Nora Bär
En la Argentina, todos los años mueren 2000 mujeres por cáncer de cuello de útero y se registran 5000 casos nuevos de la enfermedad. Los responsables, como también del cáncer de vulva y vagina, de pene y de ano, son los virus del papiloma humano (HPV, según sus siglas en inglés). Y aunque desde hace aproximadamente tres años los médicos cuentan con dos vacunas efectivas para prevenirlos, su administración en el país es muy baja. El motivo: cuestan entre 400 y más de 1000 pesos cada una de tres dosis.
Sin embargo, gracias a un notable avance realizado por un equipo de investigadores del Conicet y el Instituto Leloir, estas vacunas en el futuro no sólo podrían producirse con tecnología made in Argentina , sino también a precios mucho más bajos.
"Las inmunizaciones actuales tienen muy altos costos de producción porque se fabrican en células eucariotas [de animales] -explica el doctor Gonzalo de Prat Gay, director del Laboratorio de Estructura, Función e Ingeniería de Proteínas de la Fundación Instituto Leloir-. Es más económico producir proteínas recombinantes con bacterias."
Prat Gay, Leonardo Alonso y su equipo vienen estudiando cómo puede variar la función de las proteínas de acuerdo con su estructura tridimensional (la forma en que se pliegan) desde hace muchos años, y concibieron una forma de producir la inmunización completamente distinta de la actual: lograron ensamblar a partir de sus componentes una partícula idéntica al virus HPV... pero vacía; es decir, sin la información genética. Cuando la detecta, el sistema inmunológico "cree" que está frente a un virus, pero éste no puede replicarse ni propagarse.
"Nuestro sistema inmunológico reconoce la parte del HPV que envuelve los genes, la «cápside» -explica el científico-. Está formada por dos proteínas, pero se vio que con la mayoritaria ( virus large particle o VLP) se puede armar algo así como un «seudovirus». En las vacunas actuales, esto sale ya «armado», porque las células son el lugar donde naturalmente se replican los virus. Las bacterias fabrican la proteína, pero «planchada». El hito tecnológico consistió en transformarla en esta molécula gigante a través de un proceso químico y de folding [plegado]."
Hasta ahora, las pruebas en animales muestran que la respuesta inmunológica que se obtiene con esta tecnología, la cantidad de anticuerpos que produce, es igual a la que se logra con las otras inmunizaciones y que tiene un 99% de efectividad.
"Aunque todavía está en etapa preclínica, se puede anticipar que este grupo ha logrado un desarrollo antigénicamente muy potente; es decir, que es muy capaz de producir anticuerpos -afirma el doctor Silvio Tatti, profesor de ginecología de la Facultad de Medicina de la UBA y director del Programa de Tamizaje y vacunación contra HPV del Hospital de Clínicas, además de asesor del proyecto-. El secreto industrial no es sintetizar la proteína, sino lograr la tridimensionalidad o, en otras palabras, que tome forma humana. Es un esfuerzo enorme, que requiere un gran conocimiento."
Para poder llevar este desarrollo al mercado -si es posible, a través de la asociación con una empresa farmacéutica argentina- Alonso, Prat Gay y otros investigadores fundaron un emprendimiento biotecnológico, XBio SA, que fue posible gracias a la activa participación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, el Conicet, y un grupo de pequeños inversores que apostó a esta iniciativa en etapas tempranas.
Según explica el doctor Tatti, la lesión preneoplásica no discrimina por nivel socioeconómico. Si hay una intervención médica, se evita la progresión de esa lesión a cáncer de cuello de útero. "En cambio, en las mujeres sin acceso a la salud, sin educación, la enfermedad preinvasora, que se da a los 28 años, en promedio, continúa su curso hacia el cáncer, que se presenta alrededor de los 45 años", detalla el especialista.
"El HPV es un problema mayúsculo en las mujeres de bajos recursos, porque las que están en mejor situación económica acceden a los controles y pueden detectarlo a tiempo -comenta Prat Gay-. De allí la importancia de desarrollar vacunas de segunda generación: igualmente eficaces, pero más económicas."
Y enseguida concluye: "Nuestro laboratorio viene realizando descubrimientos que se fueron plasmando en publicaciones internacionales de alto impacto. Esta acumulación de conocimiento se puede traducir en desarrollos tecnológicos. En mi opinión, no existe ciencia básica o aplicada, sino ciencia de calidad. Lo demás depende, en gran medida, del interés de las empresas por tomar esos conocimientos y transformarlos en productos. Este es un buen momento, porque los márgenes de los negocios tradicionales se reducen y comienza a haber interés en las inversiones en tecnología, en las que el valor agregado y los márgenes de posibles ganancias son muy altos."