Sebastián A. Ríos
La reducción del consumo de sal en la dieta de las personas a las que les han diagnosticado hipertensión (uno de cada tres argentinos adultos la padecen) es una de las medidas no farmacológicas más recomendadas por los médicos, ya que ha demostrado ser de gran utilidad para bajar la presión arterial.
¿Pero les habló el médico a esos pacientes sobre la importancia de sacarse de encima los kilos de más, mantener un peso saludable y optar por una alimentación rica en vegetales? Poner en práctica estos consejos ha demostrado tener un impacto aún más importante para el control de la presión arterial que dejar el salero de lado.
"Es cierto que la reducción del consumo de sal tiene un efecto positivo sobre la presión arterial, pero ese efecto no es tan grande como el que tienen bajar de peso y adoptar una dieta rica en frutas y verduras, y en la que los productos lácteos sean descremados", comentó la doctora Suzanne Oparil, ex presidenta de la Asociación Americana del Corazón y de la Asociación Americana de Hipertensión de los Estados Unidos.
Mientras que la reducción del sodio permite bajar la presión arterial entre 2 y 8 mm/Hg, cada diez kilos que baja de peso una persona con hipertensión que está excedida redunda en una reducción de entre 5 y 20 mm/Hg (la presión considerada normal es de 80/120 mm/Hg). En cuanto a la adopción de una dieta como la mencionada por Oparil, su impacto es una caída de aproximadamente 8 a 14 mm/Hg (ver ilustración).
¿Por qué entonces tanto énfasis en indicar un menor consumo de sal cuando otras medidas pueden ser tanto o más beneficiosas?
"Adoptar una dieta más saludable demanda mucho más esfuerzo que reducir el consumo de sal, y siempre se ha buscado hacer llegar mensajes fáciles de adoptar a los pacientes -respondió la doctora Oparil-. Por otro lado, es cierto que reducir el consumo de sal es de gran importancia en hipertensos que tienen otras afecciones cardíacas o renales."
Sin embargo, agregó Oparil, actual directora del Programa de Biología Vascular e Hipertensión de la Universidad de Alabama, Estados Unidos, "en el paciente hipertenso medio es mucho más importante bajar de peso, aun cuando no se alcance un peso corporal ideal".
El sobrepeso y la obesidad, vale la pena recordar, no sólo son factores de riesgo para la hipertensión, sino que también incrementan las posibilidades de desarrollar diabetes y enfermedades vasculares que pueden finalmente desembocar en un infarto, un accidente cerebrovascular o en la enfermedad vascular periférica.
La dieta DASH
Buena parte de las evidencias en favor de lo dicho por Oparil, que actualmente visita la Argentina para dar una serie de conferencias para expertos en hipertensión locales, provienen del llamado estudio DASH: Dietary Approaches to Stop Hypertension o, en castellano, Abordaje Dietario para Detener la Hipertensión.
Ese estudio, realizado por el Instituto del Corazón, el Pulmón y la Sangre de los Estados Unidos (Nhlbi, según sus siglas en inglés), demostró que adoptar una dieta basada en frutas y verduras, que incluya productos lácteos descremados, con una reducida presencia de grasas saturadas, es una gran aliada contra la hipertensión.
Ayuda a tratarla, pero también a prevenir su desarrollo.
Más allá de su énfasis en las frutas y los vegetales, la "dieta DASH" apunta a reducir el protagonismo de las carnes rojas, las grasas animales, los dulces y las bebidas azucaradas y a poner un mayor énfasis en los granos enteros, el pollo, el pescado y las nueces.
"De alguna forma, ese tipo de dieta presupone un bajo contenido de sal, ya que se basa en alimentos frescos, no procesados", comentó el doctor Pablo Rodríguez, director del Consejo Argentino de Hipertensión Arterial.
El mensaje es, según Oparil, "evitar la comida rápida": aquella industrializada, "en la que el alto contenido de sal es empleado como conservante".
Algunos cambios propuestos por el Nhlbi para cambiar gradualmente hacia una dieta DASH:
Si come una o dos porciones de vegetales al día, agregue una más en el almuerzo y otra en la cena.
Si no come fruta, comience incorporando una como postre o entre comidas.
Reduzca a la mitad su consumo actual de manteca o margarina.
Incremente gradualmente su consumo de productos lácteos descremados. Por ejemplo, reemplace las gaseosas por leche o yogur entre comidas.
"Estas medidas son útiles incluso en los pacientes que toman fármacos para la presión arterial, ya que podrán reducir la cantidad de medicamentos que deben tomar -agregó Oparil-. Sin embargo, debe quedar claro que en la mayoría de las personas no reemplazan el tratamiento farmacológico indicado por sus médicos."