Riesgos y beneficios

Actividad física y fibrilación auricular

En el presente estudio, la actividad física intensa y el ejercicio total intencional no se asociaron con mayor riesgo de FA.

Autor/a: Bapat A, Zhang Y, Nazarian S

Fuente: Am J Cardiol. 2015 Sep 15;116(6):883-8

Introducción

Los estudios que analizaron la relación entre la actividad física y la aparición de fibrilación auricular (FA) mostraron resultados discordantes; sin embargo, la información en conjunto sugiere que en los atletas de elite y en las personas que realizan actividad física intensa, el riesgo de FA sería mayor. De hecho, se sabe que la actividad física se asocia con diversos cambios fisiológicos que podrían favorecer la aparición de FA.

En cambio, algunas investigaciones mostraron un menor riesgo de FA entre los sujetos que practican actividad física de intensidad leve a moderada, y en un metanálisis reciente de cuatro estudios prospectivos no se observó ninguna asociación entre la actividad física regular y el riesgo de FA, en sujetos no atletas.

El objetivo del presente estudio fue determinar la asociación entre la actividad física y la FA, en el contexto del Multi-Ethnic Study of Atherosclerosis (MESA).

Pacientes y métodos

Entre 2000 y 2002 fueron reclutados 6814 hombres y mujeres de 45 a 84 años sin antecedentes cardiovasculares, residentes en seis ciudades de los Estados Unidos. Los participantes completaron un cuestionario que permitió conocer el tipo, la duración y la intensidad de la actividad física que realizaban. Se excluyeron los pacientes que refirieron tener FA.

Los sujetos fueron contactados cada nueve meses; la información acerca de las internaciones en los intervalos entre los contactos se obtuvo a partir de las historias clínicas. La incidencia de FA se estableció a partir de los diagnósticos al momento del alta, según la International Classification of Diseases, Ninth Revision, y a partir de los datos de Medicare. Para el presente estudio se incluyeron 5793 sujetos que completaron todos los cuestionarios.

Se tuvieron en cuenta los datos demográficos, el hábito de fumar, las comorbilidades, los fármacos utilizados, el peso, la talla, los valores de la presión arterial sistólica y diastólica y los niveles séricos de la glucosa y los lípidos; el diagnóstico de hiperglucemia en ayunas y de diabetes se basó en los criterios de la American Diabetes Association. La enfermedad coronaria (EC) de aparición durante el seguimiento se estableció en los pacientes que sufrieron infarto agudo de miocardio (IAM), angina de pecho o paro cardíaco con resucitación exitosa y en los sujetos que fallecieron por eventos cardiovasculares.

La actividad física durante una semana típica, en el mes previo, se conoció con el MESA Typical Week Physical Activity Survey (TWPAS) de 28 secciones y nueve categorías de actividad física. Los enfermos respondieron el número promedio de días por semana y las horas por día para cada una de esas categorías. La actividad física pudo ser intensa, moderada o leve; se calcularon los equivalentes metabólicos (MET).

Para el presente estudio se consideraron dos variables obtenidas a partir del MESA TWPAS: el ejercicio intencional total, según las áreas recomendadas por las guías del US Department of Health and Human Services (sumatoria del ejercicio en forma de caminatas, baile, deportes y acondicionamiento) y la actividad física intensa, en MET-minutos/semana (tareas domésticas, trabajo en jardinería o granjas, ocupación y acondicionamiento).

Las comparaciones entre los grupos se realizaron con pruebas de lat y de chi al cuadrado; mediante modelos proporcionales de Cox se determinaron las asociaciones entre ambas categorías de actividad física y la incidencia de FA; se aplicaron tres modelos de regresión con distintas variables de ajuste en cada caso (en el tercer modelo se incorporó la EC incidente). Se consideró la realización de actividad física intensa y la ausencia de ésta y se calcularon tercilos de ejercicio físico intencional.

Resultados

En total, 5793 de los 6814 participantes del estudio MESA completaron el TWPAS; en forma global, 199 pacientes (3.4%) presentaron FA durante el seguimiento promedio de 7.7 años. El 22.4% de los participantes (n = 1300) refirió no realizar ejercicio intencional.

El ejercicio intencional total fue de 1567 MET-minuto/semana, en promedio, y de 2007 MET-minuto/semana en las personas que refirieron algún tipo de ejercicio físico intencional.

La edad promedio en la totalidad de la cohorte fue de 62 años; el 47% era de sexo masculino. El 32.2% (n = 1866) del total de la cohorte y el 35.9% (n = 1612) de los pacientes que realizaban ejercicio físico intencional refirieron participar en algún tipo de actividad física intensa. Estos últimos eran de menor edad y por lo general hombres; además, eran étnicamente diferentes, en comparación con los que no realizaban actividad física intensa.

Los sujetos que refirieron participar en alguna actividad física intensa tuvieron menor frecuencia cardíaca y presión arterial sistólica, niveles más altos de lipoproteínas de baja densidad y más bajos de lipoproteínas de alta densidad e índice de masa corporal (IMC) más bajo. En ellos, la prevalencia de hipertensión arterial y diabetes fue más baja.

No se encontraron asociaciones entre la actividad física intensa y el riesgo de FA, incluso al considerar diversos factores de confusión y la aparición de EC. Asimismo, la actividad física intensa, clasificada en tercilos, respecto del grupo sin actividad física intensa, no se vinculó con el riesgo de FA. No se observaron interacciones entre la actividad física intensa y la edad, el sexo, la etnia y el riesgo de FA.

En la totalidad de la cohorte no se encontraron asociaciones entre el ejercicio total intencional (en cuatro niveles) y la aparición de FA. Tampoco se observaron interacciones entre el ejercicio total intencional y la edad, el sexo, la etnia y el riesgo de FA.

Entre los participantes que no realizaban actividad física intensa, el ejercicio total intencional no se asoció con la incidencia de FA en el segundo modelo de regresión (hazard ratio [HR] = 0.984; p = 0.89), como tampoco después de incluir la EC incidente en el tercer modelo (HR = 1.0; p = 0.99).

La clasificación del ejercicio total intencional en cuatro niveles no generó cambios sustanciales en los resultados. No se encontraron interacciones con el sexo o la etnia, pero se observó una interacción significativa con la edad (p para la interacción = 0.04). En particular, en el segundo cuartilo de edad (53 a 60 años), respecto del resto de la cohorte, el mayor ejercicio total intencional se vinculó negativamente con la aparición de FA (HR = 0.84; p = 0.03).

Entre los participantes que refirieron realizar actividad física intensa se comprobó una asociación inversa significativa entre el ejercicio total intencional (considerado como variable continua) y la incidencia de FA (modelo 2: HR = 0.654; p = 0.013), la cual persistió luego de la incorporación de la EC incidente (HR = 0.679; p = 0.020).

En este subgrupo de sujetos, el HR para la FA disminuyó en la medida en que el ejercicio intencional total se incrementó. Al considerar las cuatro categorías de ejercicio total intencional, en los dos tercilos superiores (respecto del grupo de ejercicio intencional total cero), el riesgo de FA tendió a ser más bajo. No se observaron interacciones entre el ejercicio intencional total y la edad, el sexo o la etnia.

Discusión

En el presente estudio, la actividad física intensa y el ejercicio total intencional no se asociaron con mayor riesgo de FA. Sin embargo, entre los participantes que realizaban algún tipo de actividad física intensa, el ejercicio intencional total se vinculó, de manera inversa, con el riesgo de FA. Los hallazgos son clínicamente muy relevantes ya que avalan la seguridad y los beneficios de la actividad física, en términos de la salud cardiovascular.

Numerosos trabajos, incluso el MESA, demostraron que la actividad física se asocia con remodelado cardíaco, es decir con aumento de la masa y el volumen del ventrículo derecho y del ventrículo izquierdo. El “corazón de atleta” reflejaría un efecto fisiológico, no patológico, de la actividad física, tal como lo sugieren, también, los hallazgos del presente estudio.

Asimismo, las observaciones encontradas en esta ocasión coinciden con los resultados de un trabajo de 2013 en el cual se comprobó el efecto protector de caminar y correr sobre el riesgo de FA. Por su parte, en un análisis del Cardiovascular Health Study,la actividad física recreativa y el ejercicio de intensidad leve a moderada confirieron protección contra la aparición de FA. Un análisis reciente del Henry Ford Exercise Testing Project reveló una relación negativa entre el rendimiento cardiorrespiratorio y el riesgo de FA. Los resultados del presente trabajo avalan este concepto.

En cambio, los hallazgos difieren de los referidos por diversos grupos quienes encontraron un mayor riesgo de FA entre los atletas y en los sujetos que realizan actividad física intensa. En esos trabajos se incluyeron atletas de competición; en uno de ellos se evaluaron individuos con gasto energético promedio de más de 4000 MET-minuto/semana, muy superior al de los participantes del MESA.

Además, la edad promedio de los participantes del presente estudio fue de 62 años, en general más alta que la de los atletas en quienes se observó un aumento del riesgo de FA. Se considera que la actividad vagal participa en la aparición de FA asociada con el ejercicio; debido a que el tono vagal se reduce en relación con la edad, éste no sería un mecanismo determinante del riesgo de FA en la población analizada en esta oportunidad. De hecho, en un estudio, el riesgo de FA inducida por la actividad física intensa desapareció en los sujetos de más de 50 años. En el Cardiovascular Health Study se incluyeron pacientes de 65 años o más.

La posibilidad de FA asintomática, particularmente frecuente en los sujetos de más de 75 años, fue una limitación del presente trabajo, ya que los resultados podrían haber subestimado el riesgo de FA. El sesgo asociado con factores residuales de confusión también debe ser tenido en cuenta.

En conclusión, los resultados en conjunto confirman los beneficios de la actividad física sobre la salud cardiovascular.

SIIC- Sociedad Iberoamericana de Información Científica