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Los jóvenes piden piercings cada vez más agresivos y riesgosos

En tres años se duplicó la cantidad de perforaciones.

Los más solicitados son los que se colocan en la lengua, labios y nariz. El furor por las perforaciones ya es mayor que el de los tatuajes. Los especialistas advierten sobre las infecciones que pueden provocar.

Los piercing llegaron para quedarse: no sólo aumenta la cantidad de personas perforadas, sino que se desplaza también el sitio de colocación. Los tatuajes extremos, los que sorprenden en lugares visibles como la lengua o en zonas ocultas, como los genitales, empiezan a ganar una buena porción del mercado en el negocio de los anilladores corporales.

Según una recorrida de Clarín por distintos locales, y según la información de la Asociación de Tatuadores y Afines de la República Argentina (ATARA), hay un incremento notable en la cantidad de jóvenes que acuden para agregar metal a su piel. "Calculamos que en tres años se duplicó la cantidad de perforaciones. Hace diez años, cada veinte tatuajes se colocaba un piercing. Hace tres años, por diez tatuajes, tres aros. Y ahora, por cada cuatro tatuajes, seis piercing", dice Carlos Schmidt, presidente de esa asociación civil ATARA, impulsora de la ley que rige la actividad en la Ciudad de Buenos Aires (ver "Para prevenir...").

En los principales locales de piercing de la galería Bond Street de avenida Santa Fe se están haciendo entre 30 y 40 por día. En el local Freedom, Sergio, el dueño del local desde hace 14 años, dice que desde setiembre a marzo se triplica la cantidad de perforaciones que se hacen, superan las 30. Y en los otros meses se hacen un promedio de 10. "Los piercing y los tattoo son una moda que cambia todo el tiempo. Hoy la mayoría se los hace en la nariz y el labio, cuando el año pasado era la ceja", dice.

En American Tattoo, tienen un especialista sólo para hacer piercing. No tatúa, ya que la demanda es mucha. "Todos quieren llamar la atención en verano y pasan a perforarse, la mayoría en el labio", explica el encargado del local.

Isabella es una israelí que está de vacaciones en Buenos Aires con su novio, y pasó a perforarse la lengua. "Estoy media indecisa, porque dicen que es uno de los lugares que más duelen, pero algo me quiero hacer. Mi novio se puso un aro en la nariz y me gustó", dice la joven, para quien a pesar de tener un poco de miedo, "estar a la moda vale la pena".

Así como crece la cantidad de gente perforada, cambia también el lugar de perforación. "Hace 10 años el hecho de tener un aro en el ombligo era muy osado; luego se empezó a pedir nariz, tanto mujeres como hombres, y luego, cejas o labios. Y hace unos años no veías una lengua ni de casualidad. Hoy te subís a un colectivo y es muy común encontrar a adolescentes perforados ", afirma Verónica Schmidt, de Vikingo Tattoo.

En el sitio web de estos "artesanos de la piel" del barrio de Belgrano (http://vikingotattoo.tk) tienen un sector dedicado a "extremos"; es decir, perforaciones en el pecho o los genitales.

Verónica aporta un dato, producto de sus diez años de experiencia: "Los genitales se los hacen generalmente las mujeres de entre 40 y 50 años que están buscando otra onda en sus relaciones sexuales. Hay distintas colocaciones, según la sensación que se busque experimentar. Pero a los jovencitos no se lo recomiendo, ni se los hago. A menores tampoco les coloco en la lengua, aunque vengan acompañados por los padres. Un chico de, digamos, 12 años, no es del todo responsable como para asumir esas perforaciones. No se pueden quemar etapas; no voy a incentivar eso". Verónica tiene un hijo de 12 con un piercing en la oreja, pero no le permitirá otros de estos modelos extremos.

¿Por qué el furor por el piercing? Más allá de las modas, hay un dato económico; cuesta 40 pesos, lo mismo que el tatuaje más básico. Es decir, hoy un piercing es muy accesible desde lo económico. Por poner un ejemplo: un tatuaje tribal que ronda el brazo sale 90 pesos.

Después, hay otro elemento que analizan los tatuadores: a diferencia de un gran tattoo, de esos que cubren todo un brazo o media espalda que son casi imposibles de sacar, un piercing sale fácil. Es cuestión de desenroscar y listo. "Luego la cicatriz cierra", dicen. Pero, ¿es así? La opinión médica los desmiente.

Lilian Fosatti, docente autorizada de Dermatología de la UBA y directora de Medios y Publicaciones de la Sociedad Argentina de Dermatología, sostiene: "No es verdad. Los agujeritos no cierran; no hay más que observar a cualquier mujer a la que se le perforaron los lóbulos cuando era bebé: aunque no use aros, no se cierran. Y en aquellos con predisposición a tener cicatrices queloides (que crecen más allá del lugar donde se hizo la intervención) la cicatriz será muy difícil de corregir".

Más allá de esta observación, la doctora Fosatti señala que el que se quiera hacer una intervención de este tipo debe tener muy en cuenta el lugar físico donde se hará.

"Las condiciones de asepsia —advirtió— deben ser impecables para evitar infecciones o contagio de algunas afecciones graves como hepatitis y VIH".

 

Perforar o taladrar
Victoria Tatti
vtatti@clarin.com

¿Quién no se clavó una astilla por caminar descalzo sobre pisos de madera? Y, ¿a quién no le dolió ese milimétrico trozo incrustado en la planta del pie que, herido, enrojeció y hasta latió por un principio de infección? Ya no astilla sino una pequeña barra de metal que perfora o taladra (piercing), una especie de aro, en lenguas, labios, narices, párpados y órganos sexuales, todas zonas más sensibles que el lóbulo de la oreja. Una práctica que para soportarla, muchas veces, obliga a llevar a mano un frasco de anestesia local. Algunos seguidores del piercing dicen que denuncian así el sufrimiento que las personas producen en cuerpos ajenos. Otros, sólo que les atrae. Cuestión de gusto, moda o de dolores clavados que causan placer... y también infecciones.

"Coiffeur" alternativa
Fernando García
fegarcia@clarin.com

Acaso el primer contacto con el piercing aquí haya estado en la provocadora tapa de La Muerte Joven, el libro que la española Bruguera le encargó al argentino Juan Carlos Kreimer para indagar el misterio que en el mundo producía, a fines de los 70, el "Punk". Corrosivo, el muerto joven de la tapa exhibía un imperdible (alfiler de gancho) adosado a su rostro levemente verdoso. Remitía a un tribeño de la Polinesia pero la conmoción justamente estaba en esa cercanía: era un chico occidental de una metrópolis cualquiera. Era lo que se veía venir.

El alfiler apareció en un afiche diseñado por Jamie Reid y le colgaba a la Reina Isabel del labio inferior. Curiosamente ese gesto iconoclasta de la contracultura post-situacionista (la vanguardia filosófica que gatilló las estrategias del Mayo Francés) se daba la mano con una ornamentación del cuerpo ritual, patrimonio de culturas primitivas. Con todo, el post punk coincidió con un nuevo artesanado —de fuerte pie afrocaribeño— que explotó en los mercados de Candem y Portobello Road en Londres y de allí como un virus por el resto de Europa. Junto con la emergencia del tatuaje, el body piercing estableció una categoría nueva para la sociología pop: el "moderno primitivo". Como otros gestos de las subculturas de posguerra, fueron apropiados. Casi funcionan como servicios de coiffeur alternativa.


Para prevenir y proteger

En la Ciudad de Buenos Aires, la ley 1897 establece "normas sanitarias básicas para la práctica del tatuaje y perforaciones, con la finalidad de prevenir y proteger la salud de los usuarios del servicio y a los profesionales que las realicen". En el artículo 10 dice que sólo podrán tatuarse o perforarse los menores de 18 años que lleven autorización por escrito con firma fehacientemente acreditada por los padres o tutor. Y el local está obligado a exhibir un cartel informativo. El incumplimiento se sancionará con multas de entre $ 50 y $ 2.000 o hasta la clausura del local.

En la Provincia de Buenos Aires, desde hace siete meses, una disposición municipal regula el funcionamiento de los locales que hacen piercings y tatuajes. La norma contempla exigencias sanitarias preventivas como uso de guantes y material descartable. A partir de esta resolución, en la capital provincial sólo tienen habilitación cuatro comercios. "El resto fue clausurado. Incluso hicimos infracciones a particulares que hacían las prácticas en sus casas y lo promocionaban por los diarios", dijo a Clarín el director de Control Urbano, Luis Patiño. Sin embargo, la Provincia está retrasada en la normativa.

El Concejo Municipal de Rosario aprobó a principios de agosto una ordenanza que regula normas higiénicas y sanitarias para prácticas como el tatuaje y el piercing. La norma prohibe este tipo de prácticas a menores de 18 años o incapaces, excepto que se presenten acompañados por su padre, madre o tutor, encargados de extender una autorización y acreditar el parentesco. Y para quienes realicen perforaciones o tatuajes deben aprobar un curso de capacitación higiénico sanitaria que les permita, entre otros elementos, conocer acerca de esterilización y desinfección de materiales, enfermedades de transmisión hepática e infecciones. La violación a las normas contempla multas que van desde los $ 300 a los $ 970, o hasta 15 días de arresto.

En Mendoza, desde el 21 de setiembre, una ley regula la práctica de los tatuajes y piercing. Los tatuadores deberán estar vacunados contra hepatitis B, tétanos y poseer libreta sanitaria.