Un libro del Dr. Sebastián Ocampo

Sin estetoscopio

Las historias existenciales de un médico de guardia.

Autor/a: Martín Sansarricq/IntraMed

Voy a decir, brevemente, que con Sebastián Ocampo, Roger, me unen muchos años de trabajo de taller, muchos años de pensar cómo es, de qué se trata esto de escribir. Lo menciono y no tendría ninguna importancia si no fuera por el hecho de que me constituye en un observador de su trabajo, a lo largo del tiempo, desde varios ángulos distintos: como compañero, admirador y amigo. Sé de su mirada, de su esfuerzo en el trabajo y del instinto nato de escritor incansable, incansable de verdad, que tiene Roger.

Sin estetoscopio está compuesto por 21 cuentos escritos, según Sebastián describe en el prólogo, en las estaciones de servicios o en los cibers donde paraba entre paciente y paciente mientras ejercía las horas de guardia, siendo él mismo un médico a domicilio. Sin dudas que de esa experiencia Sebastián ha ido recopilando ese material precioso, tan singular, tan único para cada persona que escribe, que es el material con el que se construye la literatura.

En los textos de este libro hay médicos y medicas haciendo su trabajo, de noche, de día, con inclemencias, en barrios periféricos, en casas, en psiquiátricos, en navidades, en días que parecen comunes, o cuando nace un hijo; a cada relato asistimos a una nueva muestra de eso que hacen estos médicos cuando se hacen cargo de la esperanza que los seres sufrientes depositan en ellos. Porque si algo hay en estas historias, es la certeza del sufrimiento, la profundidad del dolor común para médicos y pacientes, y la urgente convicción, la certeza de que siempre hay algo, algo más que se pude hacer por el otro. Y esto que se puede hacer, a su vez, debe ser hecho mientras las vidas florecen, o se desmoronan. Siguen, continúa, en todo caso.

Los cuentos de Sebastián Ocampo nos dan la posibilidad de ingresar a una sucesión de intimidades, una tras otra, porque es eso lo que hace un médico a domicilio, en palabras de Sebastián: “Entrar en la casa de alguien, sentarse junto a él en la cama, tomarle la presión, auscultarlo, medirle la fiebre, es un acto íntimo que creo que solo se vive como médico a domicilio”. Y es de esta particularidad en la que hace pie para hacernos ingresar, así, tan de golpe, tan de pronto que ni siquiera alcanzamos a prepararnos, a la vida de estas personas, a sus pesares, a sus silencios, a sus deseos y miedos. Es destacable cómo van apareciendo, a lo largo de los textos, estos momentos de cruda vida cotidiana, instantes que ocurren todo el tiempo y que pasan desapercibidos para quien no se dispone a observarlos. Detrás de cada puerta, al final de cada pasillo, Sebastián logra captar estos momentos, logra introducirnos, de forma plena y casi sin aviso, en la parte más íntima de la vida de sus personajes. Así, tomar café en silencio en la mesa de una cocina, compartir una noche-buena, o palpar la inevitable cercanía de la muerte.

Los relatos de este libro guardan una unidad estilística, formal y temática; podrían verse en tanto que obra como un conjunto de textos que narra, desde ángulos distintos y con variantes de enfoque, el mismo campo de acción. Esto, lejos de ser una debilidad, es una apuesta y una llamativa fortaleza: cada texto se revitaliza en el conjunto, gana cuerpo y nos lleva hacia ese lugar que fuera trazado, allá, desde el principio, casi como promesa: ¿Cómo es la vida de los médicos de guardia, de qué modo atraviesan su profesión atravesados, ellos mismos, por las pruebas que la vida les va sembrando en el camino? La estructura, a su vez, también se repite: los relatos terminan con un breve párrafo que tiende a la unidad; son leves separaciones, son puntadas en suspenso que generan un sólido efecto de continuidad: la vida sigue y nosotros seguimos con ella. Así, “Me detuve en una calle oscura, me senté en el capot del auto y me prendí un cigarrillo. La brasa parecía más roja e intensa en la oscuridad. Pasó una moto y me asusté, pero era una pareja con un bebé en el medio. Fumé con tristeza, como se fuma a veces, casi sin esperanza” o “Anduve manejando un buen rato antes de cerrar la consulta y pasar a otro paciente. El barrio estaba partido al medio por alguna cumbia que sonaba por ahí, por un par de tiros, por un perro que me perseguía ladrando. La noche tenía una luna inmensa y triste. No había estrellas en la ciudad”. Esos son los finales formales aunque bien podrían ser un modo de permanencia: un hiato, subirse al auto, cerrar una consulta, apenas la separación entre una historia y la otra, o hasta que el handy de la guardia diga que ya está, que es hora de pasar la página, y module de nuevo.

Por último, no quisiera terminar estas breves palabras sin destacar la importancia de la literatura, en este libro, para los personajes. En el primer texto se ve de forma evidente, se establece la conexión entre el médico y un chico que no deja de hacer algo que puede parecer extraño, y que ha motivado la consulta: el chico no para de leer. Por supuesto, a los ojos del médico eso no es un problema. Más adelante, una de las médicas recuerda una tarde de hace mucho tiempo, cuando el padre la lleva a una librería “había estantes tan altos que los empleados usaban escaleras para llegar a los libros”, cuenta “entramos y los ojos de mi papá brillaron, tal vez era felicidad o alivio, y entonces me dijo: acá me podés pedir que te compre lo que se te antoje”. Y eso también es algo que aparece en el libro de Sebastián Ocampo: La literatura es la posibilidad del legado, el tesoro posible, aquel horizonte que podemos abrir, para siempre, en aquellos que nos importan. “Yo no voy a poder dejarte una herencia”, son las palabras del padre “lo único que te voy a dejar, son libros y educación. Y cuando decía eso, le brillaban los ojos”.

Bueno, tal vez sea, este, un buen final para mis breves palabras.

No sé que dejaremos o qué nos dejarán otras personas, pero sí sé que nos deja,  al menos esta noche, Sebastián Ocampo.

Esta noche, Sebastián, nos deja este libro.

Gracias.

 

                                                                                              Martín Sansarricq


 Breve biografía del autor:
 

Sebastián Rogelio Ocampo, nació en Rosario en agosto de 1977. Es médico psiquiatra. Graduado en medicina en la UNR y de psiquiatría en el SAMEC. Estudió en el Politécnico de Rosario y terminó la escuela secundaria becado en el Armand Hammer Colegio del Mundo Unido en Nuevo México, Estados Unidos. Escribió los libros de cuentos “¿Querés que juguemos?” y “El verano más largo del mundo”. Participó del proyecto editorial Río Ancho Ediciones. Ganó el primer premio del Concurso Internacional de Cuento Breve de la Biblioteca Popular de Paraná 2019 con su cuento “Discordancias”. Sus relatos suelen aparecer en la contratapa del suplemento Rosario12, de Página12. Es papá de Estefanía y Mateo.