Imperial College London (Reino Unido)

Laca para el pelo asociada a una anomalía genital congénita

Las gestantes expuestas en su lugar de trabajo a los ftalatos que contiene este producto presentan mayor riesgo de que su hijo nazca con hipospadias.

Un estudio coordinado por el Imperial College London (Reino Unido), que ha contado con la participación del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) de Barcelona y el University College Cork, señala que las mujeres que están expuestas en su lugar de trabajo a laca para el pelo durante el primer trimestre del embarazo presentan más del doble de riesgo de que el bebé nazca con hipospadias.
 
La hipospadias es una de las anomalías congénitas más habituales de los genitales masculinos, en la que la abertura de la uretra se encuentra ubicada hacia la cara inferior del pene. Esto estaría motivado por la presencia de ftalatos en gran parte de las lacas, sustancias que se asocian a un descenso de la actividad de los andrógenos provocando malformaciones del sistema reproductivo como la hipospadias.
 
Los ftalatos son un grupo de sustancias químicas que se añaden habitualmente a los plásticos para incrementar su flexibilidad y que se encuentran presentes en otros productos como cosméticos o cables eléctricos, entre otros.
 
El investigador del CREAL Mark Nieuwenhuijsen aseguró que "es el estudio más amplio sobre hipospadias realizado hasta el momento, y el primero que pone de manifiesto un vínculo significativo entre la laca para el pelo y esta anomalía congénita". Los autores del estudio, que se publica en la edición digital de "Enviromental Health Perspectives", sostuvieron que los resultados del estudio pueden tener implicaciones en otros problemas reproductivos.
 
Recientemente se ha planteado que la hipospadias, la afección de testículos no descendidos, el semen con deficiente calidad y algunos tipos de cáncer testicular constituyen síntomas de un problema subyacente, la forma en la que el sistema reproductivo se desarrolla en el útero.
 
La hipospadias afectan aproximadamente a 1 de cada 250 niños del Reino Unido y los Estados Unidos, y en España se calcula que a 1 de cada 150, aunque las estimaciones sobre la prevalencia varían. Generalmente, esta anomalía se puede tratar con cirugía correctiva una vez el niño ha cumplido un año.