Reflexiones de Arnoldo Kraus.

"Sabiduría: lápices y gomas" y "Publicar o perecer"

Hacia donde se dirije el conocimiento.

Arnoldo Kraus

Estas líneas descansan sobre dos ideas que con frecuencia me persiguen. Ambas disecan algunos entresijos de la condición humana. Ambas podrían ser tabiques para repasar algunas de las pifias de nuestra especie. Ambas inquietan por su vigencia. Aunque podría parecer, a vuelapluma, que no se entrecruzan, ahora que las leo en el mismo papel encuentro que juntas adquieren más fuerza.

Fue Mark Twain quien dijo, palabras más, palabras menos, que "los libros deben escribirse con la parte trasera de los lápices". Aunque la historia del hombre, del conocimiento y de la sabiduría debería utilizar la misma regla, no es así. Se hace, se escribe, se investiga, se genera información y se crece sin parar y sin preguntar. Sin preguntar cuánto de lo hecho, cuánto del conocimiento y cuánto de lo construido sirve y cuánto no sólo no sirve, sino que, por el contrario, destruye y desplaza. Destruye al medio ambiente y desplaza al ser humano. En el mundo actual se acumula sin cesar conocimiento, muchas veces supeditado al poder y a lo que la información "desea y busca".

La información tecnológica, espacial y biomédica, si se genera y luego se utiliza sin cuestionar si es ese el conocimiento que más se requiere, puede ser perjudicial, sobre todo cuando no se piensa en las mermas que podría producir en el futuro. El deterioro del medio ambiente es un ejemplo harto conocido. Un corolario escéptico, pero real, de lo que acontece en el mapamundi contemporáneo podría ser "sobran lápices, faltan gomas". Twain pide demasiado: borrar implica reflexionar. Borrar es humildad. Borrar requiere autocrítica. Borrar es reconsiderar. Reflexionar, humildad, reconsiderar y ser autocrítico son conceptos lejanos cuando el poder omnímodo decide sin preguntar. La información prevalece sobre el conocimiento y el conocimiento sobre la sabiduría. Así lo enseña T. S. Eliot.

En su poema La roca (1934) escribió: "Invenciones sin fin, experimentos sin fin, nos hacen conocer el movimiento, pero no la quietud, conocimiento de la palabra, pero no del silencio de las palabras, pero no de la Palabra.

"¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?

¿Y dónde esta el conocimiento que hemos perdido en la información?"

T. S. Eliot, 70 años más viejo, tiene razón: vivimos en un mundo copado por datos. La información aumenta y aumenta. Se multiplica sin cesar. Progresa en forma geométrica. Revistas, estadísticas, televisión, folletines, anuncios luminosos, propaganda, números: ¿dónde las palabras?, ¿cuándo la Palabra de Eliot? La información crece mientras el conocimiento decrece. La información es una vestidura superficial, barata y ligera. El conocimiento requiere esfuerzo e introspección. Es fácil "estar informado" y son presas fáciles las víctimas de esas campañas. La información "rápida", "superflua", desechable, sin contenido, sin conocimiento, es parte de los objetivos de los medios de comunicación. Esa información es económicamente redituable y es enemiga del saber.

Tener conocimiento, en cambio, es más complejo. Requiere la participación de la persona. Del esfuerzo del individuo y de las bases que le hayan o que haya sembrado. Requiere imaginación. Implica dejar de ser meramente consumidor. El conocimiento siembra seres contestatarios, evoca respuestas. Al reparar sobre Twain escribí que no todo el conocimiento es bueno. Y lo reitero: depende del uso que se le dé y los motivos por los cuales se genera. El "buen" conocimiento, obviamente, es lo que ha creado los pilares de la civilización. Sin embargo, en la actualidad la información prevalece sobre el conocimiento "útil" y ambos sobre la sabiduría. T. S. Eliot tiene razón: el valor que se le da a la sabiduría es escaso. Parecería que ese don es una reliquia.

La sabiduría es un paso que va más allá del conocimiento. Es el corazón del ente sabio. Es lo que hace que un ser humano sea persona. En muchas ocasiones es lo que determina la conciencia de los individuos. Sabiduría implica juicio y prudencia. En tiempos donde la información rige las reglas del mercado y el comportamiento de muchos seres humanos tanto el juicio como la prudencia son cualidades escasas.

Escribí sobre una idea de Twain y otra de Eliot para retratar "unos fragmentos" del mundo contemporáneo. Uno apela a la autocrítica como fuente de saber y otro a la sabiduría como medio para dar valor a las palabras. Uno entiende que los textos finales son sólo finales después de mucho borrar. Otro comprende que la sabiduría es lo que hace al hombre ser humano. Uno borra para escribir y otro vindica la Palabra para saber. Uno sabe después de borrar. Otro pregunta para impedir que la superficialidad erosione al ser humano.


Arnoldo Kraus: ¿Publicar o perecer?

Hace algunos años una prestigiosa revista estadunidense planteaba el siguiente dilema, ¿publish or perish?, es decir, "publicar o perecer". El quid, por supuesto, estaba dirigido a todo científico, cuya "obligación" es sacar a luz sus descubrimientos, de preferencia en "buenas" revistas. Siguiendo el dogma "publicar o perecer", quien investiga y no aporta datos nuevos debería dedicarse a otra cosa y abandonar la ciencia. Sin embargo, como demuestra el affaire Hwang-Science, las cosas no son tan sencillas. Y no lo son porque entre los investigadores, la ciencia y las revistas científicas hay una miríada de intereses que perturban enormemente la "pureza" de la ciencia.

"Pureza", entre comillas, implica que todo lo que gira en torno a la ciencia debería vestirse de términos como honestidad, ética, servicio y conocimiento "útil"; implica, asimismo, alejarse de todo lo que se relacione con fraudes, plagios, intereses económicos "inadecuados", experimentos mal diseñados e invención de resultados. Cuando se habla de ciencia, sobre todo cuando ésta tiene que ver con comunidades grandes o con naciones, también debería incluirse la palabra neutral. Aunque el affaire Hwang-Science no ha concluido, son muchas las lecciones de este chisme científico -para no hablar de la ciencia de las azoteas.

Science y Nature son dos de las revistas científicas más prestigiosas en el ámbito internacional. Podría decirse que en ellas publican los científicos más sólidos y que la mayoría de las investigaciones ahí impresas son el fruto granado de los mejores esfuerzos y de los grupos con más peso y poder en el mundo. Publicar en ellas es muy complejo; lo anterior supone que el proceso de revisión de los artículos sometidos es excelente e inmejorable. Es decir, por las páginas de esas revistas sólo corre la crema y nata de la ciencia. Woo-suk Hwang es un científico sudcoreano mundialmente famoso por sus experimentos de clonación terapéutica.

En 2004 publicó en Science un artículo en el que describe la clonación de un embrión humano. En mayo de 2005 apareció otro trabajo suyo en la misma revista donde demuestra que obtuvo embriones humanos por clonación a partir de células de pacientes y derivó de ellos células madres que en un futuro podrían utilizarse para tratar pacientes con enfermedades crónicas para las cuales, en la actualidad, no existe cura.

De acuerdo con Hwang, las células madres obtenidas, que poseían las misma carga genética que los pacientes, tenían capacidad para transformarse en cualquier tejido con la virtud extra de que no provocarían rechazo en caso de trasplantarse a enfermos. La última publicación -mayo de 2005- generó gran entusiasmo a nivel mundial. Hace pocos días, dos de sus colaboradores, el estadunidense Gerald Schatten y el coreano Sung-il Roh acusaron a Hwang de mentir.

Según Roh, quien aparece en los diarios llorando tras denunciar a Hwang por falsificación, "las células madres clonadas no existen y las fotografías de dos líneas celulares se presentaron como si pertenecieran a más líneas". El asunto se ha tornado tan complejo que el gobierno de Corea solicitó que la Universidad de Seúl investigue la veracidad o no de los estudios. Por lo pronto, Hwang solicitó a la revista Science que retire el artículo publicado en mayo, es decir, que no se dé validez a sus experimentos. No sobra recordar que Hwang es considerado héroe nacional por sus hallazgos.

"Borrar" un artículo -aunque en el pasado ha sucedido con otras publicaciones en donde se demostró que existía fraude- no es sencillo. Todos los firmantes de la investigación, en este caso 24 personas, deben pedir que se retire dicho artículo. De acuerdo con el director de Science y con otros científicos, si bien esperan el veredicto final de la Universidad de Seúl, "los acontecimientos desatados por Hwang son una verdadera tragedia" amén de que parece claro que se violaron muchos códigos éticos durante el experimento, tal como han manifestado los editores de Nature.

El desaguisado es realmente terrible. De ser ciertas las afirmaciones de los dos coautores, ¿por qué permitieron que se publicase el trabajo?, ¿cuál es el papel de los 21 investigadores restantes?, ¿qué deberán hacer las revistas científicas para saber que los resultados enviados son veraces? Por último, ¿hasta dónde puede confiar la sociedad en los resultados que publican "algunos científicos"? Afortunadamente, sucesos similares han orillado a los editores de algunas publicaciones médicas a exigir que los científicos sometan el trabajo a realizar desde un principio, no sólo para conocer la veracidad de los resultados, sino para evitar fraudes y para conocer también las partes negativas -o malas- de la investigación.

Fue Charles Bukowski quien dijo: "la fama es la peor puta de todas". Lo dijo libre de las "presiones del mercado" -como sucede cuando se malversa la ciencia- y lo dijo sin amedrentrarse por dogmas como el de "publicar o perecer". 

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El escándalo en Corea (DOYMA)

El científico Hwang Woo-suk pidió perdón a sus compatriotas surcoreanos y asumió su responsabilidad por su investigación fraudulenta de células madre, pero culpó por el escándalo a subalternos que, según declaró, le engañaron.

En su primera comparecencia pública en casi tres semanas, Hwang reiteró que tenía la tecnología para utilizar la clonación con el fin de crear células madres de embriones humanos que coincidieran genéticamente con sus pacientes, y que lo puede hacer en seis meses si le dan acceso a suficientes óvulos humanos.

La Universidad Nacional de Seúl, donde trabajaba el científico, difundió el martes los resultados de una investigación que mostraron que inventó sus supuestos hallazgos del 2004, cuando publicó que había creado las primeras células madre a partir de un embrión humano clonado.

La Universidad había manifestado previamente que el contenido de otro artículo publicado por Hwang sobre células madre de pacientes específicos era falso.

"El uso de información falsa... es de lo que me responsabilizo totalmente como principal autor", manifestó Hwang en una conferencia de prensa televisada en todo el país. "Reconozco todo esto y nuevamente pido disculpas", añadió. "Les pido que me perdonen -declaró Hwang-. Me siento tan humillado que incluso es difícil pedir perdón".

Sin embargo, Hwang manifestó que fue engañado por dos científicos de menos experiencia y expresó que creía que sus documentos eran legítimos cuando fueron publicados en revistas especializadas. Indicó que sus colegas del Hospital Mizmedi de Seúl le mintieron cuando dijeron que habían seleccionado y desarrollado con éxito células madre de embriones humanos clonados por el equipo de Hwang.

"Pensamos que nos engañaron completamente con sus resultados de la investigación -manifestó Hwang-. Basándonos en el desempeño y la responsabilidad del Hospital Mizmedi, confiamos en sus informes en un 100%".

Hwang ha pedido que los fiscales investiguen sus afirmaciones de que algunas de las células madres de embriones clonados en su laboratorio fueron cambiadas malintencionadamente por las desarrolladas en el Hospital Mizmedi, que empleaba embriones humanos comunes, sin clonar.

Los fiscales registraron la vivienda de Hwang en el sur de Seúl y confiscaron evidencias relacionadas con la investigación de fraude de células troncales, dijo el funcionario de la fiscalía Kim Hang-soo. El gobierno ha manifestado que iniciará una auditoría nacional de los fondos brindados para la investigación de Hwang.