MARÍA SÁNCHEZ-MONGE
La posibilidad de 'leer' en los genes de una persona su riesgo de sufrir problemas cardiovasculares aún no está al alcance de la mano. Los estudios genómicos han avanzado de forma espectacular pero, de momento, los métodos clásicos de predicción siguen siendo los mejores aliados de la prevención cardiaca. Así lo constata un estudio realizado con 19.000 mujeres.
La investigación, publicada en la última edición de 'The Journal of the American Medical Association' ('JAMA'), probó la eficacia de un sistema predictivo basado en 101 marcadores genéticos (denominados polimorfismos de un solo nucleótido o SNP) que han sido relacionados con una mayor probabilidad de sufrir enfermedades del corazón.
Todas las participantes estaban sanas en el momento en el que comenzó el análisis, pero al cabo de una media de 12 años de seguimiento se registraron un total de 777 eventos cardiovasculares (infartos de miocardio o cerebrales, fallecimientos y revascularizaciones de las arterias coronarias). El centenar de variantes genéticas no sirvió para identificar a aquellas mujeres con más probabilidades de sufrir algún padecimiento.
En cambio, los métodos convencionales, como medir el colesterol y la tensión arterial, sí permitieron predecir el riesgo. Curiosamente, la fórmula más útil de anticipar el peligro fue preguntar a las féminas por sus antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares.
Contar con un pariente cercano que hubiese tenido un infarto de miocardio antes de los 60 años resultó ser uno de los signos más claros de alerta. Esto corrobora la existencia de un componente genético, pero los autores del estudio señalan que hay algo más.
"Nuestros hallazgos confirman la importancia de la historia familiar, que integra una genética, comportamientos y factores ambientales compartidos", afirman los investigadores, encabezados por Nina Paynter, del Brigham and Women's hospital de Boston (Estados Unidos). Los genes juegan un papel esencial, pero pueden ser igualmente relevantes los hábitos de vida y el entorno en el que ésta se desarrolla.
En todo caso, los científicos no reniegan de los avances genómicos. Tan sólo descartan la utilidad de los principales marcadores de riesgo genético cardiaco identificados hasta la fecha. Al mismo tiempo, animan a la comunidad científica a seguir buscando técnicas que faciliten la identificación de aquellos individuos que corren un mayor peligro de padecer problemas vasculares. El objetivo: instaurar medidas preventivas antes de que se desarrolle la enfermedad.