Comprar es una pasión que seduce a buena parte del planeta. Hasta las abuelas son incapaces de resistir las tentadoras ofertas de la televisión y adquieren, vía teléfono y tarjeta de crédito, toda clase de objetos –electrodomésticos, aparatos de gimnasia, cremas, artículos de jardín– para amontonarlos a menudo en un cuarto vacío de la casa.
Cerca del 90% de quienes tienen este comportamiento son mujeres y, por lo general, tienen entre 30 y 40 años. Todo suele comenzar como distracción o divertimento. Ellas son las compradoras oficiales de la familia. ¿A quién puede sorprender entonces que salgan de shopping?
Sin embargo, existe el riesgo de que al cabo de un tiempo y como consecuencia de una predisposición personal, del contexto familiar y de un clima social que hace del consumo una suerte de religión, se vuelvan adictas a las compras o, dicho de otro modo, compradoras patológicas.
Es un trastorno cuya extensión los expertos aún discuten, pero que afectaría del 1 al 5% de la población y que amenaza con extenderse también entre los varones, los amenaza con extenderse también entre los varones, los adolescentes y los chicos, bombardeados por la publicidad y los mensajes que incitar a comprar y comprar.
El doctor Julio Brizuela, médico psiquiatra y presidente del Capítulo de Juego Patológico y otras Adicciones Comportamentales de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) explica que cualquier comportamiento que produzca placer puede dar lugar a una conducta adictiva.
-Y el hecho de comprar -afirma el psiquiatra- inicialmente produce ese placer. Pero a medida que se avanza en la "carrera adictiva", el placer se vuelve necesidad, la persona ya no puede dominar lo que le pasa y eso le produce culpa, vergüenza, ansiedad, irritabilidad y graves problemas económicos, laborales y familiares. Cada compra alivia momentáneamente la tensión, el "craving" o deseo irresistible. Pero al igual que cuando se consume una droga, ese alivio es efímero. Y la necesidad de repetir la conducta vuelve, una y otra vez.
Para la doctora Stella Maris Diamanti, médica psiquiatra, coordinadora de la Sección Salud Mental de la Mujer de la Asociación Psiquiátrica Latinoamericana (APAL) y directora de Mulieris, nuevo centro integral para la mujer y la familia, las mujeres son especialmente vulnerables y llegan más tarde que los hombres al pedido de ayuda, porque "cuando el problema lo tiene el marido ella lo hace consultar, pero no ocurre lo mismo cuando es a la inversa".
El doctor Brizuela añade que las mujeres suelen compran artículos de uso personal, perfumes y cosméticos, joyas y objetos que muchas veces regalan a otros o que amontonan en distintos lugares de la casa -a veces, escondidos- sin usar.
"En ciertos casos la adicción es por las compras al contado, en otros por la «adrenalina» que les produce endeudarse y usan la tarjeta de crédito, aunque tarde o temprano llega el descalabro económico o financiero, porque la compra siempre será insensata y más allá de lo que permita el presupuesto", dice el psiquiatra, que esta tarde, de 14 a 17, dará un taller sobre juego y compras patológicas en Mulieris (informes e inscripción: 4372-4463).
Entre los factores personales que pueden predisponer a la patología, se destacan la sensación de vacío o el sentimiento de soledad ("aunque tenga familia o compañía, igual puede sentirse así", dicen los psiquiatras), la falta de sentido en la vida, el aburrimiento, la frustración o la inseguridad.
"Todo ésto, combinado con la masiva instalación de centros comerciales, productos siempre renovados, y valores centrados en ´tener´ u ´ostentar´, pueden oficiar de desencadenantes", afirman.
Sorpresas en la guardia
El doctor Julio Brizuela agrega que a menudo el problema estalla cuando los maridos, desbordados por la situación, reaccionan en forma violenta o desesperada.
"Un médico de guardia debería prestar atención a una señora que no parece ni drogada ni alcoholizada ni sufrir un desequilibrio emocional, pero que llega a la emergencia con un ojo en compota diciendo que se cayó o se golpeó con una puerta -advierte el psiquiatra-. En realidad, si se indaga un poco más a menudo ha sido el esposo que en su desesperación le ha pegado porque se gastó el sueldo entero o sacó un crédito que no paga.
"Son muchos los casos que se presentan así. Y también es frecuente que cuando sucede en mujeres mayores consulten los hijos. Hay que prestar atención si juntan y juntan objetos que no utilizan, o cuando son pródigas en regalos para parientes y amigos o el placard desborda de zapatos, o de corbatas, que nadie usa", dice el psiquiatra.
El tratamiento es similar al que se pone en marcha para recuperar a un adicto a las drogas. "Aunque no se trata, como en esos casos, simplemente de abstenerse de consumir una sustancia -advierte el doctor Julio Brizuela-. En nuestras sociedades la compra forma parte de la vida cotidiana, es imposible vivir sin comprar. En estos casos, el desafío es enseñarles a comprar, pero normalmente."
Por Gabriela Navarra
De la Redacción de LA NACION
Signos de alarma
Cuando se siente triste, deprimido o enojado, lo único que lo calma es ir de compras.
Con frecuencia compra cosas inútiles, que se arrepiente de haber adquirido, y tiene muchos artículos que no usa en su casa.
Tiene mentalidad poco crítica; se deja influir demasiado por la publicidad; cree que tener u ostentar es muy (o lo más) importante.
Se precipita a la hora de comprar porque no puede controlar sus impulsos.