La idea de encontrarse con parientes les provoca estrés y tratan de evitarlo. Preguntas, recriminaciones o la sola presencia las pone nerviosas, por lo que deciden festejar a solas o en lugares públicos. Son días movilizantes y sensibles.
Por Brenda Focas
Dualidad. Algunas personas lo sufren y otras lo disfrutan. Alejarse de los seres queridos no es lo aconsejable, según los expertos.
La cena está servida. En una mesa larga, adornada con manteles alusivos a Papá Noel, atiborrada de platos y copas, los invitados se dejan seducir por la comida navideña, y en ese momento la pregunta incómoda aparece: “¿Y, Pablo, para cuándo los hijos?”. Es cuando el joven de 30 años maldice una vez más las fiestas, mira para otro lado y se promete a sí mismo que el próximo año pasará Navidad solo. Así como Pablo, muchos son los que deciden pasar estas reuniones sin compañía, algunos por placer y otros para no soportar la inquisición familiar. Lo transitan como un día más, sin pensar demasiado en arbolitos, regalos y, menos, parientes.
“Las reuniones familiares suelen ser alegres pero también pueden acarrear incomodidad, malestar y hasta fobias, sea porque tienen que concurrir casi obligatoriamente a casas de personas que no les agradan, o encontrarse con familiares con quienes no se hablan, o por la ausencia de un ser querido”, explica Gustavo Bustamante, psicólogo y vicepresidente de Fobia Club.
Lo cierto es que esta época del año está impregnada de una sensibilidad especial. Mientras que los psicólogos reciben más consultas porque muchos le temen a la soledad, otros eligen estar la noche del 24 y del 31 solos para evitar todo tipo de conflicto vincular, o simplemente porque les gusta. “Para mí ir a esas reuniones es una tortura, se hablan cosas superficiales que a uno no le interesan y te sentís horrible”, cuenta Viviana Flores, quien pasará esos días con amigos. “Son pocos los que logran apropiarse del festejo en el buen sentido y transformarlo en un buen momento, por lo general estos encuentros suelen reavivar viejas internas”, dice el psicoanalista Ricardo Rubinstein, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Otras personas tratan de aislarse o viajar a lugares donde no haya conocidos. “Me separé hace poco y esta semana decidí viajar a Cuba sin compañía. No quiero preguntas molestas ni ponerme melancólico”, cuenta Juan Pablo. Es que inevitablemente el fin de año es una instancia de replanteos donde se agudizan sentimientos de angustia y se tiende a hacer un balance que no siempre deja saldos positivos. “Es una época de alta movilización y vulnerabilidad donde todos se sienten muy sacudidos por lo que pasó y se piensa en proyectos futuros”, dice Beatriz Golberg, miembro de la Asociación Mutual de Psicólogos. Y agrega: “Por eso mismo, los encuentros aparecen como una instancia para pasar facturas que se consideran ‘impagas’ y hacer comentarios no siempre bien intencionados, en las reuniones la mayoría pregunta mucho y cuenta poco.”
“Hace varios años que para las fiestas trato de hacer lo que me haga sentir mejor. Una vez pensando dónde ir terminé a la medianoche, mientras todos brindaban, caminando solo por la calle, fue una linda experiencia”, recuerda Jorge Acevedo.
Los que toman esta decisión reconocen que no es fácil aislarse sin afectar al entorno. “Mi mamá no entiende cuando me rehúso a ir a la casa de sus amigos, se pone mal y a veces termino accediendo para que no se deprima”, cuenta Malena Suárez. “Cuando decís que no vas, rompés el equilibrio del esquema familiar. Te empiezan a reclamar, te llaman para que vayas y te insisten tanto que a veces es mejor ir y tratar de que pase lo más rápido posible”, concluye Jorge.
Frente al dilema de pasarlo solo o en compañía, en las últimas décadas aparecieron nuevos modelos, como
los encuentros multifamiliares, de amigos o parejas, porque lo importante, dicen los especialistas, es estar acompañado para paliar la tristeza o compartir la alegría.
Los síntomas del distrés de fin de año
La llegada de fin de año trae aparejadas miles de tareas, como la organización de las fiestas, las corridas para comprar los regalos y presiones varias que producen un aumento de irritabilidad y malhumor. Según los especialistas, en diciembre abundan las consultas médicas por desgano, dolores de cabeza y malestares físicos en general. Andrea Homene, miembro de la Red Provincial de Salud Mental, explicó que “la acumulación de situaciones estresantes que cada uno debió resolver a lo largo del año hace que los sujetos se vuelvan más propensos a esta patología”. Según explica, la gente llega al consultorio por diferentes manifestaciones de lo que llaman distrés: los síntomas aparecen en dolores de espalda, contracturas en el cuello, cefaleas, alteraciones gastrointestinales, trastornos del sueño, depresión y cansancio crónico. “Cuando se llega a este estado, lo aconsejable es ir al médico para poder bajar los decibeles y llegar con más reservas a las fiestas y a las vacaciones”, recomendó la psicóloga.