Expertas en nutrición aportan consejos para vencer la habitual resistencia de los niños a incorporar ese tipo de alimentosLaura, de 4 años, y Julieta, de 7, toman por asalto un plato de frutas frescas Foto: Eduardo Rivero
Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
Podrá ser difícil, pero tampoco es una misión imposible. Lograr vencer la resistencia que muchos chicos presentan ante las frutas y las verduras requiere de paciencia, ingenio, perseverancia y, por sobre todo, de convicción en la importancia de adoptar desde la infancia una alimentación saludable.
"El bajo consumo de frutas y verduras en los niños es un problema que vemos habitualmente en la consulta, aquí en la Argentina como en todo el mundo", dijo a LA NACION la licenciada en nutrición Beatriz Grippo, investigadora del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni) y coautora de una serie de libros que buscan por medio del cuento despertar en los chicos la atracción por las frutas y por las verduras.
Una atracción que no se ve reflejada en los estudios locales sobre alimentación infantil. Según mostró la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud realizada recientemente por el Ministerio de Salud de la Nación, sólo el 7% de las calorías que incorporan los chicos de entre 2 y 6 años provienen de las frutas y las verduras.
"Distintos estudios sugieren que lo aconsejable sería que los niños incorporen el 17% de sus calorías a partir de las frutas y las verduras, cuando en la Argentina no llegamos ni a la mitad de esa recomendación", comentó la licenciada Paula Pueyrredón, también del Cesni y coautora junto con Grippo de los libros Verdulín y Frutilandia (Ed. Lumen, 2008), que incluyen recetas sencillas con frutas y verduras (ver Cuatro recetas ).
Pero no sólo se come poca fruta y verdura, advirtió Pueyrredón: "Es muy pobre la variedad de estos alimentos que se les ofrece a los niños. La encuesta del Ministerio mostró que las verduras consumidas en mayor proporción son la papa, la cebolla, el tomate en conserva y la zanahoria; la fruta más consumida es la banana".
De muchas frutas y verduras, los chicos no conocen ni el nombre, agregó Grippo. "Para los niños que vemos a los 8 u 11 años, que llegan al consultorio por problemas de obesidad, hay verduras que no saben que existen, que jamás las han visto siquiera. La idea de los libros es tratar de llegar a muchos más niños y muchos más padres de los que vemos en el consultorio."
Neofobia y rechazo
Neofobia, ése es el nombre que los nutricionistas le han puesto a la cara de "no me gusta" que ponen los bebes ante un alimento desconocido. Y, vale la pena tenerlo siempre presente, es una reacción universal que nada tiene que ver con las virtudes culinarias de cada madre o padre. "Es un mecanismo natural ante cada nuevo alimento, que hay que vencer insistiendo, pero sin forzarlo al niño a comer", aconsejó Pueyrredón. Hay estudios que sugieren que hay que insistir en un mismo alimento 15 veces antes de desistir.
Quizá lo peor de la neofobia es que, una vez superada, a veces vuelve. "A partir de los 2 o 3 años, es común que un niño empiece a rechazar un alimento que le gustaba. Esto tiene que ver con un momento en que el niño comienza a formar su carácter y lo demuestra a través de la comida. Hay que tomárselo con paciencia."
A veces, la lucha por incorporar frutas y verduras al menú infantil resulta ser eso: una verdadera lucha. Es por eso que las licenciadas Grippo y Pueyrredón aportan unas cuantas ideas para salir airosos en la batalla:
Evitar la monotonía: no ofrecer al chico siempre las mismas frutas y verduras, y tratar de variar incluso su preparación. "No hay que aburrirlo, ya que la monotonía puede hacer que pierda la preferencia que habíamos logrado que tenga por cierto alimento."
No complicarse: las comidas que requieren mucha elaboración pueden volverse en contra. "Hay que preferir preparaciones sencillas que se pueden reproducir en lo cotidiano, ya que hoy los padres no tienen mucho tiempo para cocinar."
Cocinar con los chicos: hacerlos partícipes de la preparación de comidas con frutas y verduras es un buen incentivo. "Cuando los chicos ayudan en la cocina, siempre prueban la comida, y que prueben un alimento que no conocen es un punto a favor."
No disfrazar las verduras: procesarlas para disimularlas en las comidas puede aumentar su consumo, pero no hará que los chicos las consideren como una posibilidad. "El disfraz no permite que el niño conozca las verduras, sus sabores y sus texturas."
Por último, dijo Grippo, los padres son quienes deben decidir qué comen sus hijos. "Cuando es uno el que les pregunta qué quieren comer, está perdido", afirmó.
"Los chicos celíacos también pueden comer cosas ricas"
Lo dice la autora de un libro de recetas
Lo dice la autora de un libro de recetasMónica Cortizas y su libro.
Mientras que muchos padres luchan contra la apatía de sus hijos hacia las frutas y la verduras, otros se enfrentan a una afección en la que la comida puede convertirse en el padecer de sus hijos, o en su tratamiento. Es el caso de la enfermedad celíaca, una intolerancia intestinal a una proteína (el gluten) presente en ciertos alimentos, en la que el tratamiento consiste en eliminar su presencia en la dieta.
Claro que para ello hace falta algo básico, y que no siempre abunda: información sobre la enfermedad, sobre su diagnóstico y su tratamiento. Información que permita dar por tierra con muchos mitos, como el que afirma que la comida de los celíacos es fea.
"Por más que no pueda comer alimentos que contengan harinas de trigo, avena, cebada y centeno, el celíaco también puede comer cosas ricas", aseguró Mónica Cortizas, autora del libro Recetas queridas, especialmente dedicadas a personas celíacas.
El libro compila más de cien recetas creadas por ella originalmente para su hija, Margarita, de 16 años, que es celíaca, pero que ahora se ofrecen a todos los que deseen hacer más placentera la alimentación de las personas celíacas.
Prueba y error
El libro es, por sobre todas las cosas, una expresión de la lucha que debió emprender Mónica Cortizas contra el desconocimiento de la enfermedad celíaca. "Todo comenzó cuando Margarita, que era un pomponcito rubio de 18 meses, comenzó a deteriorarse -recordó Mónica-. Los médicos me decían que yo era una madre primeriza y muy nerviosa, y que estaba buscando enfermedades que mi hija no tenía."
Así, Mónica recorrió varios hospitales y consultorios, hasta que finalmente dio con un gastroenterólogo. "Tan sólo con verla me dijo que Margarita era una celíaca de libro -contó-. La internaron, le hicieron una biopsia y al segundo día me confirmaron el diagnóstico. A partir de ahí, tuvimos que cambiar el régimen de vida de toda una familia."
Mónica y su marido decidieron que toda la familia (Margarita tiene un hermano mellizo, que no es celíaco) adoptaría la dieta libre de gluten de su hija. Pero ése no fue el único cambio: "Yo tenía una empresa y me iba muy bien, pero no sabía cocinar y mi hija se estaba muriendo de hambre, así que le entregué la llave del negocio a mi socio y abandoné todo eso. Entonces, me metí dentro de la cocina; en esa época a mí se me quemaban hasta los huevos duros".
El aprendizaje, aseguró Mónica, no fue fácil. "En esa época había mucho menos información sobre la alimentación de una persona celíaca de la que hay ahora -agregó-. Así que todo fue a prueba y error."
Prometo mejorar
La primera comida que cocinó Mónica es difícil de catalogar. "Con Maizena, un huevo y bicarbonato hice un bollito y lo metí en el horno -recordó-. Era espantoso, pero cuando mi hija se levantó después de cuatro días de shock, sin comer, y pidió comer pan, yo le ofrecí ese bollito y le prometí que se lo iba a mejorar."
Margarita, con sólo 18 meses, aceptó la propuesta, y comió. Mónica cumplió con su promesa.
Durante los siguientes catorce años, su cocina fue un laboratorio en donde nacieron y se perfeccionaron recetas de todo tipo (pastas, postres, panes, etcétera). Estas se fueron acumulando hasta que un día Mónica aceptó la propuesta de su médica de cabecera que, tras recibir un diagnóstico de celiaquía, la alentó a darles forma de libro.
El proyecto se concretó cuando Mónica llamó al call center de Maizena en busca de que la firma publicara un libro de recetas para celíacas.
Con una tirada de 5000 ejemplares, el libro acaba de ser lanzado y será distribuido en todo el país y en forma gratuita a quienes lo soliciten al citado call center (0800-444-2337); algunas de las recetas se pueden bajar gratuitamente de Internet ( www.maizena.com.ar/site/Maizena_Celiacos.pdf ).