Si bien están lejos de las clásicas adicciones relacionadas con el alcohol y con otras sustancias químicas, pueden ser igual de problemáticas y esclavizantes.
Agencia CyTA – Instituto Leloir / Comunicación científica UNL. Por Priscila Fernández
¿Qué pasa cuando un chico o un adolescente no pueden estar sin conectarse a Internet? ¿Cómo una persona puede obsesionarse con su apariencia y pasar sus días dentro del gimnasio o chequeando los ingredientes y la calidad de los alimentos que consume? Si una persona no puede detener esas acciones por su propia voluntad, es adicta.
“La noción de adicción no puede limitarse solamente a las conductas generadas por sustancias químicas ya que existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos que, en determinadas circunstancias, pueden convertirse en adictivas e interferir gravemente en la vida cotidiana de las personas”, explicó Hilda Tévez, psicóloga del Instituto de Neuropsiquiatría, Adicciones y psicología positiva de Buenos Aires (INAPBA).
Navegar por Internet, chequear mails constantemente, ver videos en YouTube, la práctica exagerada del ejercicio físico, compulsión a las compras, juego sin control, exagerado y obsesivo cuidado particular en la ingesta de alimentos son algunas de las más nuevas adicciones psicosociales. “Algunas, como el uso de la web y el cuidado corporal son positivas ya que si existen con moderación, son productivas y placenteras”, aclaró la especialista que participó en el III Simposio Nacional de Prevención y Asistencia de las Adicciones realizado recientemente en la Universidad Nacional del Litoral.
Del placer a la adicción
No todo el que va de compras es un adicto, tampoco quien va a un gimnasio o pasa mucho tiempo frente a una computadora. Sin embargo, potencialmente se puede tener conductas adictógenas a toda actividad que genere recompensas. “Se vuelve patológico cuando uno no puede detenerlo cuando quiera”, recalcó Andrés Samá, especialista en drogadependencia de la Universidad del Salvador, quien también participó del Simposio.
Los expertos coincidieron al describir un recorrido de varias etapas en las que se pasa de un uso a un abuso para llegar finalmente a la adicción. En un primer momento la conducta es placentera, luego evoluciona a un aumento de los pensamientos referidos a esa conducta. La siguiente etapa ocurre cuando la conducta se hace cada vez más frecuente. Lo sigue un deseo intenso de llevarla a cabo con expectativas de alivio del malestar y, finalmente, la conducta es mantenida a pesar de las consecuencias negativas. “Esta es la evolución típica de las adicciones psicosociales”, sintetizó Tévez.
“A lo largo de ese camino se va aumentando el compromiso de las personas con la actividad o con el objeto que consuma”, coincidió Samá.
El problema
En el vacío, la ansiedad, la angustia y los conflictos puede, muchas veces, encontrarse los orígenes de las adicciones. “Siempre son consecuencias, no causas”, enfatizó Tévez.
Como señaló Samá, hay una inconformidad fundamental del ser humano que le genera una angustia por el sólo hecho de vivir. Eso, sumado a las actuales condiciones de mercado que ofrece soluciones y vuelven el asunto una cuestión económica es el trasfondo de un problema psicosocial.
Hay una variedad de productos que apuntan a subsanar esta angustia fundamental: desde sustancias legales e ilegales hasta conductas. “La persona, en lugar de resolver estas angustias en un análisis, en una terapia, hablando con los padres o con un amigo, termina resolviéndolo solo con esos objetos”, reflexionó el experto.
“Internet –ejemplificó Tévez– provee una huida de la realidad cotidiana (como el alcohol y las drogas) y se vuelve un problema cuando las personas se involucran con las actividades on line y su interacción virtual descuidando su salud, sus relaciones interpersonales y sus responsabilidad”.
En palabras de la especialista, las nuevas adicciones tapan y disfrazan los verdaderos conflictos y manifiestan la impotencia de un sano camino estratégico de vida, agravando el distrés que dio inicio al abuso y la desmotivación vital. Familia disfuncional, vulnerabilidad de la persona, conductas abusivas o adictivas en la familia o el contexto cercano y la permisividad social son reconocidas como algunas de las complejas variables que intervienen en la generación de conductas de abuso.
Recuperación
Al igual que ocurre con las sustancias legales e ilegales, las adicciones psicosociales requieren de un camino de recuperación. Desde la psicología se propone un trabajo basado en los modelos de la psicología sistémica, cognitiva/conductual y positiva.
En primera instancia se propone el no consumo, luego el desafío es sostenerlo. Según Samá se trata de encontrar otras actividades o herramientas del sujeto que lo ayuden a evitar situaciones de riesgo de consumo. Lo más profundo es que el paciente pueda reconstruir su historia en relación con el consumo.
Los más vulnerables
Las adicciones pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida, sin embargo la adolescencia es la mayor crisis en la evolución de los sujetos, según definen los psicólogos. Por eso es una etapa crítica en el desarrollo de las adicciones.
De acuerdo con el análisis de Tévez, los niños, adolescentes y jóvenes están sobreestimulados, saturados de actividades desde la niñez. Se caracterizan por buscar la satisfacción inmediata. “Es una generación que creció en una especie de burbuja. No juegan en la calle a la pelota porque es peligroso, juegan al fútbol en la play”, reflexionó la experta.
“La relación de los jóvenes con las nuevas tecnologías –adicciones psicosociales sin sustancias– corresponde al contexto de una serie de transformaciones sociales de las últimas décadas y tienen como consecuencia un profundo cambio en los valores y en las actitudes que pueden provocar conductas de abuso o adictivas”, destacó.