La administración de toxina botulínica A, un bloqueante neuromuscular muy en boga ahora por su uso cosmético como antiarrugas, puede mejorar la calidad de vida de los pacientes que han sufrido un ictus y padecen rigidez y espasticidad en los músculos de la cara y de las muñecas, según un estudio aparecido en The New England Journal of Medicine .
Antes de ganar notoriedad por su uso cosmético, la toxina botulínica ha sido utilizada para el tratamiento de determinadas patologías neurológicas que cursan con hiperactividad muscular, como es el caso de los espasmos palpebrales crónicos, y en la última década ha sido usada para la espasticidad causada por la parálisis cerebral y la esclerosis múltiple. A través de inyecciones locales, la toxina botulínica actúa interfiriendo la comunicación entre los nervios y los músculos en el área afectada.
En este estudio, de la Universidad de Indianápolis (Estados Unidos) participaron 126 pacientes, que recibieron una única inyección de toxina botulínica A o placebo directamente en los músculos encargados de flexionar las muñecas y los dedos. Tras seis semanas, el 62% de los pacientes que recibieron tratamiento activo registraron mejoras en los principales puntos de evaluación, frente al 27% entre los que recibieron placebo.
Queda por esclarecer si el tratamiento puede ayudar a los pacientes que han sufrido un ictus a mantener su independencia funcional. Por otra parte, aunque en el estudio se aplicó una sola dosis, normalmente se necesita una nueva dosis cada tres o seis meses.
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University of Indianapolis
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NEJM
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