Polémica

Psicología, psicoanálisis y neurociencias

Una respuesta a Mario Bunge.

Fuente: La Nación

Por Eduardo Said

La publicación destacada de una nota de Mario Bunge denostando al psicoanálisis, y la escasez argumental de sus juicios, hace que optemos por un curso diverso a la confrontación directa. Proponemos mejor un debate de ideas, un espacio abierto a la interlocución. Para el caso, entre psicoanálisis y neurociencias.

Aún así no podríamos no detenernos en destacar algunos puntos.

En las facultades de psicología, con sus matices y énfasis, el psicoanálisis se encuentra en un cruce discursivo polémico y enriquecedor con otros abordajes teórico-clínicos tanto del campo psicológico (cognitivismo, teoría sistémica, gestalt, constructivismo, etc.) como del quehacer neurocientífico.

Este cruce de saberes suele encontrar en las universidades sus entramados y diferencias. Campos abiertos a múltiples secuencias investigativas en curso, motivo de jornadas, congresos y todo tipo de encuentros. Basta entrar en las páginas web para observarlo. Invitamos al lector a hacerlo.

Sostener que el psicoanálisis produce un efecto de captura en el que la "inteligencia" argentina queda alienada por un parloteo sin consecuencias equivale, cuanto menos, a devaluar su particular capacidad de abordaje crítico.

Asimismo, sostener que los llamados procesos mentales no son sino cerebrales y conectados con los sistemas endócrino e inmune, como afirma Bunge, es de un reduccionismo que anula el campo complejo y multifacético de las ciencias sociales. No hay lógica colectiva, no hay juridicidad, no hay determinación simbólica, sólo conectividad neuronal-endocrinológica.

Afirmar que un sintagma complejo, como el de "libre albedrío", con un inmenso desarrollo en el campo de la interrogación ética, filosófica, jurídica, teológica, no es sino un rasgo de la actividad espontánea de la corteza prefrontal, implica una posición animista que reduce el campo de la subjetividad, de la relación con el prójimo, el campo político social, a una "decisión" autonómica de las neuronas.

No hay el Otro. La función de la palabra, el campo del lenguaje y de la ley se reducen a impulsos neuronales. En aras de la pretensión de cientificidad se cae en una hipótesis animista del cerebro que piensa por automatismo. Así, lo peor del oscurantismo puede tener la apariencia de cientificidad.

El cruce de los cuerpos con el lenguaje requiere un bagaje argumental conceptual complejo, y, en ese punto, el psicoanálisis propone desarrollos de una densidad y un espesor que enriquecen las prácticas sociales que de allí se derivan.

Afirmar que el psicoanálisis "no involucra razonamientos rigurosos" es insostenible. Bastaría abrir algunos textos de Freud y de Lacan para encontrar cómo su lógicidad se vio exigida a compulsarse con distintas vertientes del saber humano en el contexto de cada época.

Tomar el seminario de Lacan es vérselas con la lógica, la matemática, la topología, la lingüística, la retórica, la filosofía, la teología, la literatura, el derecho. Y no como adorno intelectual, sino exigiendo al psicoanálisis y al psicoanalista, a este último con particular énfasis, a dar cuenta de los fundamentos de sus hipótesis y de sus actos. La polémica se juega en el plano teórico clínico, pero fundamentalmente sobre el plano de la ética.

Si se parte del cerebro y sus mapeos, si se elimina toda hipótesis de las formas del Otro social, se anula, se forcluye (N. de la R.: excluye, rechaza) la posición sujeto. Y el riesgo es la manipulación supuestamente acrítica. Subjetividad, lazo con el prójimo quedan borradas por el mapeo cerebral. Es fácil de allí derivar a que toda psicología con pretensiones de cientificidad debería trabajar para los laboratorios psicofarmacológicos.

La riqueza de la investigación sobre el cerebro puede deparar una renovada oferta de espejismos de colores.

Los psicoanalistas no sostenemos una posición que prescinda de los cuerpos, ni, por ende, de las neuronas. Pero se trata de cuerpos que no son sólo orgánicos; no son sólo conectividades neuronales. Sino cuerpos marcados por el Otro, por el desgarro subjetivo, y las palabras son un recurso mayor para disolver padecimientos, como lo son para generarlos.

Por suerte, no todo el campo de la investigación en neurociencias tiene una postura equivalente. Muchos han salido del oscurantismo. De otra parte, también hay una interesante y fecunda interrogación, dirigida desde el psicoanálisis, a compulsar los hallazgos de las neurociencias con sus hipótesis y conceptos fundamentales. No ha habido demostración neurocientífica que diera por tierra las hipótesis psicoanalíticas. Casi se podría afirmar lo contrario. Pero es tema para debatir, aquietadas las aguas.

El discurso genera lugares, y el de Bunge en esta nota rescata el alumbramiento de la psicología argentina por las vías de las investigaciones del doctor Facundo Manes. Supongo que esa misma trama discursiva lo coloca en exceso al doctor Manes en oposición a la supuesta "charlatanería" psicoanalítica. Tal vez, valga la pena poner estas cuestiones en polémica. © LA NACION

El autor es decano de la facultad de Psicología y Ciencias Sociales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, UCES