La presencia de antibióticos en sistemas acuáticos ha ocasionado que las bacterias que ahí habitan se hagan resistentes a la acción de esas sustancias. Microorganismos, como algunas cepas de Escherichia coli, son controlados con esos compuestos dentro del cuerpo humano; si el tratamiento es eficaz, el organismo patógeno muere, pero una parte considerable del medicamento es desechado a través de la orina y las heces, y luego vertidas a las aguas negras, que son reutilizadas para riesgo de campos de cultivo.
Sin embargo, si el fármaco no funciona, las bacterias pueden adquirir resistencia al compuesto y transferirla a otras, una vez que sean arrojadas al drenaje.
Esa inmunidad ha acortado la vida media de los antibióticos y, por ende, su efectividad, explicaron Irma Rosas Pérez, del Centro de Ciencias de la Atmósfera, y Christina Désirée Siebe Grabach, del Instituto de Geología.
Irma Rosas, doctora en Biología por la UNAM, estudia la presencia de microorganismos patógenos para humanos en sistemas acuáticos, influidos por descargas de aguas residuales en las que se han detectado medicamentos.
El interés por analizar esos organismos, que en algún momentos estuvieron en el tracto digestivo, fue saber qué sucedía con ellos al ser introducidos al ambiente y, en este caso, a concentraciones subinhibitorias de fármacos.
De acuerdo con sus estudios, las bacterias presentan factores de resistencia a panaceas (medicamentos) viejas y nuevas. Según la prueba MIC (Concentración Mínima Inhibitoria), están expuestas a esas sustancias no sólo en el aparato digestivo en un tratamiento, sino también en el ambiente al que son desechadas, y ahí a bajas concentraciones.
El panorama se torna graves, pues su resistencia induce el empleo de mayores concentraciones de antibióticos para su tratamiento, lo que puede propiciar procesos tóxicos, indicó la investigadora y presidenta del Colegio de Biólogos de México.
Otro de los inconvenientes incide en la salud pública, ya que se acorta la vida media de los medicamentos, y se hace necesaria la creación de otros para proteger a humanos y animales sujetos a régimen.
Es necesario descontinuar tratamientos que se han vuelto débiles y echar mano de otros a los que no sean resistentes los microorganismos. Aunque si los médicos y la comunidad hacen mal uso de ellos, y las aguas negras son manejadas de modo inadecuado, su eficiencia seguirá decreciendo. El inconveniente, dijo, es que, en ocasiones, se prescribe a la ligera y, aunado a ello, la población mexicana tiene acceso a estos fármacos sin receta.
A su vez, Christina Siebe, del Departamento de Edatología, precisó que la importancia de estas investigaciones radica en analizar el impacto de las aguas negras sobre los ecosistemas, pues sólo un porcentaje bajo de los desechos de 21 millones de habitantes del Valle de México pasa por una planta de tratamiento, mientras que la mayor parte son vertidos directamente a los sistemas acuáticos o canales de reigo.
Además, el empleo de antibióticos está pensado para combatir a microbios específicos y patógenos que afectan a los animales y al hombre, aunque en el ambiente muchos de estos compuestos pueden dañar a un grupo importante de microorganismos benéficos, encargados de realizar procesos biogeoquímicos trascendentes para el reciclaje de nutrimentos, señaló.
Ante ello, es necesario identificar las panaceas diluidas en el agua y en los suelos para analizar su concentración y la manera en que los afectan, por lo que se monitorean las sustancias con base en el consumo de los medicamentos en México; además, se evalúan las cantidades que se consumen y por que rutas se dispersan en el ambiente.
Comportamiento de fármacos en el ambiente
Ambas investigadoras participan en un proyecto multidisciplinario sobre el comportamiento de fármacos en el ambiente, junto con científicos de otras entidades de la UNAM, el Instituto Nacional de Salud Pública e Instituciones alemanas.
Uno de los objetivos es que la información que se genere tenga una utilidad como beneficios y aportaciones al conocimiento científico; mejor entendimiento de los procesos; saber cómo y dónde actúan estas sustancias, y a quiénes afectan; además influir en los tomadores de decisiones en salud pública, para que consideren los resultados en favor de la población y del ambiente.
Por esa razón, las especialistas se han dado a la tarea de incorporar en el programa a epidemiólogos y médicos en general, además de pares con conocimiento en el mercado de los fármacos, geocientíficos ambientales, ingenieros y microbiólogos, para discutir de manera conjunta las repercusiones de producir, consumir y verter indiscriminadamente este tipo de panaceas al ambiente.