Emilio de Benito
MADRID.- Los psicólogos ya lo llaman el "efecto Google ": la alteración en el proceso de aprendizaje y en el desarrollo que se produce cuando una persona -niño, joven o adulto- tiene a golpe de clic las nuevas tecnologías. Si ya hubo que hacer un esfuerzo hace 40 años para explicar que saber multiplicar seguía siendo útil, aunque existieran calculadoras, ahora la memoria humana es la siguiente capacidad en riesgo de caer en desuso. ¿Para qué aprender los nombres de las capitales del mundo si Internet las da en milésimas de segundo?
Cuatro experimentos que acaban de publicarse en Science demuestran que las personas están utilizando Internet como una extensión de la propia memoria. En el estudio, los voluntarios tenían que prestar atención a una serie de curiosidades, como que el ojo de las ostras es mayor que su cerebro. Al escucharlas, un grupo podía guardar los datos en un archivo de computadora o recibía la información de que iban a ser borrados. Luego se les preguntaba qué recordaban.
El resultado fue contundente: los que creían que iban a poder consultar con la computadora no se tomaron la molestia de aprenderse los datos, y los que pensaban que la información se borraría se acordaban mejor.
Con las nuevas tecnologías, la capacidad de memorizar se va perdiendo. "Los estudiantes usan Internet como una memoria externa", afirma Betsy Sparrow, una de las autoras del trabajo. "Pero ¿es malo? Yo creo que no", agrega Roddy Roediger, de la Universidad de Washington en San Luis.
Bueno o malo, el cambio es notorio. El impacto de Internet en nuestra manera de aprender es bueno y malo a la vez. La psicóloga clínica Beatriz Azagra lo explica así: "Las nuevas tecnologías sirven para que los alumnos se interesen por otras cosas. Las presenta de una manera más atractiva - afirma esta profesora de la Universidad Complutense de Madrid-. Pero a veces eso va en detrimento del esfuerzo."
"Las nuevas tecnologías son un buen soporte del proceso de aprendizaje -admite Azagra-, pero no se puede sustituir la relación con el profesor." La especialista agrega que a veces hay tantos estímulos que el niño se confunde. "Es importante no perder el valor de la palabra. A veces, los niños y los que no lo son tanto están tan acostumbrados a encontrar todo en Internet que a la hora de expresar un conflicto no saben hacerlo", afirma.
Lo que está claro es que las nuevas tecnologías afectan aspectos del aprendizaje y el comportamiento. Por ejemplo, la psicóloga clínica Esther Legorgeu indica cuatro en los que ella cree que se está produciendo un perjuicio. "El interés por los textos escritos y la capacidad de comprensión están empeorando", afirma. También declara: "La capacidad de imaginación está disminuyendo. Más que inventar, lo que ahora se hace es planificar la búsqueda de la información. Al leer en papel, hay que relacionar lo escrito con lo que se sabe. Ahora, esas relaciones están en la pantalla".
Esta situación implica una segunda merma: el decrecimiento del esfuerzo mental. "En todo proceso de aprendizaje, hay dos tipos de memoria: la de trabajo, que se usa para obtener datos con los que razonar y obtener conclusiones, y otra de largo plazo, en la que almacenamos conceptos por si en un futuro nos son útiles -dice la psicóloga-. Ahora almacenamos menos. Es parecido a lo que pasó con el cálculo mental cuando llegaron las calculadoras", explica.
Un tercer aspecto perjudicado es la atención a lo verbal. "Los alumnos encuentran la exposición oral menos interesante porque es menos interactiva", afirma Legorgeu. Esto tiene un impacto claro en la enseñanza: "Los profesores lo tienen más difícil, porque niños y adolescentes están sobreestimulados".
Pero no todo es negativo. La psicóloga cree que las nuevas tecnologías fomentan el autoaprendizaje. "Cuando alguien está motivado, le cuesta menos profundizar y se aprovecha una información más global", indica. También se desarrolla la memoria visual.
Cambio de hábitos
Lo que está claro es que la incorporación masiva de estas nuevas tecnologías supone un esfuerzo de adaptación. "El teléfono o las calculadoras supusieron un salto tremendo, un cambio de hábitos, pero no en el ser de la persona", concluye el psicobiólogo de la Universidad de Educación a Distancia Ricardo Pellón.
Al disponer de nuevos recursos, el ser humano, vago por naturaleza, puede abandonar habilidades y eso se refleja en el cerebro.
Como explica el jefe de Neuroimágenes de la Fundación Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas (CIEN), Juan Alvarez-Linera, la clave de todo este asunto está en la plasticidad del cerebro, demostrada por las imágenes de resonancia magnética funcional.
Por eso, Legorgeu cree que "como todos los cambios influyen en el cerebro, las nuevas tecnologías también lo harán, aunque sólo se podrán demostrar cuando haya un uso intensivo".
"El cerebro es como una computadora muy compleja, que puede estar cambiando continuamente el software", afirma Alvarez-Linera. Esto se traduce en que cambian las conexiones neuronales. "Con un entrenamiento intensivo es como si se estuviera actualizando continuamente el software", agrega.
El entrenamiento y los hábitos producen cambios en el cerebro, y al revés. "En pequeña escala, esto se está probando ya con muchas habilidades", añade el neurorradiólogo.
Todo esto tiene un impacto en la vida cotidiana. "Desde que llegaron los móviles, ya nadie se acuerda del número de teléfono de nadie -pone como ejemplo Alvarez-Linera-. Y esa falta de entrenamiento específico tiene su efecto en la memoria, aunque no tiene por qué ser necesariamente negativo, porque esa pérdida se compensa con la memoria para saber dónde y cómo los tenemos que ir a buscar", indica.
En el caso de los niños o los adolescentes, el impacto es, si cabe, aún mayor. "Un chico de 15 años maneja mucha más información hoy día que uno de su misma edad de hace 50. Y para eso tiene que desarrollar otro tipo de habilidades que también implican a la memoria, como es la gestión de la información (más que saberlo todo, saber cómo acceder de forma rápida y eficiente a los datos)", explica Alvarez-Linera.
Y esta situación se vincula con el llamado "efecto Google" y su impacto sobre la memoria de las nuevas tecnologías. "Obviamente hay cosas que ganar y otras que perder". Lo que hay que hacer, entonces, es tomar medidas para que los beneficios sean superiores a los perjuicios. Para ello, la primera recomendación del neurorradiólogo es "mantener en forma el cerebro. No es bueno dedicarse a tareas monótonas, lo mejor es tener una actividad cerebral variada", afirma.
Esto incluye trabajar otros tipos de memoria, como la de procedimientos y no olvidar el ejercicio físico, que sabemos que contribuye a mejorar las conexiones cerebrales. "Hay actividades, como el golf o la música, que funcionan bien, porque aparte del ejercicio físico hay que acordarse de las posturas, los movimientos".
Al final, Álvarez-Linera resume que, independientemente del uso de las tecnologías o no, lo que hay que hacer es "darle vida al cerebro".
CAMBIOS DE SOFTWARE O DE HADWARE
El impacto de las nuevas tecnologías es tan grande que incluso hay quienes se plantean que podrían afectar al cerebro, un órgano muy plástico que acaba de formarse en la adolescencia. Sin embargo, una cosa es que, debido al uso de nuevos aparatos, el cerebro actúe de una manera nueva, y otra -muy distinta- que haya cambios morfológicos. Eso es lo que opina el psicobiólogo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Ricardo Pellón. "No creo que haya un cambio y, si lo hay, será muy lento. Es muy pronto para hablar de un cambio en las conexiones neurológicas específicas", afirma Pellón.