En la medicina, como en todas las actividades humanas, ocurren errores involuntarios. Es muy importante que un aspecto tan trascendente sea entendido y aceptado tanto por los médicos como por la comunidad en general. Aunque en muchos pacientes esto puede causar cierto grado de decepción y temor, es, a mi juicio, un tema que debemos tratar con profundidad y sinceridad. En los últimos años estamos asistiendo a un cambio muy auspicioso en la visión del error médico, como paso inicial para su prevención. Este cambio surge de la misma profesión médica, lo que la honra, y ocupa cada vez mayor espacio en las más prestigiosas revistas médicas del mundo.
Sólo en épocas recientes el tema ha llegado a los medios de difusión pública, pero, lamentablemente, la mayoría de las veces es tratado en forma trivial o con sensacionalismo pernicioso. El problema es muy complejo y es necesario entender algunos aspectos. Entre éstos, destaco principalmente dos: los que hacen a la naturaleza del ser humano y los que se refieren al modelo todavía imperante en la profesión médica en cuanto a la percepción del error.
Los errores ocurren en todos los órdenes de la vida: forman parte de la condición humana. Encaramos acciones, emitimos juicios y tomamos decisiones y, por diversos motivos, cometemos numerosos errores no conscientes en aspectos que suponemos conocer. El que comete un error cree que su acción, su juicio o su hipótesis son correctos y continúa con esa creencia hasta que no se percata de lo que ha hecho. En ese momento, puede dar pasos correctivos, pero en muchos casos el error es irreparable. Entonces, lo único beneficioso debe ser la prevención de errores similares para el futuro.
En una ciencia como la medicina, tan compleja y con múltiples incertidumbres, los errores siempre han estado presentes. Aunque los médicos sean muy cuidadosos y tengan un alto grado de eficiencia, el error ocurre en todos los niveles, incluso entre los profesionales más capacitados y con mayores habilidades y conocimientos. Sin embargo, tenemos una gran dificultad para admitirlo, por no tener en cuenta que, como seres humanos, indefectiblemente vamos a errar. En gran medida, esto sucede porque los médicos no somos preparados en la universidad para enfrentar el error. Por el contrario, se supone que nuestra actividad no debe tener errores. Los modelos tradicionales de educación médica refuerzan, equivocadamente, el concepto de infalibilidad. Cuando los profesionales de la medicina cometen un error, suelen ser mal vistos y muchas veces castigados, ya que hay un énfasis muy importante en la perfección. Como resultado de estas actitudes, el error se ve como un fracaso y esto conspira para poder aceptarlo y para tratar de no repetirlo. Debemos enfrentarnos con una paradoja: el estándar de la práctica médica es la perfección y el cuidado de los pacientes debe estar libre de errores. Sin embargo, ello es imposible por nuestra condición humana y, por lo tanto, todos debemos reconocer que los errores continuarán siendo parte de la actividad médica.
Lo deseable es que exista una mayor comprensión de este problema, en especial de parte de los pacientes, aunque es difícil, porque la creencia en la infalibilidad de los médicos está muy arraigada. Lamentablemente, es probable que este concepto sea cada vez más intenso, debido al encandilamiento con las nuevas tecnologías y a algunos éxitos terapéuticos significativos de los últimos tiempos que llevan al falso concepto de que la medicina todo lo puede, aunque realmente esté muy lejos de eso. No es habitual que un paciente considere un hecho normal el error involuntario del médico que lo atiende. En esas situaciones el médico no es visto como un ser humano, sino como alguien que es infalible y que no puede equivocarse.
Resulta, entonces, necesario que el tema sea tratado en forma más transparente y que se lo comprenda mejor. Los avances recientes en neurociencias han permitido disponer de teorías razonablemente coherentes para explicar por qué los humanos se equivocan. A partir de ellas se pueden diseñar las estrategias para disminuir o minimizar la ocurrencia de errores. Asimismo, es importante tener en cuenta que los errores suelen producirse por una suma de los factores humanos y de los del sistema. Habitualmente, no se reconoce que tanto el sistema como los individuos contribuyen al problema y, en general, la tendencia es atribuir el error sólo al individuo. Recientemente, un estudio realizado en Estados Unidos demostró que el exceso de guardias que deben hacer los médicos residentes, en especial los que recién ingresan, contribuye en forma importante a que se cometa un mayor número de errores en las salas de emergencia.
Es necesario que la prevención del error sea uno de los focos primarios en la práctica de la medicina. Hay que poner énfasis en una nueva cultura frente al error y en el rediseño de los sistemas. Se debe comprender que no se trata principalmente de un problema de escaso entrenamiento del personal involucrado. Por el contrario: los programas de educación y entrenamiento en medicina son de los más intensos y extensos de todas las profesiones. A diferencia de otras disciplinas, la medicina trata con el hombre, que es infinitamente más impredecible que cualquier máquina.
En nuestro medio ya hay experiencias auspiciosas. La Academia Nacional de Medicina cuenta con una comisión que estudia específicamente este tema y que está trabajando intensamente. En el Departamento de Pediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires creamos hace tres años el Comité de Seguridad del Paciente. Los logros en este tiempo han sido sustanciales, en especial por los notables cambios en el personal en cuanto a la aceptación del error y a su motivación para prevenirlo. Ello permitió instrumentar estrategias que resultaron muy efectivas. Seguramente hay otras experiencias en marcha, pero aún hay mucho camino por transitar. Una actitud más crítica elevará la dignidad de nuestra profesión y tendrá indudables beneficios para los pacientes.
En la población también es necesario que se modifiquen varios conceptos que no se condicen con la realidad. Los pacientes deben comprender que los médicos son falibles y que a la ciencia médica no se le debe exigir lo que no puede alcanzar. Asimismo, deben tratar de no caer en la creciente despersonalización de la atención médica, que hoy en día ha llevado a una marcada alteración de la relación médico-paciente. Esto permitirá mantener la confianza en el médico, elemento imprescindible para recuperar esa deteriorada relación, impuesta en gran medida por el sistema del cuidado de la salud que impera hoy en día.
La Nación, 22 de diciembre
Bibliografía relacionada:
Prevención de errores de medicación en el ámbito de internación pediátrica