GABRIELA CAÑAS
Uno de cada tres niños españoles sufre exceso de peso u obesidad. ¿Significa eso que hay en España miles de padres que se están arriesgando a que las autoridades públicas les arrebaten la tutela de sus hijos? La alarma ha saltado cuando hace una semana se supo que la Xunta de Galicia forcejea con unos padres por la tutela de un niño de nueve años que ha llegado a pesar 83 kilos y que sufre bronquiolitis y apnea obstructiva del sueño. De momento, la disputa se ha saldado con la comparecencia pública de los padres, las explicaciones de la Xunta y el escarnio público del menor, cuyas fotos e imágenes incluso han aparecido en algunos medios de comunicación.
El caso podría indicar que la sociedad, víctima de nuevos patrones estéticos, haya caído en una grave patología, transformando su antiguo gusto por las carnes -siempre se ha considerado que un niño rollizo rebosa salud- a una auténtica obsesión por la delgadez. Nada más lejos de la realidad, a ojos de los expertos que siguen los casos de menores.
Todos estos expertos han detectado, eso sí, una mayor incidencia de la obesidad en los niños. La vida sedentaria y una alimentación inadecuada son una conjugación letal para los pequeños. Jesús García, pediatra del Hospital del Niño Jesús de Madrid y presidente de la Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil, cree que España es aún un país demasiado propenso a la obesidad por una mera cuestión cultural e histórica. "La guerra y la posguerra trajeron una impronta del hambre que permanece en algunas zonas. Comer es sinónimo de salud y se prefiere cuatro platos que dos", dice García, que a renglón seguido añade: "Pero, cuidado, una cosa es la obesidad y otra muy distinta la negligencia de algunos padres respecto a un niño obeso que sufre por esa causa graves problemas de salud".
Lo habitual, según los expertos consultados, es que las autoridades públicas adviertan a los padres, en esos casos extremos, del peligro de la obesidad de sus hijos. En tales casos, los padres suelen concienciarse y colaborar con las autoridades. En algunos casos han llegado a ser los progenitores los que han pedido o admitido de buen grado que su retoño viva en régimen de internado hasta reducir su peso y volver a una vida normal.
Nada de esto ha sido posible en el caso de Galicia. La Xunta, a través de los servicios educativos y de salud municipales, detectaron el caso en 2004, cuando el niño sólo tenía cinco años. El seguimiento de los servicios sociales ha sido exhaustivo. Se llegó a comprobar que la convivencia del niño con sus abuelos lograba mejorar notablemente la dieta y el estado físico del pequeño. Pero la abuela enfermó y la tutela y convivencia con los padres sólo empeoraba la situación, a pesar de las recomendaciones de pediatras y nutricionistas, que incluso le mantuvieron a dieta en un centro de día.
Sólo ahora, cinco años más tarde, y cuando, según el propio juez, peligra la vida del menor y ya se han agotado todas las vías es cuando se ha recurrido a la drástica medida de separar al niño de sus padres. "Cuidado. No es un internamiento o una cárcel. Se trata de que el niño viva en un centro de menores en el que hay médico permanentemente y de que siga manteniendo, sin embargo, el contacto con la familia", advierte una portavoz de la Xunta. Quitar la tutela del niño, recuerda, es una medida reversible.
En Andalucía, donde el problema de la obesidad infantil es más agudo que en otras zonas de España, no ha habido, sin embargo, ningún caso similar. Ningún experto de la Junta quiere hablar de este tema, por desconocer el fondo del asunto, pero un portavoz añade: "Sinceramente, creemos que en ese caso tiene que haber algo más; que no se trata de un mero problema de obesidad mórbida".
En ese caso, a la obesidad mórbida, se añade, por ejemplo, un problema de absentismo escolar. Se añade también una actitud por parte de los padres que ha puesto en guardia a los expertos. "Espero no tener que ver en televisión al niño y/o a los padres participando en un programa de televisión a cambio de dinero. He visto tantas cosas...", comenta el psicólogo y especialista en infancia Javier Urra, de la Fiscalía General del Estado.
Como bromea el pediatra García, la enfermedad de algunos niños es tener a determinados padres. Y por encima de ellos se defiende el interés superior del menor. "Los profesionales de menores saben que es mejor no separar a los niños de su familia salvo casos extremos", dice la psicóloga y concejal de Sanidad de Ourense Margarita Martín. "La separación es una medida que se toma como último recurso aunque se sepa que duela. Es como utilizar la quimioterapia, que se sabe que es venenosa, para curar el cáncer". "El núcleo familiar es siempre la mejor opción. Y en casos extremos hay que intentar la reeducación familiar antes de decidirse por la separación", abunda Manuel Alvear, adjunto al Defensor del Pueblo, psicólogo y pedagogo.
"En efecto, la separación no es buena. Por eso siempre se intenta empezar a trabajar con la familia al completo. El caso del niño gallego, como el del niño asturiano que tenemos nosotros aquí son casos muy extremos totalmente excepcionales", explica un portavoz del Principado de Asturias.
En el Defensor del Pueblo aseguran no haberse ocupado de ningún caso de separación familia por obesidad mórbida. Tampoco ha habido casos en Cataluña y Madrid. En todo caso, sus responsables están poco habituados a airear públicamente los detalles.
"Yo quiero elevar una queja en toda regla contra los medios de comunicación. Es peligroso dar publicidad a asuntos que atañen a menores y en el caso del niño gallego lamento profundamente que los medios, con su actitud, hayan hecho tan flaco favor a la intimidad del niño", dice Inma Pérez, secretaria para la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat de Cataluña.
En este caso, también Urra y los servicios sociales de la Xunta creen que el niño es doblemente víctima. Sus fotos y un vídeo televisado en el que aparece jugando a la pelota han marcado al menor, seguramente, para siempre, incidiendo en el estigma que pesa hoy sobre la gordura.
Los servicios sociales municipales y autonómicos suelen actuar en un marco bien distinto. Detectan el caso y empiezan a actuar con la discreción que el caso requiere. Enseñan pautas de alimentación y vida sana y, con la colaboración de los padres, los niños suelen revertir la situación. En 2006, el Principado de Asturias separó a un niño de sus padres. El chaval, con sólo 10 años, llegó a pesar 100 kilos. Tres años después sigue bajo la supervisión pública, pero ha perdido casi la mitad de su peso. "En ese caso, el resultado ha sido positivo. El niño sigue en una institución, pero tiene contacto con la familia. Lo ideal es que las pautas las ponga en práctica todo el ámbito familiar", explican en el Principado.
La negligencia, el desamparo y el maltrato suelen ser las causas más habituales por las cuales las comunidades autónomas retiran la tutela de un menor a los padres. Alimentar en exceso hasta poner en riesgo la vida de un menor y no poner voluntad ninguna en cambiar las cosas es la razón por la cual se puede llegar a tomar una decisión tan drástica en las que las administraciones autonómicas suelen contar con el apoyo de jueces y fiscales. El auto dictado por el juez el mes pasado sobre el niño gallego dice lo siguiente: "El grado de obesidad que presenta el paciente, unido a la falta de cumplimentación del tratamiento, ponen seriamente en riesgo la salud vida del mismo y pronostican un elevado riesgo de padecer secuelas importantes tales como la hipertensión, arteriosclerosis, enfermedad coronaria, hiperlipemia, diabetes...".
Este auto demuestra claramente que el asunto que ha saltado a los medios estos días no es un asunto de obesidad, sino una grave cuestión sanitaria. "Es un problema gordo; valga la redundancia", comentan en el Principado de Asturias. Un problema de peso que a Inma Pérez le gustaría que calara más en la sociedad. "Este año se cumple al 20º aniversario de la declaración de los derechos del niño y es una buena ocasión para actualizarlos. En algunos países hay que reclamar todavía el derecho a la alimentación de los niños. En otros, como el nuestro, hay que incorporar conceptos que garanticen la salud adecuada de nuestros pequeños".
De nuevo, la mirada acusadora se vuelve hacia los padres. La mejor dieta, dicen pediatras y nutricionistas, es el ejercicio. Pero será difícil que un niño lo haga si no lo ve en casa. "De nada sirve decir que hay que desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un pobre si el padre sale cada día corriendo con apenas un café en el estómago", dice Jesús García. Y cuando una mala alimentación desemboca en una enfermedad, el peor enemigo, dicen en la Xunta, es que los padres sigan sin ver la gravedad del asunto.
Dormir sentado para respirar
- El caso de Anamarie Martínez-Regino. Fue uno de los primeros que saltó a la prensa en septiembre de 2000. Las autoridades de Nuevo México (EE UU) separaron a la niña de sus padres por considerar que no la atendían adecuadamente. Anamarie, una niña que nació con un peso normal ya marcaba en la balanza, con sólo un año, los 23 kilos. A los tres años, cuando las autoridades intervinieron, alcanzó los 54,4 kilos y tenía que dormir sentada para poder respirar.
- 100 kilos a los 10 años. El Principado de Asturias intervino en el verano de 2006 en un caso similar. Retiró la tutela de manera temporal a los padres de un niño de diez años que pesaba 100 kilos. Los abuelos protestaron por la medida a través de los medios de comunicación y luego se supo que la madre del menor había muerto por anorexia. Las autoridades - Batalla por la tutela. La Xunta de Galicia decidió la semana pasada separar a los padres de su hijo, un chico de nueve años que ha llegado a pesar 83 kilos. Los padres han protestado por la medida y han acudido a los medios de comunicación, pero el niño padece graves problemas de salud y un juzgado de Ourense considera que su vida corre peligro.
Educar es también enseñar a comer
ARTURO CANALDA
Puede parecer exagerado que una Administración decida asumir temporalmente la tutela de un menor sustituyendo una función que debe corresponder a los padres. Muchas son las ocasiones en las que esto sucede y, en la mayoría de ellas, lo único que se pretende es dotar de mayor protección al menor. Así sucede en los casos de malos tratos o cuando el alcohol o las drogas impiden a unos padres ocuparse adecuadamente de sus hijos. También puede llegar a producirse esta situación en los casos más duros de separaciones matrimoniales traumáticas o simplemente cuando no existan unos padres y una familia extensa que pueda hacerse cargo de los niños. Hasta aquí parecen situaciones perfectamente entendibles por cualquier persona y si la Administración no actuara de esa manera sería objeto de todo tipo de reproches.
En el último año hemos conocido dos casos muy llamativos en los que se ha asumido la tutela administrativa de dos chicos al observarse un evidente riesgo para su salud. Ambos casos están relacionados con el sobrepeso y la incorrecta alimentación de dos niños, uno en Galicia y otro en el Principado de Asturias. La opinión pública se ha mostrado estos días dividida por cuanto se ha entendido que la Administración estaba excediéndose o sobreactuando en unos casos en los que, aparentemente, no hay un peligro evidente e inmediato para los niños. Nada más lejos de la realidad. Si el caso fuera justamente el contrario, es decir, si se tratase de unos padres que no dan de comer a su hijo y éste estuviera famélico y desnutrido, todo el mundo entendería, y exigiría, que la Administración actuase rápidamente y con la mayor contundencia para proteger a ese niño.
A veces, los padres no son capaces de entender que por acción y omisión se puede estar perjudicando a un niño, porque ellos quieren de veras a su hijo. La Administración debe ser muy cuidadosa y, cuando decide asumir la tutela de forma temporal, debe limitar esa situación excepcional al tiempo estrictamente necesario. Y, en el caso que nos ocupa, debe trabajar con el niño, por un lado, para restablecer todos los parámetros que garanticen que su salud no se resienta y con los padres, por otro, para que, cuando el chico retorne a casa, no se vuelvan a dar las circunstancias que han motivado la separación.
También debemos reflexionar sobre otro aspecto más de fondo. España empieza a despuntar en todas las estadísticas referentes a la obesidad infantil. No deja de ser curioso que, siendo una de las cunas de la denominada dieta mediterránea, los datos indiquen que nuestros hijos comen realmente mal y que, de seguir así, la situación comenzará a ser alarmante. A lo mejor hay que pensar en que educar también es educar en hábitos saludables. Comer sano, hacer deporte, no pasar tanto tiempo delante de la tele y del ordenador y salir a jugar a la calle con el resto de amigos, son viejas recetas que, con seguridad, funcionan.
*Arturo Canalda es Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.