Estilos de vida

El mono obeso

Menos calorías en la dieta (y más inteligentes) y mucho más músculo activado con deporte y ejercicio.

José Luis de la Serna | Madrid

El principal problema de salud de buena parte del mundo ya no se relaciona con carencia y pobreza. Tampoco con longevidad y aumento del número de personas mayores. Lo que está comprometiendo la sanidad de los países desarrollados, y amenaza también a los que están en vías de desarrollo, es una ecuación inestable.

Por un lado el darwinismo, la evolución. Por otro, el estilo de vida: la abundancia y la pereza. El resultado no está equilibrado. El profesor Enrique Campillo lo explica muy bien en su libro 'El Mono Obeso'. La evolución planetaria, la material, ha superado con creces la biológica. Una va a un ritmo vertiginoso, modificando paradigmas establecidos durante siglos en muy pocos decenios, mientras la otra no sabe de estos cambios y muta con la parsimonia que lo lleva haciendo a lo largo de millones de años.

El resultado es que los genes ahorradores de los primates más evolucionados, forjados desde la prehistoria por hambrunas continuas y ejercicio diario, aún tienen mucha presencia en el más adelantado de los monos, el hombre.

En apenas un siglo, la Humanidad ha pasado de la precariedad y el esfuerzo constante a la abundancia y la inactividad. La consecuencia es grave: una sociedad enferma cargada de bombas metabólicas compuestas por células adiposas con demasiada grasa. En una palabra: casi todos obesos. La única solución para que los sistemas sanitarios no acaben en colapso, debido a los efectos secundarios del aumento de peso, es que se generalice la regla de 500 menos y 500 más como norma de vida.

Es decir, menos calorías en la dieta (y más inteligentes) y mucho más músculo activado con deporte y ejercicio un día sí y otro también. Intentarlo de cualquier otra manera es una tarea inútil. No hay dietas milagro en ningún sitio. La última y famosa, la Dukan, ya la están poniendo en entredicho las autoridades sanitarias.