Relato por Nelly Amilibia

Así somos cinquitos

Este relato forma parte del programa de Clínica Literaria, coordinado por Mateo Niro, en el marco de "Roemmers junto a la cultura"

Autor/a: Nelly Amilibia

Solo se oía el canto de las chicharras, calles desoladas con remolinos. La tierra partida en grietas como bocas sedientas y en el cielo ni una nube para una gota de agua en tanta seca. En una esquina distingo sombras, disminuyo el traqueteo, doy con cuatro ánimas dentro de una parva de polvareda. Dos criollos portan una imagen, otro, un violín y Gracielita, la monja paraguaya, un bombo bajo morrocotudo sombrero de paja. Revoleando el palo, entre señas y gritos:

—¡Pará, chamiga! ¡Qué bendición!, te mandó el santito —dijo sin perder el ritmo de sus golpes sobre el parche flojo—. Estamos de procesión, demás poquitos promesantes han venido, pué. No sé por qué, organizamos la procesión de San Francisco Solano, su día es el 24 de julio, pero como el padre Severiano pasa hoy, la cambiamos y nadie ha venido. De más poquitos somos, parece que se han escondido. No vinieron los Palavecino, tenían que bautizar al chango que ya cumplió el año, Doña Ofelia, que nunca falta con la canastita para la contribución, la Fulvia con las estampitas y la Natividad tan devota había preparado con la nuera guirnaldas de flores de papel para adornar la capilla, querían bendecir el agua para curar los males. ¡No sé, che, qué ha pasado! Ni que se hubiesen puesto de acuerdo. ¿Qué va a decir el Santo? ¿Cómo le explico al padre tanta ausencia, todo el año se pasan esperando la fiesta para pedir, iba a haber confesiones y ni vienen a arrepentirse? ¡Van a quedar con los pecados a cuesta hasta vaya a saber cuándo! ¡Quieren lluvia poniendo sapos panza arriba! ¿Por qué no vienen a pedirle al patrono? ¿Por qué no se arriman para agradecer la vida? ¿Te das cuenta, chamiga? ¡Qué desagradecidos!

Tenía razón que era extraño, ningún criollo se pierde estas celebraciones, se hermosean aprontando ropa presumida, las bombachas  tableadas, camisa con pañuelo al cuello, alpargatas nuevas, ellas vestidos coloridos, aros, collares y cartera antigua, zapatos  de tacos chuequeados, los niños como angelitos, pelo mojado raya al costado, trenzas con moños. ¿Perderse el baile después de misa, los comentarios de Fulano y Mengano?

—Será que con este viento y calor no anda nadie, Gracielita, no quieren salir, ¡hasta los pecados se derriten!

—¡Ay, chamiga! ¿Será?  Me da lástima de más poquitos que somos. ¡Pobre santito! Bajá un rato, acompañanos.

—Me pueden necesitar en el hospital, no van a pensar que estoy de procesión, con este calor, ¡qué sacrificio! ¿Por qué no la postergás para cuando baje el sol?  Da tiempo a congregarse.

—¿Postergarlo? qué ocurrencia, chamiga. Nunca me falló una procesión, llevo años en esto, movilicé a miles al Señor de la Peña en La Rioja, cuadras y cuadras en Salta al Sagrado Corazón, nunca, nunca, me han fallado procesiones ni a santos ni a vírgenes, párrocos y pueblos me llaman para organizar, las hice bajo lluvia, entre vendavales, de noche, de día, escalando montañas, cruzando ríos, también navegando, balsas y canoas hasta el horizonte, a pie, en montado, chamiga. ¡Soy especialista en procesiones! ¿Cómo voy a postergar yo? —y en un pianísimo pregunta al aire— ¿Qué les digo?, ¡hace una legua que vienen cargando el santo! Estamos llegando a la capilla de los Pérez, allí nos espera el padre Severiano para la misa. ¿Qué te cuesta? Dejá la ambulancia al costado, animate, también tendrás algo para pedir o agradecer.  ¡Por algo el Señor quiso que pasaras, el santo te guio! Ofrecé el sacrificio de caminar bajo el sol, pedí un alivio, es milagroso, te va a escuchar. Dale, chamiga, ¡ayudame!

—¿Qué decís, Gracielita? Si es la única calle que tengo para llegar. ¿Una legua caminando al rayo del sol? Se van a deshidratar, van a terminar internados. Y …decime, ¿cuántos creyentes se necesitan para una procesión?

Guardó silencio, los miró de reojo, secó con la manga floreada de su camisa gotas gordas de sudor que corrían por su rostro, respiró hondo y siguió:

—Cuantito la gente vea a la doctora en la procesión se van a arrimar, le vas a dar categoría, chamiga. Como dice el Basilio: ¡la procesión va a estar «categora», «categora»! ¡Pobre, va casi solito con los cuatritos! Podrías venir a pedir por los mellicitos que tanto te preocupan, los rezos también alivian y curan. Ofrecer al señor una procesión ¡la pucha! son acciones mayores. Vas a ver como prontito mejoran, bajate, vení a peregrinar,  estamos rogando para que llueva y florezca el verdor. ¡Van seis meses de seca sin una gota! Han muerto muchos animales. 

Apoyó el brazo sobre la ventanilla, introdujo su cabeza con sombrero hasta respirar mi propio aire, los ojos como puñales y los dientes apretados y susurró entre la música:

—¡Che! ¿Para qué están los amigos, sino?

En eso el del violín dejó de tocar por primera vez y dijo:

—Dele, doctora, que cinco ya somos procesión.


La autora:

  

Nelly Amilibia, médica de niños y niñas, nació en Córdoba en 1960. Los primeros años de su profesión los ejerció en Sauzalito, en el impenetrable chaqueño. Mientras tanto, lee y escribe. Recibió estos y otros premios literarios: Certamen Literario de 2008 de E.S.C:M.B; el premio del certamen «Cuentos de Guardia»; el del «Concurso camino al Bicentenario» de FUNDASAP; y el del Círculo Médico de La Matanza. Publicó Siembra Seca, relatos interculturales. Actualmente reside en Victoria, en la provincia de Entre Ríos. 

Este relato forma parte del programa de Clínica Literaria, coordinado por Mateo Niro, en el marco de “Roemmers junto a la cultura”.