De tanto ver lo que se nos muestra solemos pensar que es todo lo que hay. Intoxicados por el espectáculo de la trivialidad y la estupidez repetido hasta el hartazgo tejemos nuestra representación del mundo con las hebras de la basura que se nos ofrece. Pero apenas asomamos la cabeza para ver con nuestros propios ojos lo que encontramos desbarata el engaño.

Cuando creíamos que todo era espectáculo, que el afán de reconocimiento y de visibilidad a cualquier precio había descartado al mérito como razón del prestigio. Cuando nos habíamos convencido de que llamar la atención era lo único que importaba en un mundo de individualidades exaltadas y egomanías huecas. Entonces, en IntraMed, abrimos una puerta que nos reveló el error.

Embarrarse los zapatos

Les pedimos a nuestros lectores que nos envíen fotos de sus lugares de trabajo. Personas de todos los países de América nos llenaron de imágenes donde se los veía en sus escenarios cotidianos. Estaban orgullosos de lo que hacían y querían mostrarlo. Por primera vez encontraban la oportunidad -que nunca habían buscado-  de hacer visible un mundo solidario repleto de vocación y apasionado.

Los vimos embarrados subiendo la cuesta de un cerro para vacunar a una familia, ateridos de frío al borde un río llevando asistencia a poblaciones aisladas, con el agua hasta las rodillas al rescate de los inundados, montados a lomo de un caballo, en bote, a pie o en bicicleta, en la selva, la llanura o la montaña. Tendiendo la mano a una anciana en una aldea rural, pesando y midiendo niños con tecnología del siglo XIX, rodeados de gente sentada sobre la tierra educando para prevenir el Dengue o sobre el cuidado de la mujer embarazada. Sonrientes, decididos y felices.

No siempre lo que hacemos puede ser compartido con las personas que nos rodean. Quienes deciden acerca de lo que se ve y de lo que se oculta nos imponen una falsa realidad a fuerza de repetir hasta el infinito las miserias y escondernos la dignidad de la gente común. En ese mundo pequeño y miserable que han construido para atraer nuestra atención, reinan la satisfacción inmediata de los deseos minúsculos, el elogio de la superficialidad y el desprecio por el esfuerzo solidario. Lo que da sentido a la vida que hemos elegido hacer son el íntimo manojo de sueños que no se rinden a la insignificancia generalizada y la decidida voluntad de hacerlos realidad. 

Gente que, en silencio, persigue sus sueños solidarios

Miles de personas que trabajan por la salud de sus semejantes permanecen invisibles para una sociedad que mira y juzga la realidad a través de pantallas que no gobierna mientras clausura la mirada a lo que ocurre a centímetros de sus narices.

En IntraMed hemos decidido darles la visibilidad que merecen. Abrirles las puertas de nuestra propia casa para recibirlos y multiplicar su imagen en todo lo que esté a nuestro alcance. Contra la absurda lógica que decide qué debe ser visto y qué no, contra la falsa certeza de que todo está perdido, de que los jóvenes no tienen ilusiones ni voluntad. Contra la ridícula idea de que el conocimiento es una pérdida de tiempo, de que el saber no puede modificar la realidad, de que la ciencia es un lujo que no puede reparar el dolor, de que la medicina es una práctica de gabinete y de laboratorio.

Hay una medicina que se ejerce en los salones de los hoteles five stars, en los journals y en las academias. Es interesantísima, deslumbrante, te come la cabeza. Está llena de gente valiosa e inteligente, pero también está infestada  de  fanfarrones y celebrities. Es una medicina para médicos, endogámica. Una isla paradisíaca donde el sufrimiento, el dolor o la muerte nunca aparecen en el Power Point. Es seductora y mentirosa. Huele a perfume de free shop. Es falsa como el espejo de la madrastra de Cenicienta.

Pero también está la gente…

Daniel Flichtentrei

Fotografías

Dr. Victor Joselito Lopez, Chiapas, México
Dr. Antonio Horacio Benitez, Santa Victoria Oeste. Salta. Argentina.
Dra. Vickye Torres, Cañar. Ecuador