Su complexión física es como la de Arnold Schwarzenegger, pero cuando se miran al espejo se ven delgados. Esto es lo que le ocurre a un número significativo de varones estadunidenses que sufren de un padecimiento denominado dismorfia muscular o vigorexia.
Como la anorexia, extendida sobre todo entre mujeres, la vigorexia es una enfermedad vinculada a la percepción distorsionada que tienen los hombres de sí mismos, que en casos extremos puede afectar sus vidas.
La palabra vigorexia fue acuñada en los años 90 por el profesor de Harvard Harrison Pope: "Una característica esencial es que siempre se piensa que no se tienen suficientes músculos", dice el autor del libro El complejo de Adonis.
Esta situación puede llegar a extremos tan dramáticos que en algunas ocasiones los fisicoculturistas -que se encuentran en plena forma- se consideran demasiado delgados y acuden a la playa con camiseta de manga larga para ocultar sus brazos.
En una ocasión, relata Pope, un hombre ni siquiera se atrevió a salir a su jardín (techado) ante la posibilidad de que "pasara un avión y alguien lo mirara por la ventana".
"Para alcanzar su imagen ideal muchas personas con dismorfia muscular centran su vida en el entrenamiento y se alimentan de acuerdo con el ejercicio físico", explica el especialista.
Algunos llegan tan lejos que pierden sus trabajos o son abandonados por sus parejas. Sin embargo, viven convencidos de que "cuando alcancen los abdominales perfectos, todos los problemas tendrán una solución satisfactoria".
Causas del padecimiento
Las causas de la vigorexia no han sido perfectamente aclaradas. Especialistas de la Escuela de Medicina Monte Sinai, en Nueva York, detectaron en el cerebro de los vigoréxicos una ausencia de serotonina, un neurotransmisor cerebral.
Por esta causa los pacientes tienen una sensación permanente de que "algo no está bien en ellos". Los científicos de este centro de investigación destacan que un tratamiento con medicamentos puede ayudar, aunque precisan que no puede alcanzarse una cura total de la enfermedad.
En opinión de los expertos, en la aparición y desarrollo de este padecimiento son decisivos los componentes sociales y sicológicos, así como la presión del culto permanente al cuerpo.
Un dato curioso es que los muñecos de plástico de las series de acción que se transmiten en Estados Unidos, con los cuales juega casi cualquier niño de ese país, duplicaron el tamaño de sus bíceps en los 20 años recientes.
La publicidad televisiva de pesas y otros aparatos de entrenamiento es tan común en esa nación como la de jabón en polvo en otros países.
Además, las revistas de fisicoculturismo proliferan en el mercado, y empresas como Calvin Klein basan su publicidad en hombres cuya perfección física es inalcanzable para la mayoría.
La predisposición física para un cuerpo perfecto es muy poco habitual, y en el caso de muchos modelos no todo es obra de la naturaleza, sino de las drogas que ayudan a desarrollar los músculos, algo muy extendido en el mercado negro.
De acuerdo con instituciones de Estados Unidos, al menos de 3 millones de hombres consumen anabólicos cada año.
Según el British Medical Journal, casi tantos hombres como mujeres están disconformes con sus cuerpos. La cifra de frustrados se triplicó en 25 años.
Ironía del destino: las mujeres jóvenes de este país y Europa prefieren una constitución física normal en los hombres y, en general, se sienten intimidadas por el exceso de músculos, según varios sondeos.