De eso no puede caber ya ninguna duda. Especialmente después de leer el informe que hoy publica la revista británica The Lancet : entre otras cosas, advierte que -si no se toman medidas de prevención- los accidentes de tránsito treparán del noveno lugar entre las causas de morbimortalidad mundial, en 1990, ¡al tercero!, en 2020.
Basta con escuchar la radio o leer las páginas policiales de los diarios para que nadie que tenga real conciencia de este estado de cosas confíe excesiva y audazmente en sus destrezas, siempre más precarias -hay que decirlo- que la obediencia a las normas. Y menos cuando, después de obtener triunfalmente el carnet de conducir, hay quienes se lanzan a las calles de Buenos Aires al volante de un "bólido" suponiendo que "el de al lado" hará lo que corresponda.
Según los especialistas, en las próximas dos décadas el trágico balance de muertes en las rutas crecerá globalmente nada menos que un 66%. Pero hay que tener en cuenta que este número oculta una diferencia significativa entre naciones ricas y pobres: mientras en las primeras esta cifra rondará el 28%, en países como China o la India se prevé un incremento del 92% y del 147%, respectivamente.
El trabajo, realizado por The George Institute for International Health, de Sydney, la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, y el Instituto Nacional de Salud Pública, de México, puntualiza además que el enorme peso social y económico que representa más de un millón doscientos mil personas muertas y 50 millones de heridos anuales por "accidentes" de tránsito recae especialmente en los países de ingresos bajos y medios, que son los que menos pueden afrontarlo.
Después de analizar detalladamente la situación global, los autores concluyen que, si bien la motorización mejora la calidad de vida de las sociedades, sus beneficios se cobran un alto precio. Y ante las perspectivas, no pueden menos que recomendar -tal como insistentemente lo hacen especialistas locales- que se considere a los accidentes de tránsito una prioridad de salud pública.
Mientras tanto, sugieren empezar poniendo en práctica algunas estrategias que ya probaron ser efectivas para ahuyentar esta pesadilla.
Por ejemplo, la introducción de "lomos de burro" en Ghana redujo las muertes un 55%; el uso de luces durante el día en vehículos de dos ruedas redujo un 15% los choques mortales en Singapur; y el uso de cinturones de seguridad disminuyó un 40% las heridas graves y un 65% las fatales. En los ciclistas, el uso de casco redujo los traumas craneanos y cerebrales entre un 63% y un 88%.
Claro que nada de eso servirá si no cambia... nuestra cabeza. Como suele repetir un amigo, de nada vale apurarse al final, lo importante es partir a tiempo.
Por Nora Bär
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