Para pacientes que ya tuvieron un infarto
La "polipíldora"
Contendrá aspirina, estatina y un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina.
Quien sufrió un infarto puede evitar tener otro al tomar varios medicamentos y al cambiar su estilo de vida. Sin embargo, la mitad de los que padecen un infarto no adhieren al tratamiento que les indican. Por eso, en España están desarrollando la "superpíldora", un fármaco que contendrá tres medicaciones. Sería más cómoda para consumir, más barata y llevaría a reducir la mortalidad cardiovascular.
Ayer, durante el Congreso Mundial de Cardiología, que se realizará hasta mañana, con más de 15.000 participantes, en La Rural de Buenos Aires, se presentó y debatió sobre el desarrollo de esta superpíldora para la prevención secundaria (es decir, para quienes ya tuvieron un infarto). En la Argentina, el 28% de los adultos tiene un riesgo de moderado a alto de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular en los próximos 10 años, según un estudio difundido en la Revista Argentina de Cardiología.
Para bajar la mortalidad cardiovascular, que se lleva 17,5 millones de vidas por año en el mundo, están pensando en varias estrategias. Una de ellas es la superpíldora, que fue sugerida como concepto por Nicholas Wald y otros expertos en 2003 como estrategia para detener la epidemia de enfermedades cardiovasculares. Señaló que se debía conseguir una combinación de medicamentos, a bajo precio y con pocos efectos colaterales.
El prestigioso cardiólogo español Valentín Fuster (nacido en Barcelona en 1943 y actualmente en el hospital Mount Sinai de Nueva York) explicó ayer los beneficios de una superpíldora que desarrollan en el Centro Nacional de Investigación Cardiovascular de España, en colaboración con una empresa privada. El fármaco contendrá aspirina, estatina y un inhibidor de la enzima convertidora de la angiotensina (ECA), que ya se usan por separado para tratar a los pacientes que tuvieron infartos.
"Tenemos ya la polipíldora. Sólo falta hacer un estudio que compruebe que los tres medicamentos juntos son igual de eficaces y seguros que cuando están separados. Se avanzó a pesar de que la industria farmacéutica no se sumó en general al desarrollo del producto", señaló Fuster.
Según contó a Clarín Ginés Sanz, que trabaja con Fuster, la píldora no costará más de 45 pesos por mes. "Se ganará en la adherencia de los pacientes al tratamiento y a la vez se sumarán más pacientes, porque en los países en desarrollo no todos pueden acceder a los medicamentos", dijo. La superpíldora podría estar disponible en unos tres años, según estimó el doctor Jorge Lerman, presidente del comité organizador del congreso.
Durante una de las sesiones se escuchó una crítica a esta multipíldora a cargo de Satyavan Sharma, de la India. Según este experto, aún hay escasez de evidencias sobre el producto y señaló que la enfermedad cardiovascular no depende sólo de fármacos. Consultado por Clarín, el doctor Sanz respondió: "Claro que la píldora no será mágica, sino un complemento a los cambios de hábitos de vida que deben realizar los pacientes".
Fuster recalcó que el combate a la mortalidad cardiovascular también debe darse a nivel mundial. Desde la Federación Mundial del Corazón está tratando de que el problema se incluya en las Metas del Milenio de Naciones Unidas. Hoy, 6 de cada 10 muertes se deben a enfermedades crónicas.
Página 12
Superpíldora contra el infarto
Fue presentada en el Congreso Internacional de Cardiología, que se lleva a cabo en Buenos Aires, aunque todavía no está en el mercado. Al ser más económica, dicen, favorecerá la lucha contra el crecimiento de los males cardíacos en los países en desarrollo.
Por Pedro Lipcovich
Se inventó una polipíldora polisémica y política, para prevenir nuevos infartos de miocardio en quienes ya sufrieron uno. La píldora, que reúne tres fármacos, es polisémica, es decir, tiene varios significados, porque, a diferencia de muchos otros compuestos, no responde a los intereses de las empresas farmacéuticas y, al revés, limita sus posibilidades de lucro. Al reunir varios medicamentos, facilita que los pacientes no abandonen el tratamiento. Y, por su bajo costo, contribuirá a enfrentar el mayor problema actual de la cardiología: qué hacer ante el crecimiento exponencial de los problemas del corazón en el mundo en desarrollo. Los principales cardiólogos del mundo, reunidos en Buenos Aires, pidieron que los organismos internacionales actúen ante la epidemia de enfermedades crónicas que la globalización ha traído a los países periféricos.
“Cuando una persona ya tuvo un infarto, debe tomar tres medicamentos: una estatina (contra el colesterol), un inhibidor de la ECA (para la presión arterial) y aspirina (contra la coagulación). Pero resulta que, un año después de sufrido el infarto, casi la mitad de los pacientes ha dejado de tomar los fármacos –contó el español Valentín Fuster, ex presidente de la Federación Mundial del Corazón y actual director del Instituto de Cardiología del Hospital Monte Sinaí, de Nueva York–: porque se sienten bien, porque es arduo tomar tantos remedios todos los días, porque no quieren ni acordarse del infarto que tuvieron. Una forma de mejorar la ‘adherencia’ al tratamiento es reunir los tres medicamentos en una polipíldora.”
Otra ventaja es que “distribuir internacionalmente un solo producto, compuesto por drogas genéricas, es mucho más barato que distribuir tres”, agregó Fuster.
El cardiólogo contó que “las empresas farmacéuticas no se entusiasmaron con este proyecto, ya que cada una defiende sus propios productos con patente. Finalmente, una compañía española aceptó esta filosofía”. Las tres drogas que componen el medicamento ya son ampliamente utilizadas: “Para que el medicamento sea aprobado en Europa y Estados Unidos, sólo faltan las pruebas clínicas que ratifiquen su eficacia tomadas en conjunto”, anunció Fuster, en el marco del Congreso Internacional de Cardiología que se efectúa en Buenos Aires.
Fuster recordó también que, entre los Objetivos del Milenio fijados por Naciones Unidas, “se destaca la lucha contra las enfermedades trasmisibles y no se nombran enfermedades crónicas como la diabetes y las cardiovasculares, que aumentan exponencialmente en los países en desarrollo. Desde hace varios años pedimos que la comunidad internacional dé a las enfermedades cardiovasculares la atención que necesitan, pero no se nos escuchaba. Hace un año, el economista Jeffrey Sachs (director del Instituto de la Tierra y un artífice de los Objetivos del Milenio) me invitó a trabajar con él para que la lucha global contra la pobreza incluya a las enfermedades crónicas cardiovasculares, renales, pulmonares y la diabetes”, contó Fuster.
“Empezaremos en Ruanda –anticipó–; el plan es aprovechar la infraestructura ya dispuesta para las enfermedades trasmisibles. Supongamos, alguien está con fiebre y va a un puesto de salud: además de tratarle la infección, se aprovechará para medirle la presión arterial, para pesarlo. A partir de estos datos, se comenzaría con acciones como el control de la hipertensión, el mejoramiento de las pautas de nutrición, la educación sanitaria. Lo primero es hacer factible este proyecto, sin restar recursos a la lucha contra las enfermedades trasmisibles.”
Fuster aprovechó para recordar los siete principales factores de riesgo cardíaco: “La alta presión arterial; la obesidad, medida por el perímetro abdominal; el colesterol, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo, la mala nutrición, por ejemplo el exceso de sodio, que internacionalmente es importante causa de hipertensión”.
El cardiólogo finlandés Pekka Puska –designado próximo presidente de la Federación Internacional de Cardiología– agregó que “esta semana, la Asamblea de la OMS discutirá cómo incluir las enfermedades crónicas entre los Objetivos del Milenio. A veces la gente piensa que la globalización trae el riesgo de que las enfermedades trasmisibles circulen con más facilidad, pero las trasmisibles siempre se globalizaron: el problema es que la globalización del estilo de vida occidental provoca un aumento explosivo de las enfermedades crónicas”.
En 35 años redujo el 80 por ciento los males cardiovasculares
Una campaña exitosa en Finlandia
Por Pedro Lipcovich
Cuando la Argentina decida concretar un proyecto, sostenido en el tiempo, para prevenir las enfermedades crónicas que crecen en forma explosiva, deberá mirar hacia Finlandia: en ese pequeño país se desarrolló, desde 1971, la primera campaña de prevención exitosa del mundo, que hizo caer más del 80 por ciento las tasas de problemas cardiovasculares. El secreto del éxito consistió “en no limitarse a campañas masivas, sino trabajar con las organizaciones de la comunidad”, explicó a Página/12 Pekka Puska, director de Salud Pública de Finlandia.
“En los años ’60, en Finlandia, las tasas de enfermedades cardiovasculares eran las más elevadas de todo el mundo. Mucha gente joven moría de infartos. Era urgente hacer algo”, recordó Puska. En 1971, se inició una experiencia piloto en la provincia de Karelia del Norte. “Ya se conocían factores de riesgo como la hipertensión, el tabaquismo y el alto colesterol en la sangre. Sabíamos que la dieta de la población tenía exceso de grasas saturadas, nada de vegetales, mucha sal. Entonces, decidimos actuar preventivamente sobre las comunidades.” Cinco años después, los resultados determinaron la aplicación del programa en todo el país.
Algo esencial fue “no hacer llegar el mensaje ‘desde arriba’, sino trabajar con las instituciones de la comunidad: las escuelas, las iglesias, las organizaciones barriales; desde luego, los servicios de salud, pero también los supermercados, la industria alimentaria, los políticos y los medios de difusión locales”.
Fue decisiva la continuidad del programa durante décadas. “Muchos proyectos tienen buenos principios y lindos planes pero, a lo largo de los años, la intervención efectiva en la comunidad es muy reducida”, enseña el sanitarista finlandés.
Como consecuencia del programa, “hubo un cambio dramático en los hábitos dietarios: al principio, por ejemplo, prácticamente toda la población usaba manteca para cocinar y untar; ahora, menos del 20 por ciento lo hace. Más de la mitad de los hombres fumaba; hoy lo hace algo más del 20 por ciento. El promedio de colesterol en sangre bajó un 20 por ciento”.
Como resultado, las enfermedades cardiovasculares cayeron 80 por ciento en toda Finlandia y 85 en Karelia del Norte, donde el programa había empezado antes. “También bajó la diabetes, los tumores relacionados con el tabaco y otras enfermedades –señaló Puska–: a todas ellas conciernen los programas preventivos que procuran cambios en el estilo de vida. Si no se hubiera aplicado este programa, sólo el año pasado en Finlandia, país de cinco millones de habitantes, hubiera habido 10.000 muertes más.”