El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra, pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.
Así lo razona el escritor y pedagogo francés Daniel Pennac a la hora de hablar del valor de la lectura, un valor que adquiere relevancia muy especial cuando se habla de la soledad, especialmente la del niño y la del adolescente. Porque nuestros niños se sienten solos. Muy solos.
La Encuesta de Infancia en España 2008, la mayor y más profunda realizada hasta la fecha en nuestro país, nos sitúa ante una realidad marcada por el hecho de que el 27% de los niños españoles de 6-14 años (un millón aproximadamente) declara sentirse solo en su casa. Además, 350.000 pequeños, al volver del colegio cada día, pasan toda o una gran parte de la tarde solos en el hogar. Más de 70.000 cenan de lunes a viernes sin la compañía de sus padres y 350.000 sienten que sus progenitores están poco con ellos porque trabajan demasiado. Uno de cada cuatro afirma que nadie le ayuda nunca a la hora de hacer los deberes.
En este preocupante baile de cifras, llama la atención la situación percibida por más de 15.000 niños y preadolescentes que declaran vivir una situación extrema de incomunicación con sus padres, plasmada en frases como “nunca hablo con ellos” o “no me acuerdo de la última vez que lo hice”.
A la hora de paliar incomunicación y soledad, el móvil, la televisión y los videojuegos son las armas preferidas. Prácticamente, la mitad de los niños dispone de teléfono individual. El porcentaje llega al 82% en los que rondan 14 años. El 37% utiliza diariamente los videojuegos. En este divertimento los chicos (52%) superan ampliamente a las chicas (21%). Y la televisión forma parte esencial de la cotidianeidad infantil. Cerca de la cuarta parte declara pasar ante la tele toda la tarde todos los días, la inmensa mayoría del tiempo sin supervisión paterna alguna. Cuatro de cada diez tienen televisor en su habitación.
Curiosamente, más de la cuarta parte de los que tienen 12-14 años afirma no haber navegado nunca por internet.
El estudio, que informa que el 12% de los niños tiene a sus padres separados o divorciados, detecta que los pequeños que viven en el campo son más felices que los que lo hacen en la ciudad; que los de menor capacidad socioeconómica, los de padres inmigrantes y los de familias rotas son más propensos a sentirse en soledad, y ser víctimas de aislamiento, incomunicación y violencia en el colegio y fuera de las aulas.
La mayoría de los encuestados niega que sus padres les insulten o peguen habitualmente, pero los indicadores del estudio señalan la existencia de 175.000 niños y 140.000 preadolescentes a los que al menos uno de sus progenitores pega con frecuencia.
Así las cosas, la Encuesta concluye que los niños más solos y pasivos en su tiempo libre son menos felices y acusan un menor rendimiento escolar. Frente a éstos, los denominados asociados, menores habituados a compartir su tiempo con más gente, se muestran más contentos, son más activos y eficaces en el colegio, leen más, hacen más deporte y, por supuesto, tienen un ocio más diversificado. En ese perfil se incluye el 44% de los pequeños de 6-11 años y el 31% de los de 12-14.
Tras esta avalancha de cifras se esconden muchas insatisfacciones y se hipoteca mucho futuro y el buen discurrir de la sociedad. Hoy sabemos con mayor rotundidad que nunca que la creación de un futuro mejor y más saludable empieza por los más pequeños. Cada vez son menos los que cuestionan que invertir en la infancia no solamente es apostar por una sociedad más democrática e igualitaria, sino también por una población más sana, próspera y segura.
Tomemos nota de un último y contundente dato: nueve de cada diez pequeños dicen pasarlo mucho mejor en compañía de sus padres y mayores que solos y, en consecuencia, aspiran a que tengan más tiempo para ellos.