Por Carla Barbuto. Especial para Clarín.com
La pregunta es tan académica como de café: ¿las diferencias de género son innatas? Para encontrar la clave a esta cuestión, John Morris, Cynthia Jordan y Marc Breedlove, de la Universidad Estatal de Michigan, estudian actualmente el cerebro de pájaros y ratones. Y una de sus conclusiones más curiosas dice que se puede detectar antes del nacimiento qué hormonas incidirán en el comportamiento sexual. Aunque abundan los estudios de este tipo, los especialistas todavía no pueden definirse completamente. Y la duda tiene historia. En la década del ‘60, los aires progresistas hicieron que más de un especialista pensara que las diferencias de género se debían fundamentalmente a factores culturales y que hombres y mujeres éramos casi idénticos. Pero cuando los jóvenes de los ‘60 fueron los padres de los ‘80, la corriente de pensamiento e investigación empezó a considerar que quizá la igualdad no llegaba tan lejos y las cuestiones biológicas terminaron en el centro del debate.
Enrique Novelli, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, está convencido que la sexualidad no queda circunscripta a la anatomía sino que alude a toda actividad que produce placer y, de este modo, suma una nueva variable. “Hablamos de psicosexualidad: la construcción de algo nuevo pero con los materiales aportados por la genética y la anatomía. Esos componentes serán ensamblados en el contexto que aportan los semejantes en el terreno del individuo recién nacido”, explica. Previsiblemente, no todos coinciden y el sexólogo León Roberto Gindin, director del Centro de Terapia e Investigación en Sexualidad, es uno de los que prefiere ponerse en la vereda contraria. Desde su consultorio decorado con íconos alusivos, dice: “No estoy para nada de acuerdo con el psicoanálisis. Nacemos de un modo y aprendemos la forma de canalizar el placer. ¿Conocés a alguien que haya nacido sin sexo?”.
Luis Minuchin, de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, prefiere poner todos los elementos en la balanza: “La sexualidad tiene una disposición biológica, aspectos psicológicos y culturales que se instituyen en los tipos de búsqueda y prohibiciones de objetos de placer. Desde el exterior uno adquiere una identidad sexual”. Entonces, como dice Novelli, “La cultura se infiltra en el psiquismo a través de los personajes significativos en la vida de cada persona (y desde los primeros tiempos de existencia extrauterina). Incidirá en las pulsiones sexuales, con qué objetos deberán satisfacerse y cuáles son las condiciones para alcanzar esa satisfacción”.
Todo parece indicar que actualmente existe cierto consenso en el mundillo académico con respecto a que uno es y además se hace. Aunque se da preponderancia al factor educación -identificación en el psicoanálisis-, la cuestión no llega tan lejos como en los tiempos del tristemente célebre John Money, actual profesor de Universidad Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos. Para demostrar que el sexo es neutral al momento del nacimiento y que cada uno aprende a ser hombre o mujer, el 3 de julio de 1967 puso en marcha su experimento en uno de los hermanos gemelos Reimer. Para remediar una circuncisión mal hecha que terminó amputándole el pene, decidió convertir a David en Brenda. Fue educado como una nena pero volvió a ser varón y así vivió hasta que se suicidó el año pasado (su hermano gemelo había hecho lo mismo en 2002).
El espíritu progresista de este sexólogo no era nuevo en la época y se movía al compás del movimiento feminista que cuestionaba el papel tradicional y social de la mujer y aseguraba que nada “venía” biológicamente definido. En abierta oposición a estas ideas, Minuchin dice: “El sujeto no se constituye por educación externa. La conducta sexual no es sólo anatomía, también están las pulsiones, lo genético y el resultado es la constitución mental del sujeto”.
Bien lejos de aquel polémico estudio, actualmente los especialistas se dejan seducir por la idea de un cerebro sexual y prefieren los resultados de tomografías y resonancias magnéticas en personas vivas antes que los experimentos de Money. La doctora Jill Goldstein, de la Escuela de Medicina de Harvard, realizó estudios de resonancia magnética para medir áreas de la región cortical y subcortical del cerebro y terminó encontrando diferencias por género en las funciones cognitivas y las respuestas a excitaciones emocionales. También en la Universidad McMaster se investiga la mayor densidad de neuronas en áreas del cerebro femenino asociadas al lenguaje. Y mientras se busca un consenso, el tema sigue generando un caluroso debate donde las creencias y los prejuicios emparchan los agujeros que la ciencia todavía no puede cubrir.
Noticia relacionada (Infobae 21.07.05)
El gen homosexual
Estudios realizados demostraron que las inclinaciones sexuales podrían estar determinadas por componentes genéticos
La homosexualidad ha sido criticada, juzgada y estudiada. Científicos de todo el mundo han tratado de comprender qué determinan las inclinaciones sexuales.
Un gran número de estudios de en familias y con hermanos gemelos han mostrado pruebas consistentes de que la orientación sexual puede tener un importante componente genético.
Si bien aún falta mucho por investigar, se ha observado una elevada tasa de homosexualidad entre los hijos de progenitores que ya lo son, según anunció el diario El País, de España. Al parecer, son las madres las principales transmisoras del componente genético de la homosexualidad en varones.
En 1993 se informó de un análisis genético con 40 pares de homosexuales que ponía de manifiesto una región del cromosoma X (denominada Xq28) que podía contener uno o más genes de la homosexualidad.
Se han realizado estudios que comparan la incidencia de homosexualidad entre hermanos, gemelos o no, naturales y adoptados. La mayoría de éstos muestran la importancia de la herencia en la orientación sexual.
Un estudio realizado por la Universidad Northwester, en Illinois mostró que en hermanos gemelos genéticamente idénticos (monocigóticos) la probabilidad de que ambos fueran homosexuales era del 48 por ciento, mientras que en los gemelos que sólo comparten la mitad de los genes (dicigóticos) esa proporción era de tan sólo el 16 por ciento
En hermanos biológicos no gemelos era del 14 por ciento y no superaba el 6 por ciento en hermanos adoptados. Otros estudios han ofrecido resultados similares.
Existen especialistas que opinan que el componente biológico es sólo un sustrato, quizá diferente en cada individuo, sobre el que el ambiente y la educación construyen la identidad y orientación sexuales.
La realidad derivada de las investigaciones científicas viene a confirmar que el componente genético no cubre todo el espectro explicativo de la orientación sexual de las personas, lo cual lleva a admitir un margen para los factores no genéticos, es decir, los ambientales y educativos.
Pero esa misma realidad y lo que se conoce sobre la evolución y el carácter adaptativo del comportamiento aleja la creencia de que la orientación sexual es una opción absolutamente libre del individuo.
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