El ritmo de las neuronas

El cerebro está atento a cada una de nuestras emociones

Al calor de las pasiones. La memoria y la toma de decisiones, sometidas a sus influencias.

Fuente: Clarin.com

Por Facundo Manes.
DIRECTOR DEL INSTITUTO DE NEUROLOGIA COGNITIVA (INECO) Y DEL INST. DE NEUROC.DE FUND.FAVALORO

Se dice comúnmente que llorar de tristeza o de alegría, que tener esperanza o piedad, que nos irrite una injusticia y que luchemos para vencerla, nos hace más humanos. En realidad, una expresión más precisa debería evitar el aumentativo y decir que las emociones son las que nos hacen, sin más, seres humanos. Y no sólo las emociones positivas, sino también aquellas que nos convierten ocasionalmente en personas impiadosas o pesimistas.

La emoción es un proceso influido por nuestro pasado evolutivo y personal que desata un conjunto de cambios fisiológicos y comportamentales claves para nuestra supervivencia. Tanto, que influye en procesos cognitivos trascendentes como la memoria y la toma de decisiones. Este comportamiento emocional involucra al comportamiento en sí, y también cambios corporales internos (viscerales y sistema nervioso autonómo), el tono de la voz y los gestos.

Fue Darwin en 1872 en La expresión de las emociones en humanos y animales quien postuló que existen emociones “básicas” (como la tristeza, la alegría, la ira, la sorpresa, el disgusto o el miedo) en los animales que son homólogas a las humanas y están presentes en las diferentes especies y culturas. Mucho más acá en el tiempo, el psicólogo norteamericano Paul Ekman mostró que estas emociones básicas están asociadas con expresiones faciales distintivas y que estas señales son comunes en las diferentes culturas del mundo. También postuló que cada emoción básica debería estar asociada a un circuito cerebral particular.
Dos emociones que han recibido atención son el miedo y el disgusto. La tecnología de imágenes cerebrales y el trabajo con pacientes que han sufrido lesiones cerebrales han mostrado que una estructura cerebral llamada “amígdala” juega un rol significativo en el miedo y en la memoria de eventos emocionales. También existe evidencia de que una región cerebral conocida como la “ínsula” subyace al reconocimiento de señales humanas de disgusto.

En un trabajo que publicamos en la revista especializada Nature Neuroscience hace unos años estudiamos con Andy Calder de la Universidad de Cambridge en Inglaterra un paciente, NK, que tenía una lesión en la región insular y mostraba una alta imposibilidad selectiva para el reconocimiento del disgusto. Sobre las bases de estos y otros hallazgos se cree que el cerebro humano contiene sistemas neurales parcialmente separados pero interconectados que codifican emociones específicas. Además del miedo y del disgusto, hay evidencia de que otras emociones como la ira tendrían un circuito neural distintivo. La idea de que estos sistemas están interconectados y se comunican unos con otros es esencial, porque muchas de las situaciones emotivas con las que tropezamos en la vida diaria contienen una combinación de emociones.

También existen las emociones complejas (culpa, orgullo, vergüenza) que emergen entre los 18 y 24 meses de vida y su expresión varía según cultura y contexto. Las pasiones, como llamaban a las emociones los griegos, son las que nos relacionan con nuestra evolución como especie y, a la vez, nos hacen únicos en el reino animal. Parece, entonces, una ironía cuando aún se dice con suficiencia que llorar no es cosa de hombres.
 

El cerebro también canturrea sus melodías preferidas
La música es llave de la memoria, la emoción y la inteligencia.

Por Facundo Manes.
DIRECTOR DEL INSTITUTO DE NEUROLOGIA COGNITIVA (INECO) Y DEL INSTITUTO DE NEUROC.DE FUND.FAVALORO

Nos habrá pasado algún día, seguramente, escuchar en la radio una vieja canción de nuestra infancia y que eso nos retrotraiga a los albores de nuestra vida como una película que empieza a pasar de nuevo por la mente. O pasear por algún lugar remoto del extranjero y que sea cierta música la que despierte la melancolía por el lugar de donde somos .

¿Qué cualidad tiene entonces la música que parece actuar, en muchos casos, como llave que moviliza mecanismos como la memoria, la emoción, la inteligencia humana ? Aunque los neurocientíficos recién están empezando a descubrir cómo nuestros cerebros procesan la música, existe evidencia de activación compleja y generalizada en muchas áreas del cerebro cuando uno toca, escucha o se imagina mentalmente música.

El cerebro es modificado por la música y la exposición a la música podría aumentar el funcionamiento emocional y cognitivo.

Un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience demostró, por primera vez, que escuchar música libera la misma sustancia química en el cerebro que la comida, el sexo e, incluso, las drogas : la dopamina . Esta molécula está muy fuertemente vinculada a los circuitos de recompensa en nuestro sistema nervioso.

Para evaluar el mecanismo biológico detrás de una experiencia musical agradable, el equipo utilizó neuroimágenes funcionales (que nos permiten ir visualizando, en tiempo real, qué áreas del cerebro se activan frente a distintos estímulos) y captar cambios en la temperatura corporal, la conductividad de la piel, la frecuencia cardíaca y la respiración, que los participantes sentían en respuesta a sus canciones favoritas.

Los investigadores encontraron que la dopamina se libera en dos áreas del cerebro: en primer lugar, en anticipación a un pico musical, en el núcleo caudado , clave en el aprendizaje y la memoria; a continuación, durante la experiencia máxima, en el núcleo accumbens , un sitio clave de las vías de recompensa y el placer. Nuestra experiencia con la música también puede variar los patrones de actividad en nuestro cerebro.

Otra cuestión relevante es pensar los mecanismos que se activan para la ejecución musical . En músicos expertos existe una mayor densidad de conexiones entre distintas estructuras del cerebro, a fin de afianzar la coordinación, por ejemplo, de las secuencias motoras necesarias para tocar un instrumento. Esta capacidad del cerebro de ir reorganizándose para alimentar la alta demanda de actividad musical es crucial también porque permite pensar en la utilización de la música para la rehabilitación .

De hecho, investigadores de la Universidad de Harvard han entrenado con ciertos tonos musicales a pacientes que habían sufrido un accidente cerebrovascular, que había afectado su capacidad para comunicarse de manera oral. Observaron que, tras un intenso entrenamiento, se habían remodelado las áreas “sanas” para compensar la falta de funcionamiento de las áreas afectadas por el accidente.

Estas reflexiones nos permiten reconsiderar la simple y reiterada definición que da cuenta de que la música es un arte que combina mucho más que los sonidos.