (0,05 ml/kg) y ketamina intravenosa a necesidad (comienzan con un bolo IV de 2 mg/kg y si el paciente se empieza a quejar, despertar o mover mucho le dan otra dosis). En niños, para cirugías menores como el drenaje de absceso, una toilette quirúrgica menor o una circuncisión, usan una gasa con halotano.

La falta de insumos no ocurre sólo en quirófano. El hospital cuenta con una farmacia donde los pacientes pueden ir a comprar los fármacos que necesitan a bajo costo. En realidad no siempre son los que necesitan, sino los que están disponibles. En nuestra última semana ni siquiera había penicilina. Las dificultades no son sólo terapéuticas, la disponibilidad de pruebas diagnósticas es muy escasa.  Cuentan con un microscopio que se utiliza principalmente para  realizar el diagnóstico de malaria mediante frotis de sangre, laboratorio para hemograma y sedimento, un ecógrafo para realizar ultrasonidos (menos del 10% puede costearlo) y un equipo de raxos X. La sala de fisioterapia y recuperación es mantenida gracias al trabajo diario de gente de la zona que de manera muy creativa se las ingenia para desarrollar “bici-silla de rueda”, muletas, barrotes, etc. De la misma manera se mantiene el leprosario, ya que se les provee casa y comida de por vida a pacientes con lepra.

Sumado a esto, el examen clínico del paciente y el interrogatorio son inadecuados y superficiales (debido a la escasez de personal), lo que da como resultado una gran cantidad de errores diagnósticos (o el diagnóstico que nunca falla: malaria).

A pesar de lo gris de nuestro informe, Kumi es un lugar con el que nos encariñamos mucho y del que nos llevamos muy buenos recuerdos. Todos los días a las 7.30 am caminamos al hospital (en las fotos pueden ver el paisaje que nos acompaña) para comenzar el día en la asamblea a la que están invitados todos (médicos, contadores, administrativos, personal de limpieza, enfermeras, pacientes, etc.) a participar de una misa y discutir acerca de los problemas que se presentan tanto en la comunidad como en el hospital. Una vez finalizada la asamblea, que dura entre media y una hora, todos se dirigen a sus puestos de trabajo. Nosotras, junto con los otros dos estudiantes ugandeses y el Dr. Ntege, vamos a hacer la ronda de obstetricia. Luego nos separamos: la ronda de clínica y pediatría la realizamos nosotros, los estudiantes, y la de traumatología y cirugía, el doctor. Los martes y jueves, por ser los días quirúrgicos, no se realizan las rondas de la manera tradicional, sino que el estudiante hace una rápida visita preguntando “Are there any very sick patients?” o las enfermeras avisan al médico/algún estudiante  de algún paciente grave.

Nos preguntaron por qué los estudiantes ugandeses tienen más práctica que nosotras y creemos que aquí está la respuesta: se ven obligados a asumir un rol y una responsabilidad a veces mayores que sus capacidades, conocimientos y entrenamientos les permitirían, por ejemplo, practicar procedimientos que nunca han visto realizar ni siquiera una vez. El estudiante de medicina de la Universidad de Gulu, Uganda, que se encontraba rotando por el hospital no había cursado pediatría y estaba a cargo de ese pabellón, aparte de responder a urgencias nocturnas, hacer legrados, derivaciones y dar altas.

Al estar en contacto con otras tribus, pudimos ser testigos de otras prácticas y creencias. Por ejemplo, una paciente a la que se le iba a realizar una histerectomía debido a un gran tumor uterino (ver foto adjunta), tenía cicatrices en el abdomen y miembros inferiores de cortaduras realizadas por un chamán con fines curativos.

Al igual que en Kampala pero de manera mucho más marcada, las familias enteras se instalan en el hospital junto con el paciente. No sólo para proveerle los cuidados necesarios, sino porque generalmente viven muy lejos. Como pueden ver en las fotos, cocinan, comen y se bañan en los jardines del hospital. El único momento donde el paciente debe estar necesariamente ocupando la cama es durante las rondas. Se puede ver como los pacientes ya vistos toman sus cosas y se dirigen al jardín junto con el resto de su familia. Es muy difícil mantenerlos “encerrados” ya que la mayoría de sus actividades diarias se realizan al aire libre. Como pudimos ver al ir visitando y rondando las aldeas, se pasan todo el día cosechando, secando y triturando los granos, yendo a buscar agua, cocinando. No hay cultura ni costumbre de mantener reposo, ni siquiera durante la hospitalización.

Las casas en las que habita la mayoría de la población son viviendas precarias construidas a base de palos de madera, excremento de vaca y techos de paja. Se dedican a la agricultura, siendo sus principales cultivos el maíz, el arroz, la cassava, el algodón, verduras como tomate, cebolla y repollo, y a la ganadería (cuentan con algunas vacas y cabras). Nosotros no pudimos verlo, pero durante la época de sequía los alimentos, no escasean como en otras partes de Uganda, pero sí se vuelven muy costosos.

Esta es una región donde se ve la clara dependencia de las donaciones: camionetas, cuadernos, ropa, carteles, etcétera, bañan la ciudad con nombres de ONGs. Pero lamentablemente, no siempre la caridad es en base a las necesidades del “carenciado” sino que muchas veces es en base de las necesidades del donante. Nos llamó la atención como habiendo tantas organizaciones “manteniendo” al hospital, no se sepan ni se jerarquicen entre todas las carencias, las más urgentes. Fuimos a visitar centros de salud periféricos,  los cuales hay muchos, sin embargo  ninguno tiene electricidad, ni pozo de agua propio, ninguno cuenta con médicos y no hay una ambulancia o medio de transporte que comunique a estos centros con el hospital.

Tanto niños como adultos, al vernos, piensan que vamos a darles algo. Y es así: ALGO. Varias veces nos han dicho en la calle “give me something”.  Hay una concepción que el hombre blanco viene de Estados Unidos o Europa, tiene plata, es más inteligente y es mejor. Es triste pero cierto, no pueden creer cuando les decimos que venimos de un país en el que hay gente que se muere de hambre o de frío. Para ellos la idea de un blanco muriéndose de hambre es inconcebible. De manera textual nos han dicho “Muzungus don´t die of hunger, muzungus are intelligent”. Y este concepto no discrimina clase social ni nivel educativo, es general y constante.

Lo hablamos mucho entre nosotras y pudimos ver, en el poco tiempo desde que estamos, a una sociedad acostumbrada a tener lo que otros quieren que tenga y no lo que necesita; a creer que la única forma de tener algo es por donaciones y no por la capacidad de conseguirlo. Pudimos ver que falta trabajo en conjunto (entre ONGs e instituciones que reciben las donaciones) para priorizar las necesidades y de esta manera entablar proyectos viables y autosustentables para la sociedad hacia la cual están dirigidas. De vez en cuando el hospital recibe ayuda de ciertas organizaciones. En nuestra estadía vimos un campamento de médicos que viajaron para realizar pura y exclusivamente cirugía de cataratas. Esto fue de gran ayuda para 40 pacientes que tuvieron la posibilidad de ver nuevamente y que de otra manera no lo hubiesen logrado; pero lamentablemente vimos que la ayuda como viene se va, sin tener mayor interacción con la comunidad ni con el cuerpo de salud. Es muy difícil criticar siendo que no estamos haciendo nada diferente. Venimos por un corto tiempo y tenemos la posibilidad de ver y compartir esta realidad, pero habría que comprometerse a largo plazo para accionar y lograr verdaderos cambios. El sentimiento de impotencia es constante, pero por suerte toda la gente mantiene el humor, la esperanza y la buena onda.


 



Foto 1. Caminando al hospital.



Foto 2. Hospital de Kumi



Foto 3. Quirófano

 Foto 4. Vale y Hellen. Pabellón de pediatría.

Foto 5. Palazzo Fabre y el tumor uterino.



Foto 6. Centro de salud periférico.