María Roca, Ezequiel Gleichgerrcht, Teresa Torralva y Mariángeles Pose, en Ineco. Foto: Marcelo Omar Gómez
Por Nora Bär
Usted está parado en un puente sobre las vías de un tren. Allí, a sus espaldas, trabajan cinco personas. El tren se acerca. Al lado suyo hay un hombre corpulento. Si lo empuja, el tren lo aplastará, pero se salvarán cinco vidas. ¿Lo empujaría?
En general, la respuesta a este dilema en poblaciones de distintas culturas suele ser "no". Pero hay una excepción: entre las personas con demencia frontotemporal (DFT), trastorno neurodegenerativo cuya principal manifestación son las alteraciones de la conducta, suele registrarse un alto número de respuestas afirmativas.
Ahora, un trabajo de investigadores argentinos que acaba de publicarse en Social Neuroscience logra explicar por qué en este grupo unos empujarían a aquel hombre y otros no, pero además alumbra algunos de los circuitos cerebrales que inciden en el juicio moral en personas sanas.
"Lo primero que hay que aclarar es que no hay respuestas correctas o incorrectas, porque la moral es una construcción cultural -explica Ezequiel Gleichgerrcht, jovencísimo investigador de Ineco [24 años] y autor principal del estudio, que también firman Teresa Torralva, María Roca, Mariángeles Pose y Facundo Manes, de Ineco y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro-. Pero en trabajos previos ya se había observado un patrón similar. Por ejemplo, en otra investigación de Ineco sobre 1300 personas, vimos que sólo 200 optaban por empujar, y esto mismo se encontró en poblaciones americanas, japonesas... Pero hasta ahora nadie había investigado por qué hay pacientes con DFT que contestan afirmativamente y otros, negativamente."
Para averiguarlo, los científicos les administraron este test a 22 personas con DFT precoz y evidencias de atrofia frontal, y las sometieron a una batería de tests neuropsicológicos que detectan problemas de empatía, toma de decisiones y juicio moral. Los resultados sólo mostraron diferencias significativas en una de las variables examinadas: los sujetos tenían puntajes muy bajos en las pruebas sobre capacidad de inferir los sentimientos del otro, algo que los neurocientíficos denominan "teoría de la mente".
"[Los que sí empujaban] tuvieron puntajes menores respecto de los que no lo hacían en un test en el que tenían que elegir entre cuatro opciones la que mejor representaba la expresión de una mirada (foto de abajo). Lo interesante es que en imágenes de resonancia funcional se ha visto que esta prueba activa la misma zona del cerebro que se deteriora muy tempranamente en estos pacientes. Es un circuito alterado", explica Gleichgerrcht.
Para los especialistas existen dilemas morales personales e impersonales, según el tipo de daño que se decida infligir a otro.
El que nos pone en la situación de empujar a un hombre a las vías es personal, explica Gleichgerrcht. La contrapartida es otro en el que un tren se acerca a una bifurcación. En un ramal hay cinco hombres; en el otro, uno solo. El sujeto puede activar una palanca para que el tren tome uno u otro ramal. "En este caso, la mayoría contesta que movería la palanca -cuenta el investigador-. Es una decisión impersonal, porque no se inflige daño en forma directa. Los estudios de neuroimágenes muestran que, en este caso, el procesamiento tiene que ver más con la corteza cerebral dorsolateral, es una decisión racional. En cambio, cuando se hace daño personalmente, hay una activación ventromedial, el área que muy tempranamente se deteriora en los pacientes que estudiamos."
Según explica Pose, la demencia frontotemporal es un cuadro que afecta a una población de 60 años, en promedio, que generalmente está en la etapa productiva de la vida.
"Son personas que tienen déficits cognitivos que se vinculan con la corteza orbitofrontal [el área que está por encima de los ojos], y tienen que ver con la cognición social: la que nos permite hacer varias cosas a la vez, decidir qué es más importante, ponernos en el lugar del otro -subraya Torralva-. Esta era una zona misteriosa, no se sabía muy bien cuáles eran las funciones que cumplía."
Para Manes, aunque algunos procesos cognitivos son conscientes y deliberados, otros son automáticos. "Por ejemplo, ciertas decisiones morales están más relacionadas con la emoción que con el razonamiento explícito. Luego de actuar, uno analiza y explica racionalmente la decisión moral que ha tomado, influido en realidad por la emoción."