Genes, neuronas y gusanos

¿Cuál es el órgano sexual?

La manipulación genética demuestra que la orientación sexual reside en el cerebro.

La razón por la que machos y hembras se comportan de forma diferente es por que las mismas células nerviosas han sido reprogramadas para alterar su preferencia sexual. 

ReInvestigadores de la Universidad de Utah en Estados Unidos han manipulado genéticamente nematodos y han conseguido que se sintieran atraídos por animales de su mismo sexo. Según los autores del trabajo, que publican sus conclusiones en Current Biology, sus estudios experimentales sugieren que la orientación sexual se encuentra configurada en el cerebro de los organismos.

Según explica Erik Jorgensen, autor principal del estudio, "la conclusión es que la atracción sexual se encuentra configurada en los circuitos cerebrales comunes a ambos sexos en los helmintos, y no está causada sólo por células nerviosas añadidas al cerebro del macho o la hembra".

Según Jorgensen, a pesar de que las conclusiones se ciñen a los nematodos y a cómo las conductas de atracción se derivan del mismo circuito cerebral, un biólogo evolutivo podría considerar que este es un posible mecanismo común en la atracción sexual.

"No podemos decir que esto se produzca en la orientación sexual humana, pero hace surgir la posibilidad de que la preferencia sexual se encuentre configurada en el cerebro. Los humanos están sujetos a las fuerzas evolutivas como los gusanos. Parece posible que si la orientación sexual está genéticamente programada en ellos, podría estarlo también en las personas. Los humanos poseen libertad de voluntad, por lo que la situación es más complicada en las personas", señala Jorgensen.

Los gusanos nematodos son modelos de investigación científica en los que los investigadores esperan obtener datos extrapolables al funcionamiento del organismo humano. Esto se debe a que muchos de los genes que se encuentran en estos animales están presentes también en las personas.

En realidad no existen nematodos hembra, sino que son hermafroditas y en lo que se refiere a la existencia de machos, sólo uno de cada 500 gusanos lo son. Así, la mayoría de estos animales son hermafroditas y a éstos se refieren los investigadores como hembras, puestos que son los que producen la descendencia.

Los investigadores descubrieron que el sistema nervioso común a machos y hembras está muy sexualizado y que la atracción sexual se puede cambiar al invertir un interruptor genético en el cerebro común.

Para "masculinizar" el cerebro de los gusanos hermafroditas los investigadores activaron un gen llamado fem-3, pero sólo en el sistema nervioso. El gen fem-3 hace que el organismo desarrolle las estructuras masculinas que utilizan para copular. Con el gen activado sólo en el cerebro, los gusanos hermafroditas con la misma apariencia física tenían cerebros masculinos y se sentían atraídos por otros hermafroditas.

Con el objetivo de demostrar que los hermafroditas producen atrayentes sexuales o feromonas, los investigadores lavaron a los gusanos y pusieron parte del agua utilizada en agar, en una placa de cultivo. Cuando los gusanos fueron situados sobre la placa Petri, los machos se movían hacia el agua utilizada en el lavado, mientras que los gusanos hermafroditas se alejaban de ella. Cuando los científicos alteraron el cerebro de los gusanos hermafroditas para cambiar su orientación sexual, los gusanos se movían hacia las feromonas de otros hermafroditas.

"El debate parece estar en si el cerebro está influido por las hormonas sexuales de las gónadas o si la conducta se deriva sólo del cerebro. En este caso, está claro que el cerebro está sexualizado, la sorpresa fue que las neuronas sensoriales descubiertas en el cerebro hermafrodita participaban en la atracción sexual en los machos", señala Jorgensen. 


 

Disparos en la noche:
Por Ricardo Coler (Revista "Lamujerdemivida")
 
Reniego de las teorías modernas: el sexo debe coincidir con el órgano que nos ha tocado en suerte. Si el órgano es un órgano masculino, entonces seré un varón. Si el órgano es un órgano femenino, el único camino digno es ser una mujer y comportarme como una de ellas. No es cuestión de elegir, alguna razón debe haber para que nuestro cuerpo venga equipado de esa manera.

A la naturaleza hay que serle fiel. Aunque implique un esfuerzo. Aunque nos tiente lo contrario. Elegir otra opción y probar cambiar de sexo es una desviación perversa. Coincido con la lógica de las instituciones religiosas, los movimientos conservadores y los preocupados por la salud de las familias. Disiento solamente en un detalle: en el órgano en cuestión. Ellos eligen los genitales, yo elijo el cerebro.

Me sorprende. ¿Por qué será que cuando hablamos de anatomía hacemos siempre referencia a los genitales y nunca al cerebro? Al fin y al cabo, ¿qué es el cerebro si no un órgano? ¿Acaso los genitales son de una categoría superior?

Estoy en condiciones de asegurar que los genitales de los humanos y animales se parecen más entre sí que el cerebro de un hombre al de un perro. Por lo menos en la mayoría de los casos.

Por lo general, genitales y cerebro coinciden, pero cuando no lo hacen, está muy claro cuál de los dos órganos pide el mando. Y que mande el cerebro es típico de los seres humanos. Pretender lo contrario nos equipara a las bestias. Entonces, si en esta época creemos en Dios y Él nos dio un cerebro mujer, hay que ser fiel a lo que nos dio y dejar de hacer teorías mirándonos los testículos. Formalmente el cerebro nunca es homosexual, siempre desea al otro cuerpo. Pensado así, la homosexualidad no existe.

Los cerebros con deseos masculinos desean un cuerpo que se manifieste como femenino y para los cerebros con deseos femeninos es condición que el cuerpo del otro tenga lo que hay que tener para ser deseado.

Ahora bien, como la masa encefálica no se muestra ni se interpreta con tanta facilidad ­como sacarse el sombrero no es equivalente a bajarse el calzón­ se producen algunas confusiones. En esas confusiones hay lugar para advenedizos, impostores impostados y gente que no sabe lo que quiere.

Me pregunto cómo se sentirán los auténticos homosexuales, los históricos, los que existieron siempre, los que lucharon por sus derechos, ante los que los imitan porque está de moda, es cool o hay que probar de todo. Y no me refiero a los que permanecen indecisos, no se atreven o saben que no les llegó el momento. Me refiero a los que coquetean con lo gay de la misma manera en que antes imitaban a Madonna o se ponían la remera del "Che" porque les combinaba con el jean.

Son los que creen que no hay dos sexos sino uno solo. Que es posible ser a veces de uno y otras del otro sin la menor consecuencia ­suena raro pero hay quien piensa que puede con todo­. También pueden suponer que es posible gozar hasta el infinito. Y cuando no les basta con su sexo prueban con el otro. Están convencidos de que nada puede afectarlos o dejarles marca.

Quizá la teoría de los cerebros masculino y femenino sea un disparate. Igual es imposible verificarla. Una moda así nos deja descerebrados.

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Conducta sexual: semejanzas entre hombres y animales
Un libro de Diego Golombek

Según el autor, las semejanzas podrían estremecer al mundo de la psicología.

Valeria Román

Los machos proponen y ellas finalmente disponen? ¿El amor es realmente ciego? ¿La atracción de los hombres por las colas puede haber sido necesaria para la evolución de la especie? ¿Es cierto que el sexo es bueno? En todos los casos sí, según las últimas investigaciones de la ciencia que el científico Diego Golombek se encarga de contar para todo público en su libro Sexo, drogas y biología (y un poco de rock and roll).

El libro de Golombek —nacido en 1964, investigador del Conicet y también de la Universidad Nacional de Quilmes— acaba de ser publicado dentro en la colección Ciencia que ladra, de editorial Siglo XXI.

Al ser escrita en un lenguaje coloquial, la colección hizo que los científicos argentinos asomaran la cabeza fuera del laboratorio para que el saber se les volviera útil.

En esta oportunidad, Golombek, quien trabajó como director de teatro, periodista y músico, se mete con el sexo. Cuenta muy placenteramente cuáles son las respuestas que la ciencia ya tiene y reconoce las que todavía le faltan (por ejemplo, todavía no hay explicaciones definitivas sobre qué es lo que origina la orientación sexual).

El científico desarrolla explicaciones con mucho énfasis en la biología y con muchos paralelismos entre los humanos y los animales, que podrían estremecer al mundo de la psicología.

"Puede ser que mi libro revuelva un poco el avispero. No pienso que exista un gen del amor, pero sí creo que podemos sentarnos a discutir con los que ponen más énfasis sobre el peso del cultura para los humanos", dice Golombek al ser entrevistado por Clarín.

"Los científicos no tratamos de explicar por qué la gente se enamora, sino qué pasa cuando eso sucede. El por qué todavía se lo dejamos a los poetas". Entonces, en su libro, sostiene que "las hembras son las que eligen porque tienen relativamente pocas chances de reproducirse a lo largo de sus vidas". Ellos, en cambio, las prefieren jóvenes porque siempre buscan hembras con características que indiquen buena fertilidad. Incluso cuenta que algunas especies de aves organizan un equivalente de bares para solos y solas, "en donde los machos exhiben su plumaje para impresionar a las hembras".

Con sinceridad, Golombek pone sobre la mesa lo que las ciencias más experimentales tienen para decir hoy. Y así sostiene que el órgano sexual por excelencia es el cerebro. Que la atracción por las colas femeninas "puede ser un resabio de una historia evolutiva en la que la copulación se realizaba desde atrás". Que el amor ciega porque "se inhiben ciertas zonas del cerebro que son fundamentales para la discriminación y el pensamiento crítico".

Y, finalmente, que el sexo es bueno (por supuesto que muy pocos lectores se opondrían a su idea) para la evolución de la especie: porque la reproducción implica recombinar genético y eso crea diversidad.


 

Cerebro de hombre, cerebro de mujer

El País, España

El experimento se hizo en 2002 y lo dirigió una mujer, Melisa Himer. Se puso al alcance de individuos de ambos sexos de muy corta edad juguetes de marcado sesgo sexista: un camión y una pelota, una muñeca y una sartén. Se supone que, si no existen condicionantes culturales, ambos sexos correrán indistintamente hacia cualquiera de los juguetes. Pero -¡oh, sorpresa!- no es así: a tan tierna edad, los sujetos de sexo masculino muestran una clara predilección por el coche y la pelota, y los del sexo femenino, por la muñeca y la sartén. Un tercer grupo de juguetes absolutamente neutros apenas tiene éxito. ¿Por qué, si no han tenido tiempo de contaminar sus preferencias con roles sexistas, se comportan tan sexistamente en su elección? El conferenciante, Alberto Ferrús, no tiene respuesta. Pero tiene una sorpresa para el auditorio: la siguiente diapositiva muestra a los sujetos de la investigación: ¡son monos!

"Este estudio se ha hecho 20 años después de que fracasaran los experimentos educativos que defendían que, para promover la igualdad, los niños debían jugar con muñecas y las niñas con camiones. Era una buena idea, pero fue un rotundo fracaso porque no tenía base científica y eso mismo puede estar ocurriendo ahora con otras ideas", dijo Ferrús.

Numerosos estudios han buscado diferencias entre el cerebro del hombre y el de la mujer, y las han encontrado, pero los neurocientíficos están lejos de poder ser categóricos en sus conclusiones, ¿Cuáles son esas diferencias y cómo influyen en el comportamiento? Ésta era la pregunta formulada a dos investigadores del cerebro, Alberto Ferrús, doctor en Biología y subdirector del Instituto de Neurobiología Ramón y Cajal del CSIC, en Madrid, y María José Barral, profesora de Anatomía y Embriología Humanas de la Universidad de Zaragoza, en un acto organizado por el Instituto de Cultura de Barcelona y Aula EL PAÍS.

"Para empezar, las diferencias cerebrales entre los miembros del mismo sexo suelen ser superiores a las que hay entre los dos sexos", sostuvo la profesora Barral. Luego todo es muy relativo y además hay mucha ideología: "Se ha dicho que la diferenciación sexual masculina es activa, porque está vehiculada por el cromosoma Y, que las mujeres no tienen, y por tanto la diferenciación de la mujer sería por defecto, un enfoque absolutamente sesgado". Barral hizo acopio de las diferencias descritas en los manuales de medicina. Entre ellas se señala que el cerebro de los hombres madura antes y que es de mayor tamaño. "Es curioso que se pretendan inferir diferencias funcionales del tamaño del cerebro y no del hígado o de otros órganos", ironizó Barral. Ferrús recordó que el mayor tamaño del cerebro masculino es proporcional a su corpulencia y que en el reino animal hay cerebros mucho mayores con menos prestaciones.

Se ha descrito también que las mujeres tienen más materia gris y los hombres más materia blanca, con interpretaciones diversas. Y que procesan de forma diferente la serotonina, un neurotransmisor implicado en los mecanismos de recompensa, es decir, en la sensación de bienestar y felicidad. Parece que, en situación de estrés, la disminución de la seorotonina se asocia en los hombres a un incremento de la agresividad y en las mujeres a un aumento de la depresión. Eso podría estar relacionado con la diferente incidencia de dos enfermedades mentales en las que se produce una alteración de la producción de serotonina, la esquizofrenia y la depresión, la primera más frecuente en los hombres y la segunda en las mujeres. Pero tampoco es seguro.

¿Y qué ocurre con la inteligencia? Se ha dicho que los hombres tienen más desarrollado el hemisferio izquierdo, es decir, el cerebro racional, y las mujeres el área del lenguaje y el hemisferio derecho, que es el que controla la vida emocional. "De eso se ha extraído que las mujeres son más lábiles e impredecibles, lo que ha tenido consecuencias clínicas, como una mayor prescripción de ansiolíticos a las mujeres", sostuvo Barral. En todo caso, ahora se sabe que hay más inteligencias que la meramente racional e incluso se habla de la importancia que tiene la inteligencia emocional. Luego todo sigue siendo relativo. "Aunque existen diferencias cerebrales, ninguna de ellas justifica las acciones que en su nombre se toman", sostuvo con vehemencia Alberto Ferrús.

El científico recordó que una sinapsis cerebral -contacto entre dos células a través de un neurotransmisor- puede construirse o deconstruirse en 24 horas: "El cerebro es una compleja máquina que está cambiando constantemente y algunas estructuras se modifican en un día". Cuando más cambia es en los primeros años de vida. "El cerebro triplica su peso entre el momento de nacer y la pubertad. Ahora sabemos que la maduración sigue unas pautas determinadas, que hasta los siete años existen unas ventanas, con un inicio y un cierre, idóneas para determinados aprendizajes. Cada habilidad cognitiva tiene un momento de adquisición, de ahí que no tenga sentido la estimulación precoz. De nada sirve enseñar a hablar antes de que el niño haya desarrollado las estructuras cerebrales que le pemitirán hacerlo".

Por la misma razón, según Ferrús, no deberían adoptarse decisiones de políticas de igualdad sin una sólida base científica. "Si hay un ámbito tintado de intereses acientificos, ése es el de las diferencias sexuales en el cerebro y el comportamiento", sostuvo. "Efectivamente, esas diferencias existen y tienen consecuencias en los comportamientos. Pero si se quiere conseguir que la sociedad sea igualitaria, no se debe tratar igual a quienes son diferentes". Ferrús indicó que determinados centros educativos de élite de Estados Unidos están considerando seriamente volver a la segregación en determinados aspectos educativos "porque se han dado cuenta de que es la única forma eficaz de que surja el liderazgo entre las mujeres y no se reproduzca el fenómeno de inhibición en presencia del macho. Es un tema abierto, pero habría que reflexionar sobre ello".

La cuestión es: ¿se nace con las diferencias o se hacen? "Se nace y se hacen", responde Barral. "Nacemos con cerebros diferentes, pero el cerebro humano es muy inmaduro al nacer y no termina de madurar hasta bastantes años más tarde, de modo que las condiciones ambientales también nos hacen diferentes. Las diferencias tienen causas genéticas, hormonales y ambientales, y todas son igual de importantes".