Por Pedro Lipcovich
Algunos tienen dolor de espalda, de cuello, de cintura; a muchos, les duele la cabeza; a otros, lo que les duele es el oído; otros tienen mareos, llegan a caerse en la calle; incluso algunos, enloquecidos de dolor, van a parar a instituciones psiquiátricas. Lo que pueden tener en común estos destinos tan diversos es que procedan de enfermedades en la articulación temporomandibular (ATM), la que une el maxilar inferior con el cráneo. Una importante institución oficial de Estados Unidos lanzó una investigación sobre miles de voluntarios sanos para entender los alcances de estos trastornos, cuya importancia sólo en los últimos años empieza a vislumbrarse. A partir de los resultados de un estudio piloto, se estima que una de cada 16 personas de entre 18 y 44 años desarrollará problemas de ATM en un lapso de tres a cinco años. Un destacado especialista argentino, además de narrar casos impresionantes, señaló que “muchos casos de dolor por estas patologías todavía son erróneamente atribuidos al ‘estrés’”.
La investigación fue lanzada por el Instituto Nacional de Investigación Dental y Craneofacial (Nidcr) de Estados Unidos, que le destinó 19,1 millones de dólares. Se trata del “primer estudio clínico de envergadura que se haya efectuado para identificar factores de riesgo de trastornos de la ATM”, según precisó la institución. Se reclutaron ya 3200 voluntarios de entre 18 y 44 años, en buen estado de salud y sin previos problemas de ATM. El estudio, que durará entre tres y cinco años, se propone establecer cuántos de los participantes desarrollarán este tipo de problemas e indagar acerca de las causas.
“No se sabe exactamente cuánta gente padece trastornos de la ATM, pero los principales síntomas, consistentes en dolor y en restricciones de los movimientos de la mandíbula, afectan a entre el 5 y el 15 por ciento de los norteamericanos –según el Nidcr–. Los trastornos de la ATM son más comunes en mujeres que en hombres, y en la mayoría de los casos la causa es desconocida.”
El Instituto advierte también que “si bien estos trastornos varían en duración y severidad, para algunas personas el dolor se transforma en una presencia permanente en sus vidas” y que “en ausencia de indicaciones científicas de aceptación general para el manejo de estos trastornos, los agentes de salud intentan ayudar a los pacientes mediante distintos abordajes, a menudo con resultados insatisfactorios”.
A partir de los resultados de un estudio piloto que duró tres años, sobre 240 mujeres sanas sin antecedentes de trastornos de la ATM, se estima que “uno de cada 16 voluntarios desarrollarán su primer trastorno de la ATM durante su participación en este estudio”, afirmó William Maixner, investigador principal en el proyecto.
Jorge Learreta –presidente de la sección sudamericana del Colegio Internacional de Ortopedia Craneomandibular y profesor de posgrado en la Sociedad Argentina de Ortodoncia– explicó que “un paciente con problemas de ATM puede empezar con dolores en la espalda, la nuca, el cuello, incluso en la cintura”. Una posibilidad frecuente son las cefaleas: “El primer músculo correspondiente a esta articulación es el temporal, en cada costado del cráneo: la tensión de este músculo por trastorno de la ATM puede hacer que el paciente, sin registrar todavía síntomas en la articulación, sienta fuertes dolores de cabeza”.
También es común que una enfermedad de la ATM se manifieste por dolores de oído: “El dolor se registra adentro del oído pero es irradiado desde la ATM –señaló Learreta–: en el desarrollo embrionario, ambas zonas se originan juntas, y en varios aspectos quedan interconectadas. Un mismo nervio se divide para ir al músculo masticador y al músculo tensor del tímpano, responsable de que, ante un ruido muy fuerte, la membrana del tímpano se ponga tensa para evitar que este órgano se lesione, y, a veces, cuando el músculo masticador entra en espasmo, también se pone en espasmo el del tímpano y la persona siente como si tuviera los oídos tapados”.Por ejemplo, “un joven, que para colmo quería ser músico, tenía el problema de que cualquier sonido lo desencajaba: le dolía el oído de tal forma que se enloquecía: en este caso, el problema era que el músculo masticador se hiperrelajaba y arrastraba en esto al tensor del tímpano, que así no podía cumplir la función de frenar los movimientos de los huesecillos del oído medio”.
En otros casos, el efecto de un trastorno de la ATM se expresa en el centro del equilibrio, vinculado con el oído, y se producen mareos: “He recibido pacientes que llegaban en camilla o sostenidos por sus familiares porque se caían en la calle”, agregó el especialista.
Pero el caso más impresionante es el de “una paciente, que vive en el sur del país, a la que, poco después de la extracción de una muela, le empezó un dolor que irradiaba hacia el oído –contó Learreta–. Primero pensaron en una infección en el alvéolo dentario vinculada con la extracción, pero no; después plantearon que podía ser un problema en el oído, pero no lo tenía. La mandaron a ver si era un problema de columna, pero no tenía. La mandaron a un psicólogo, sin mayores resultados. Entonces la mandan a un psiquiatra que le empieza a dar medicación; llegó a estar muy medicada pero seguía con el dolor. La internaron en un establecimiento psiquiátrico para una cura de sueño de 48 horas pero como, pasado ese tiempo, seguía con los dolores, la mantuvieron internada; cuando ella se dio cuenta de que no la dejaban salir, fingió sentirse mejor hasta que la dejaron ir. Cuando consiguió salir, se tomó un avión a Buenos Aires. Ya habían pasado 11 meses desde el comienzo de los síntomas. A partir del diagnóstico de trastorno de ATM, se curó en 15 días”.
En la mayoría de los casos, el tratamiento requiere que el paciente lleve en el interior de la boca, las 24 horas del día y a veces durante más de un año, una placa de acrílico hecha a medida, que va reubicando la posición de la mandíbula.