Por: Gisele Sousa Dias
Si fuéramos animales, deberíamos hablar de instintos: de un supuesto "instinto maternal" que tradicionalmente, al menos en el imaginario colectivo, hacía sombra a un supuesto "instinto paternal" porque las ganas de la mujer de tener un bebé solían desperezarse antes, más, cuando la vida fértil apura. Pero entre humanos, los instintos son más bien deseos. Y mientras cambian los estereotipos de la femeneidad -y la mujer deja de creer que sólo es o termina de ser cuando es madre-, la paternidad se revoluciona y empieza a mostrarse como un deseo propio, no como uno parasitario del deseo de la mujer. Así, en algunas parejas, los roles empezaron a intercambiarse: son ellas quienes prefieren postergar para escalar en lo profesional o en lo laboral. Y son ellos quienes no quieren esperar más: tienen el deseo o el instinto, no importa. Importa que quieren ser papás.
Desde la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) dicen que el tema ya se instaló en congresos y simposios. "En el último tiempo ha habido una cierta revolución en los varones jóvenes: la paternidad empezó a aparecer como un deseo propio muy fuerte y dejó de ser sólo el acompañamiento del deseo de la mujer", introduce Norberto Inda, psicoanalista de UBA, experto en temas de paternidad y asesor para la Unesco en temas de género. Y agrega: "Antes 'ser macho' estaba ligado con la potencia con el afuera, con las mujeres, los autos, con el hombre como sostén de la economía. Pero la modificación de los estereotipos de femeneidad implicó un replanteo de la masculinidad. La paternidad aparece así como un nuevo capítulo de la masculinidad: querer ser padre o presenciar el parto ya no es visto como una mariconada. Al contrario, mariconada sería perdérselo".
Harry Campos Cervera, psiquiatra de UBA y psicoanalista de APA, sigue: "Venimos de una cultura machista en la que el hombre era proveedor exclusivo. Hoy, en cambio, relegó parte de esos atributos en la mujer porque los dos trabajan y ganan dinero. Es así que el hombre se siente más débil, por eso necesita algo que le sustente su hombría: el ser procreador".
Por qué ellas postergan, a estas alturas suena a obviedad, aunque, dice la psiquiatra Ana María Muchnik, además de priorizar la profesión, "muchas mujeres no tienen apuro en ser mamás porque están respaldadas por las técnicas de reproducción asistida que prolongaron los tiempos biológicos".
El punto es por qué a muchos hombres, aun siendo tan jovencitos, los gobierna el deseo de ser papás. Pedro Horvat, psicoanalista de pareja y familia, dice: "Un hombre puede querer tener hijos por muchos motivos conscientes e inconscientes: por necesidad de trascender (de continuar el apellido), para reparar su historia infantil ('darle a mi hijo lo que no tuve'), por la identificación con su propio padre ('ser jefe de familia') o por el mandato cultural de 'tener una familia". El psicoanalista Sergio Rodríguez, suma: "Puede haber un deseo genuino de ser padre pero también pueden haber otras razones, por ejemplo, que la mujer esté por levantar vuelo en su trabajo o en su carrera y él crea que convirtiéndola en madre la va a anclar a su casa", explica. El deseo puede surgir, incluso, ante una muerte, "como una fantasía inconsciente de sustituir a quien murió por otro ser de la propia sangre".
Esta falta de sintonía en los tiempos puede generar cortocircuitos en la pareja. Y se entiende si se piensa en que el "todavía no" puede ser entendido por él como falta de amor. "Supongamos que la mujer quiere terminar la carrera antes de tener un hijo pero termina cediendo al deseo urgente de él de ser padre. En ese caso, es probable que con el tiempo, se filtre un pase de factura, tanto con la pareja como con el hijo: un 'por vos no hice lo que quería", dice Inda. "Mientras haya diálogo, habrá posibilidad de negociar. A lo mejor, en vez de esperar a que termine la carrera, pueden planificar para que el embarazo coincida con el final de los estudios. El punto es no abroquelarse en una decisión", dice Campos Cervera. Y termina Muchnik: "Que puedan llegar a un acuerdo para pasar de pareja a familia, depende de la solidez del vínculo. Si ella se siente realizada, seguro será mejor mamá que si se siente obligada. El debe pensar que ella no le está diciendo que no, le está diciendo 'dame tiempo para terminar mi proyecto".
Habrá que negociar, aunque la relación se ponga a prueba. Si él la quiere, su deseo o su instinto, aprenderán a esperar.
La Nación
Hombres culposos
Si antes eran las mujeres las que se sentían tensionadas por el conflicto entre criar a los hijos y salir a trabajar, hoy cada vez son más los padres que acusan malestar porque no siempre logran estar presentes y conectados profundamente con sus chicos. El padre proveedor está dando paso al hombre que necesita de sus hijos para poder vivir
Hace cuarenta o cincuenta años, no era raro encontrar a un padre incapaz de recordar el nombre de todos sus hijos. Hoy todavía existen esos padres, pero también los que son capaces de rechazar una convincente oferta de trabajo fuera del país por no dejar a sus chicos. "Conocí a un padre que estaba entusiasmadísimo con la idea de aceptar un puesto fuera del país, pero su gran culpa era dejar a sus hijos. Esa culpa lo tensiona hasta ahora, a tal punto que no puede tomar la decisión", comenta el psiquiatra Juan Pablo Díaz, quien está viendo cada vez más casos de hombres en conflicto por tratar de ser los mejores padres, pero también exitosos y productivos en otros ámbitos de su vida.
"El valor de los hijos para este hombre es irrenunciable, y la tendencia se encamina en ese sentido: padres involucrados en la crianza de sus hijos en aspectos que van mucho más allá de cambiar pañales -describe el especialista-. Este progresivo cambio -apunta- se ha producido porque en el último tiempo los hombres han ido incorporando la emoción como una parte básica de su existencia. Una emoción que no pueden desarrollar ni en el trabajo ni en el mundo social, pero sí en la intimidad del hogar, y especialmente junto a los hijos."
Esa necesidad de emoción, sin embargo, es la que está despertando en los hombres-padres más jóvenes una culpa que no conocieron sus antecesores. Si antes eran las mujeres, por definición, las que tenían sentimientos encontrados por dejar de centrar su atención en los hijos para entrar al mundo laboral, ahora los hombres también están manifestando su malestar por no poder compartir con sus hijos todo lo que quisieran. Son padres entre 30 y 40 años, describe el psiquiatra: "Se sienten cada vez más involucrados en la crianza de sus hijos, pero continuamente se reprochan no tener más tiempo para estar físicamente con ellos, como para poder construir vínculos emocionales tan estrechos como los que desarrollan con sus madres".
PRIMERA CULPA: Padre proveedor versus padre presente.
La gran culpa del hombre de hoy es que se ve atrapado en dos ámbitos: el deseo de participar más de la parte afectiva de su familia, por un lado, y responder a las exigencias que le impone ser un buen proveedor. El resultado de esta tensión es un padre que sufre por no poder llegar más temprano, y que cuando llega encuentra a los chicos dormidos y no puede compartir nada con ellos. Bien sabe de esto el psiquiatra infantil Arturo Grau, quien comenta que durante mucho tiempo gran parte de los trastornos del sueño en niños se debía a que sus papás llegaban del trabajo y los despertaban a ellos, que se habían dormido temprano, para poder jugar.
Los especialistas coinciden en la idea de que son los propios padres los que tienen en sus manos la decisión de equilibrar trabajo y familia, pero hay muchos que se nublan en su conflicto entre ser buenos proveedores y a la vez padres presentes, aunque hay muchos que le están doblando la mano al modelo y volviendo cada vez más temprano a su casa para asumir una crianza más presente.
SEGUNDA CULPA: No poder establecer un vínculo profundo con los hijos.
Si la primera culpa es de carácter cuantitativo, ésta es cualitativa, y la viven los hombres que habitualmente se quejan de no poder conocer tan profundamente a sus hijos como lo hace la madre, de que les gustaría conocer más su mundo y forjar una relación estrecha que vaya más allá de compartir el día a día.
Esa molestia habla de padres que están siendo cada vez más exigentes en lo afectivo, que quieren aportar un factor emocional importante a la crianza de sus hijos, y que buscan que ellos incorporen su figura dentro de la familia, no sólo en términos de autoridad, sino también de presencia acogedora y contenedora, un rol que tradicionalmente se le ha adjudicado a la madre.
"Los hijos son el gran cable a tierra afectivo de los hombres padres, el que los lleva a enternecerse, a ser amables, tiernos y cuidadosos. En el trabajo mandan la eficiencia y la rentabilidad. La familia, en cambio, exige ternura, y en eso los hijos son una reserva infinita. Esa relación es muy valiosa, y de ahí que los hombres se culpen muchas veces por no poder lograrla", sostiene el especialista. Y en eso, muchas veces, los padres terminan "envidiando" a las madres, que desarrollan esta relación de profundidad por su mayor cercanía innata con los niños.
¿Cómo lograr que los padres también construyan esa proximidad? Al comenzar a desarrollar el vínculo desde la temprana infancia, con gestos tan sencillos como cambiarlo, sacarlo a pasear, ayudarle a hacer las tareas, conversarle y también escucharlo.
TERCERA CULPA: El miedo de ser autoritarios.
Para los padres, éste es un punto complicado y que los llena de contradicciones. No pocos son los que se preguntan: "¿Cómo los reto?, ¿cómo me enojo con ellos si los veo tan poco?" Según el psiquiatra infantil Sergio Canals, hay muchos hombres padres que actualmente sufren una "doble culpa", porque deben ponerles límites a sus hijos, con restricciones y castigos. Eso los hace sentirse culpables, y también juzgados desde afuera por una sociedad que hoy no ve con buenos ojos a quienes utilizan mano dura en la crianza de los niños. El concepto de autoridad -que significa "ser autor" y guiar a las personas para que desplieguen su autonomía- está hoy muy asociado al autoritarismo, distorsionadamente. Hoy día, en una cultura en que se han acentuado los derechos y el dejar que las personas se expresen libremente, los padres que restringen se sienten culpables y a la vez juzgados desde afuera. Entonces, pierden autoridad y terminan criando niños tiranos.
CUARTA CULPA:´El padre separado y su sensación de abandono del hijo.
Quienes viven con mayor intensidad las culpas son los padres separados; una culpa que, a juicio de los especialistas, era impensada hace treinta años. "En esa época, toda la responsabilidad quedaba en manos de la madre. Hoy, pensar así ya no es políticamente correcto, y se han abierto espacios para el cuestionamiento del hombre", afirma Canals.
Los separados sufren, extrañan a sus hijos y temen dejarlos. Tanto, que muchos evitan separarse porque no quieren dejarlos. Habitualmente dicen que, luego de alejarse de ellos, se dan cuenta de todo lo que se perdieron mientras no estuvieron con ellos.
Con la separación, muchos padres logran darse cuenta de que sí pueden alterar su rutina de trabajo y priorizar a sus hijos por sobre la jornada laboral. "Se dan cuenta de que son capaces de habilitarse algunos horarios; de que, desde la carencia, pueden hacerse el espacio. Dicen: «Me gustaría tenerlos mucho más que los miércoles a las 6 y fin de semana por medio». ¿Y cómo era antes? Los hijos estaban todos los días, pero los hombres quizá los valoraban y consideraban menos".
Por Magdalena Andrade / El Mercurio GDA
Los conflictos ancestrales
Las nuevas generaciones de hombres no sólo están viviendo culpas en relación con la crianza de los hijos, la familia y sus afectos. También hay culpas que, a pesar de las transformaciones de la sociedad, los acompañan desde siempre, y aparecen cuando sienten que han fallado en alguna de las áreas cruciales que ponen en juego su masculinidad.
Según los especialistas, la identidad masculina -y las culpas- se desarrolla sobre la base de tres pilares:
EL TRABAJO: la cultura todavía espera que los hombres trabajen la jornada completa, tengan un buen sueldo y sean exitosos en cualquier labor que emprendan. Y si no son exitosos, que cumplan con el principio de una alta productividad. Si no responden en ninguna de esas dos áreas, sienten que no están cumpliendo, y desarrollan la culpa.
LA PAREJA Y LA FAMILIA: este ámbito va de la mano con el sentirse proveedores -para proteger a la familia y a la pareja- y ser el referente de autoridad y poder dentro del hogar. Los hombres sienten mucha culpa cuando, por ejemplo, tienen que vivir con su señora e hijos en la casa de los padres, o cuando ella gana más que él, porque sienten que no están cumpliendo todo lo que deberían cumplir.
LA SEXUALIDAD: los hombres están socializados para ser heterosexuales y conquistadores, aun cuando están en pareja. Cuando sufren sucesivos rechazos femeninos -especialmente en el área sexual-, sienten que no están cumpliendo en esta área y se sienten humillados, con culpa, miedo y depresión.