Síndrome de Munchausen por poder (SMPP)

Amor torcido

Es una compleja forma de maltrato infantil. El desorden mental en uno de los padres, generalmente la madre, simula o causa enfermedad en el hijo. Es difícil diagnosticarlo, aunque cada vez se detecta más.

Por: Mariana Nisebe. De la Redacción de Clarín.com

A los dos años, María Bryk tenía una lesión en el tobillo que no curaba. Aumentaba su hinchazón y sufría fiebres muy altas por lo que visitaba regularmente el hospital. Tuvo varias fracturas. Cada día su condición empeoraba sin explicación aparente. De adulta, en su artículo "My Mother Caused My Illness" de 1997, publicado en Pediatrics, contó la verdad: sus crisis médicas fueron causadas por su madre, que por ocho largos años golpeaba las piernas de su hija con un martillo e infectaba las heridas con un clavo. La madre negó todo, no era conciente de que sufría un raro desorden mental llamado Síndrome de Munchausen por poder (SMPP), cuya causa es desconocida.

En 1951 Richard Asher utilizó el término "Síndrome de Munchausen", referido a adultos, para describir situaciones en las cuales los "pacientes presentan historias clínicas espectaculares, llenas de mentiras e invenciones, en un presumible intento de conseguir seguridad hospitalaria y atención médica". Y para ello se autoinducen sus enfermedades o lesiones. El nombre está inspirado en el fantasioso barón von Munchausen, un alemán del siglo XVIII que relataba extraordinarias historias sobre sus proezas. En cambio, en el síndrome de Munchausen by proxy (o Munchausen por poder), descrito por primera vez por Samuel Roy Meadow en 1977, uno de los padres simula o causa enfermedad en un hijo. Los síntomas en el paciente son de una amplia variedad y muchas veces resultan incomprensibles para los médicos y se presentan cuando el padre/madre/cuidador está cerca del niño.

¿Uno de cada mil? ¿Uno de cada diez mil? Es difícil cuantificar a las víctimas del maltrato infantil cuando la agresión, la amenaza, se produce dentro de las cuatro paredes que constituyen el hogar y el responsable está imbuido de la autoridad del padre o la madre. Consultado por Clarín.com, el doctor Teodoro Puga, presidente de la Fundación Sociedad Argentina de Pediatría (FUNDASAP), explicó que en nuestro país no se conocen porcentajes, pero "en estos últimos años los pediatras conocen más el síndrome y es probable que hayan crecido o sospechado las observaciones". En los Estados Unidos, por ejemplo, el 2% de la población hospitalaria tiene alguna forma de esta patología.

En ocasiones, "los daños infringidos son tan severos que pueden producir la muerte del niño", destacó a Clarín.com el doctor Alberto Bissot, ex-presidente de la Asociación Latinoamericana de Pediatría (ALAPE). Los porcentajes de mortalidad oscilan entre el 10% y 30%. Según un estudio, donde se evaluaron 31 historias clínicas de SMPP detectados en el Hospital Prof. Dr. Juan P. Garrahan entre diciembre de 1991 y marzo de 1998, "el perpetrador fue la madre en el 80.6% de los casos, el padre en el 6.5%, ambos en el 9.7% y otros en el 3.2%". Generalmente las madres se ven muy amorosas con sus hijos y la víctima suele ser un niño en edad preescolar. "El tratamiento es de terapia de apoyo y rara vez requiere medicamentos", agregó el doctor Bissot. La piedra angular de este síndrome, es que el agresor tiene una necesidad psicológica de asumir el papel de paciente a través de otra persona.

No se identifican incentivos externos como económicos o conyugales. Esta compleja forma de maltrato infantil va más allá que una simple necesidad de atención, o de encontrar amparo. Además de requerir un vínculo altamente patológico de la madre hacia su hijo, los especialistas hablan de una relación "perversa y patológica" de la madre (perpetrador) con el médico o personal que atiende a su hijo (víctima), existiendo una dependencia y muchas veces una fascinación por las explicaciones técnicas, los planes de nuevas opciones terapéuticas o diagnosticas. De hecho, en casi el 42% de los casos el progenitor tiene vinculación con la medicina, es decir es estudiante de medicina, enfermero o mucamo en un hospital.

Los especialistas vienen alertando sobre lo severo de esta patología, cuyo tratamiento necesita de un trabajo interdisciplinario. Hay casos de padres o cuidadores que generan cuadros febriles permanentes en los chicos con fármacos. Otros, hasta les ponen sangre en los análisis de orina para que den mal (leer caso) y se investigue una enfermedad inexistente. Los motivos de consulta más frecuentes, según el estudio sobre casos detectados en el Hospital Prof. Dr. Juan P. Garrahan, fueron: desórdenes gastrointestinales (67.7%), neurológicos (48.4%), fiebre (32.2%), sangrados (28.9%), y trastornos infecciosos (12.9%).

Es importante, destacan los profesionales, crear redes hospitalarias porque cuando estas personas advierten que el profesional sospecha comienzan un shopping hospitalario y el niño corre serio riesgo de muerte. Un dato importante revela que el 71% de los padres que sometieron a sus hijos a esta forma de violencia, sufrieron en su niñez distintos maltratos. Según el doctor Alberto Bissot, hay síntomas que crean sospechas al profesional sobre esta patología "como tener un niño que no mejora a pesar de realizársele tratamientos convencionales; pruebas de laboratorio que no van de acuerdo con la historia clínica o que los síntomas desaparecen cuando la madre no está presente". Sin embargo, como su diagnóstico no es fácil, hay hospitales en EE.UU y Gran Bretaña donde se utilizan cámaras de video ocultas para monitorear lo que sucede en caso de sospechas.

Ante un alto índice de sospecha del pediatra interviniente, explican en un artículo las médicas Adriana García Pereira y Elizabeth Pavón, se "debería dejar al menor internado, haciéndolo con toda cautela y sin que la madre sospeche que los médicos detectaron el síndrome, porque lo mas probable es que retire a su hijo y lo lleve a otro nosocomio. Habría que dar aviso al Servicio de Psicopatología para tratar a la madre y, a su vez, efectuar la denuncia correspondiente que indica la ley de Protección Contra la Violencia Familiar ". Muchos de quienes sobreviven a esta terrible experiencia, presentan múltiples cicatrices quirúrgicas. Como cuenta María Bryk en su artículo: "Las cicatrices masivas que cubren mis brazos son un recordatorio constante del amor torcido de mi madre". Hoy, Bryk está casada, tiene dos hijos, es enfermera y cortó todo contacto con su familia.