Burnout

¿Por qué tantos jóvenes médicos quemados?

Crítica situación para muchos estudiantes y residentes de Medicina.

"Burnout" en médicas en el período de residencia
 
La mitad de los médicos empiezan a sufrir el síndrome del "burnout" o de "estar quemado" durante el período de residencia, justo al inicio de su carrera profesional, según un estudio elaborado con residentes de primer y tercer año de la Unidad Docente Barcelona Ciudad, hecho público en las IX Jornadas de Residentes de Medicina Familiar y Comunitaria de Cataluña.
 
La investigación, realizada sobre una muestra de 61 médicos residentes, constata que el 51,7% de los médicos que respondieron el test que mide el "burnout" dieron positivo en alguno de los aspectos característicos de este síndrome, como son el cansancio emocional, la realización personal y la despersonalización.
 
El coordinador del estudio, Ricard Riel, puso de relieve que estos síntomas se manifiestan tanto entre los médicos que se encuentran en su primer año como entre los médicos de tercer año, "incluso más entre los noveles".
 
Al respecto, la presidenta del comité organizador del encuentro, promovido por la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFyC), Susana Valiente, se mostró "sorprendida" por el hecho de que este síndrome sea especialmente relevante en residentes de primer año, que "son teóricamente los que tienen una mayor ilusión para amortiguar las dificultades".
 
Según Manuel Sarmiento, vocal de Residentes de la CAMFyC, "el profesional de la medicina se encuentra cada vez más presionado para convertirse en un "súper médico" y el residente que no es ajeno "ve añadida su incertidumbre laboral posresidencia", señaló. 

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Estudiantes quemados
Autor: Gonzalo Casino
gcasino@cardiel.net Lunes , 12 de Junio de 2006 

Sobre el burnout y la angustia de los futuros médicos

Tanto hablar del burnout de los médicos y de cómo quema el ejercicio de la profesión, y resulta que los médicos ya vienen quemados de la facultad. El asunto no está todavía bien estudiado (apenas hay cuatro decenas de estudios en MedLine), pero hay indicios que señalan que los estudios de medicina son más estresantes y pasan una mayor factura emocional que otras disciplinas universitarias. Una reciente investigación realizada en EE UU ha llegado a la conclusión (provisional, obviamente) de que cuanto más se aproximaban los estudiantes al final de su formación médica más probabilidades tienen de estar quemados. En conjunto, el 45% de los estudiantes reconoce padecer burnout, ese síndrome de angustia profesional caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización (tendencia a tratar a los demás como objetos y no como seres humanos) y bajo sentimiento de realización personal.

El trabajo, firmado en primer lugar por Lotte Dyrbye y publicado en Academic Medicine, una revista de la Association of American Medical Colleges que incluye numerosos artículos relacionados con la calidad de la enseñanza y sus condicionantes, consistió en una encuesta a 1.098 estudiantes de tres facultades de Medicina del estado de Minnesota que representan los tres tipos de enseñanza médica en EE UU: tradicional estatal (University of Minnesota en Twin Cities), estatal orientada a la atención primaria (University of Minnesota en Duluth) y privada centrada en las especialidades (College of Medicine de la Mayo Clinic en Rochester). Los resultados de esta encuesta podrían extrapolarse al resto de facultades de EE UU y significan, cuando menos, un toque de atención para los centros de enseñanza de otros países desarrollados, pues la formación médica no es sustancialmente diferente. En todas partes, la transición de la facultad al trabajo para completar la formación mediante una residencia es una de las fases más críticas en la profesión médica. La triada de largas jornadas de trabajo, falta de sueño y fatiga es moneda corriente en los jóvenes médicos que inician su bautismo profesional como residentes. A esto hay que añadir un variable nivel de angustia creada por el contacto con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, la necesidad de formarse, las responsabilidades y otros factores que pueden dar lugar a unos primeros signos de fatiga y desilusión cuando todavía no se ha completado la formación.

Que se queme un estudiante es como si se quemara un corredor antes de correr, una desgracia prematura que hace pensar en desajustes básicos. Si los datos de esta encuesta se confirman con otros estudios, deberían saltar todas las alarmas porque realmente habría algo esencial que está fallando en la profesión, desde el aprendizaje al ejercicio. Cada vez parece más claro que la salud y el bienestar de los profesionales de la salud están siendo desatendidos, y lo  que insinúa este estudio es un elemento adicional para que el atractivo de la profesión médica siga cayendo todavía más.


Fines y confines
Autor: Gonzalo Casino
gcasino@cardiel.net Martes , 27 de Junio de 2006 

Sobre la necesidad de repensar los valores de la medicina

La medicina, ¿es una actividad humanística con un componente científico o una actividad científica con un componente humanístico? Este tipo de preguntas no tienen respuesta clara, pero obligan a repensar qué es la medicina y cuáles son sus fines. Pocas actividades humanas se repiensan tanto a sí mismas como la medicina, pocas han cambiado tanto la vida de los hombres y quizá ninguna como ella necesita con tanta urgencia reformular sus objetivos ante los avances de la ciencia y ante los imperativos económicos y éticos que los acompañan. No todo lo posible es deseable y además tampoco es sostenible económicamente. El debate sobre el aumento constante de la demanda de asistencia sanitaria en los países desarrollados gira habitualmente en torno a los medios –técnicos, humanos, económicos, organizativos, etc.– de la medicina y la asistencia, como si la crisis del sistema sanitario fuera ajena al propio concepto que tenemos de la medicina. Sin embargo, el debate teórico sobre los fines de la medicina resulta a la postre de lo más práctico, pues la reformulación de los viejos fines permite establecer límites y prioridades. En este sentido, la definición de salud de la OMS de 1947 como un estado de completo bienestar físico, mental y social ha resultado ser de lo más perniciosa al ampliar casi ilimitadamente el campo de acción de la medicina y posibilitar que algunas personas crean, casi con fervor religioso, en la salud absoluta.

Pero ni existe la salud absoluta ni existe la posibilidad infinita de mejorar la salud, puesto que la medicina puede conquistar algunas enfermedades pero estas serán sustituidas por otras y la muerte sólo se puede posponer, no evitar. La actual preeminencia del modelo biomédico ha llevado a desatender la función humanitaria y de cuidados, el tratamiento del dolor y el sufrimiento, la asistencia integral del enfermo y no sólo de sus partes enfermas, la dimensión poblacional de la salud y la comunicación con el enfermo, entre otras responsabilidades de la medicina. El prestigioso Hastings Center de Nueva York ha consensuado en un documento sobre los fines de la medicina (traducido al español por la Fundación Víctor Grífols i Lucas) estos cuatro: la prevención de la enfermedades y lesiones y la promoción y conservación de la salud; el alivio del dolor y el sufrimiento causados por males; la atención y curación de los enfermos y los cuidados a los incurables, y la evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila, a la vez que recordaba que “una medicina que procura ser al mismo tiempo honorable, moderada, asequible, sostenible y equitativa debe reflexionar constantemente sobre sus fines”. Redefinir los fines de la medicina es, en cierto modo, redefinir sus límites. Como el poder de la medicina siempre es limitado y no todas sus posibilidades son aceptables y asumibles, es necesario ir más allá del simple debate sobre la organización y financiación de los sistemas sanitarios, y acometer con serenidad y buen juicio el de los sus fines y confines.

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