Una directiva europea ha puesto fecha de caducidad a este tipo de ensayos en animales
ISABEL ESPIÑO
LYON (FRANCIA).- En el Renacimiento, Lyon se convirtió en la capital de la seda, primero, como almacén de los tejidos procedentes de Oriente y, en los siglos posteriores, como el gran fabricante europeo de estos hilados. Hoy en día, la ciudad francesa fabrica otro valioso tejido: una compañía del grupo L'Oréal produce pequeños fragmentos de piel artificial para testar cosméticos.
Las pruebas de champús, maquillajes o colonias en animales de laboratorio tienen los días contados. A la presión de los ecologistas, se ha unido desde hace dos años una directiva europea según la cual, a partir de 2009 y 2011 (dependiendo de los tests), ya no se podrán probar en animales los ingredientes de productos cosméticos u otras sustancias químicas, desde detergentes hasta pinturas.
La propia industria cosmética (un sector que en Europa produce cada año unos 5.000 millones de productos) es la primera interesada en las alternativas a los animales. Con los avances en el cultivo de tejidos, reconstruir la piel humana resultaba, cuando menos, el paso natural.
Inicialmente, "fue una idea muy revolucionaria, [pero] resultaba lógico, porque es el órgano sobre el que se aplican todos los productos cosméticos. Era interesante hacer pruebas sobre tejidos humanos que, aunque imperfectos, se asemejaban más a la realidad que la piel del animal", explica Patricia Pineau, directora de Comunicación del departamento de Investigación de L'Oréal. Desde hace más de tres lustros (1989), este grupo ya no prueba productos finales en animales. Los modelos matemáticos y las pieles reconstruidas han desplazado a los conejos de laboratorio.
La compañía fue la primera entidad privada en producir piel, a comienzos de los años 80, según expuso Jacques Leclaire, director de Life Sciences Research, de L'Oréal, en un encuentro con los medios de comunicación. Por entonces diversas instituciones académicas comenzaban a trabajar en el tema, pensando en el tratamiento de quemaduras graves. Dos de estos académicos, Michel Prunieras y Marcelle Régnier, ficharon por L'Oréal.
100.000 pedacitos de piel
En 1983 lograron la primera reconstrucción: una epidermis (la capa superficial de la piel) con queratinocitos (las células más frecuentes en esta zona). Posteriores modelos 'añadirían' otros componentes de la piel, como melanocitos, células inmunes e, incluso, la siguiente capa (la dermis).
Una década después, llegaría la producción en serie: "Reconstruir la piel humana es una cosa, pero ser capaces de usarla rutinariamente en investigación es algo muy diferente", explica Leclaire. Actualmente, la fábrica lionesa (adquirida a la farmacéutica Sanofi-Pasteur en 1997) produce cada año más de 100.000 pequeñas porciones de epidermis artificial, llamada Episkin.
La materia prima para fabricar estos fragmentos, de un centímetro cuadrado, son restos de piel extraídos en operaciones de cirugía estética (sobre todo, de mujeres que se operan el pecho). De estas muestras, se 'centrifugan' los queratinocitos, que 'crecen' en un medio de cultivo. Posteriormente, se vuelcan en una placa con pequeños nichos, cada uno de ellos con una 'base' (dos tipos de colágeno) para alimentar las células cutáneas.
El resultado, tras varios días de cultivo (ver tabla), son 12 láminas de piel artificial, pequeños círculos elásticos y compactos listos para testar productos. En la sala de pruebas de Lyon, una decena de envases de The Body Shop (recientemente adquirida por L'Oréal) descansa en una caja, dispuesta a ser examinada.
El producto que se va a probar se aplica sobre la mini-epidermis o en el medio de cultivo. 42 horas después, un análisis del medio de cultivo o de fragmentos de la piel indicará si la sustancia probada puede irritar la piel o (en el caso de sustancias como pegamentos o pinturas) causar corrosión.
La producción industrial comenzó con 3.000 'kits' anuales y ha alcanzado los 9.000. Hoy planean duplicar la superficie de producción del centro. Industrias cosméticas, farmacéuticas así como fabricantes de detergentes y pinturas de toda Europa han manifestado ya su interés en el producto, apremiados por la directiva europea que trata de finiquitar la experimentación animal.
Una carrera contrarreloj
Desde 2004, la UE prohíbe experimentar en animales productos cosméticos terminados. Sin embargo, esta normativa contemplaba que el veto a las pruebas de ingredientes concretos se adoptará gradualmente, a medida que se encuentren métodos alternativos.
Hoy en día, cada vez que se va a utilizar un nuevo compuesto para un champú o una laca de uñas es necesario realizar pruebas animales para demostrar que es inocuo. Por el momento, la UE sólo ha autorizado cuatro métodos alternativos a los animales: ensayos con células y modelos estadísticos de predicción para la fototoxicidad aguda (reacciones a una sustancia cuando la piel se expone al sol) y, en el caso de la corrosión cutánea (un problema más relacionado con productos 'agresivos', como pinturas o pegamentos), ensayos 'in vitro' con piel de ratón y modelos de piel humana, es decir, la epidermis artificial.
"Estoy convencida de que la erradicación de la investigación animal será posible", dice Patricia Pineau, de L'Oréal
La piel reconstruida acaba de conseguir una nueva validación y ya es posible utilizarla para demostrar que un producto no irrita la piel, si bien todavía hace falta que los países de la UE adopten esta medida comunitaria.
Tanto la irritabilidad como la corrosión cutánea son dos de los campos de toxicología que, para 2009, tienen que haber encontrado alternativas a la experimentación animal. También los ensayos sobre irritación ocular y absorción percutánea (la absorción a través de la piel de un producto) tienen que haber dado con alternativas para esa fecha.
"Es una carrera contrarreloj", dice Pineau. "Toda la industria está comprometida con la erradicación total", agrega. De hecho, en los estudios para conseguir la validación de la piel artificial de L'Oréal no sólo ha participado esta compañía, sino también la farmacéutica Sanofi y Unilever (grupo que engloba marcas como Ponds, Dove o Signal).
Las perspectivas son optimistas para los plazos de 2009 (de hecho, Episkin ya está en proceso de validarse para la irritación ocular). Sin embargo, para otras pruebas de toxicidad más complejas, que tienen su fecha límite en seis años, la propia UE ve difícil cumplir el objetivo. "En cuanto al plazo de 2013, la situación es mucho más difícil. Sigue siendo científicamente difícil sustituir la experimentación animal por métodos alternativos en relación con criterios de valoración toxicológicos complejos, a pesar de los esfuerzos que se están haciendo a diversos niveles", reconocía la Comisión Europea reconocía en un informe sobre el tema, publicado en mayo de 2007.
"Estoy convencida de que la erradicación animal será posible. Pero... ¿en la fecha 2013 ó 2020? No lo sé. Nadie que trabaja en el sector lo sabe, aunque todos se dirigen a ese objetivo", resume Pineau.