Por Valeria Vera | LA NACION
Diferentes rumores sobre la decadencia del hospital pediátrico Juan P. Garrahan, circularon en los últimos meses y pusieron, a su modo, en riesgo la imagen insignia que supo consolidar a lo largo de casi treinta años.
Sin embargo, la urgencia que en la actualidad atraviesa "El Gigante" -como se lo conoce internamente- parece pesar apenas se ingresa al lugar y se recorren los 110.000 m2 que ocupa el predio de ese centro de alta complejidad.
Su dinámica interna y su infraestructura no acusan recibo del final de una etapa de esplendor, aunque a medida que se conocen de cerca sus historias sí se advierte que tampoco "lo que brilla es oro" ahí dentro. Así lo expondrán distintos profesionales de la salud durante una recorrida con LA NACION.
El mayor peligro parece estar dado por la permanencia de algunos conflictos que llevan años sin solución y que son expuestos con frecuencia en los paros que realizan sus trabajadores. Pese a todo, hay algo que es cierto: el hospital no corre el riego inminente de perder las fortalezas que asimiló con los años, pero necesita apuntalar los problemas que sólo, a veces, logran salir a la luz y lo sumergen en una crisis que se vuelve crónica.
Sobredemanda
La excelencia del Garrahan se tiñe, por momentos, por una sobrecarga de trabajo en la guardia y las salas que tienden a colapsar, sobre todo, en épocas críticas como finales del otoño y principios del invierno. También por los vaivenes que registra la demanda de pacientes que acuden al lugar desde la periferia y varios países limítrofes, seducidos por su prestigio o porque escapan del déficit que atraviesa el sector de la salud para dar respuesta.
Esta combinación de la demanda propia con la "ajena" se traduce a diario en internaciones improvisadas en los pasillos ante la falta de capacidad en las habitaciones, equipadas con 510 camas, 120 de las cuales se destinan a la terapia intensiva. Según comentaron a LA NACION, por las noches el panorama se vuelve aún más complejo y el personal no logra dar abasto.
Autoridades del hospital dicen no desconocer la situación y la describen amparándose en una de las premisas que siempre guió a la organización: "Todo niño que ingresa al hospital debe ser atendido". Así lo explica a este medio Josefa Rodríguez, directora de la institución: "Vivimos con un 98% de ocupación y en momentos de epidemia podemos llegar a 110%. Entiendo el colapso como alguien a quien no le puedo prestar atención y eso no ha ocurrido jamás aquí".
Efectos en el equipo de salud
La sobrecarga de pacientes trae de la mano, además de mayor cantidad de horas de trabajo sin una retribución acorde al esfuerzo, malestar, cansancio y estrés acumulados por los empleados, muchos de ellos con un promedio de 20 años de experiencia. Algunos lo reflejan en su mirada aturdida mientras corren de un lugar a otro para cumplir con sus tareas y cubrir las urgencias. Otros logran verbalizarlo: interpretan esas señales como "riesgosas" a la hora de brindar atención a los más pequeños.
"Con la misma cantidad de profesionales se está atendiendo una demanda mucho más grande. Y esto recae en el trabajador. Queremos atender a los niños dignamente y consideramos que esta manera no es la mejor", asegura la doctora Liliana Ongaro, presidenta de la Asociación de Profesionales y Técnicos del hospital.
No obstante, Rodríguez advierte que cuando peligra la eficiencia, el hospital logra aumentar sus contrataciones frente a las necesidades, algo que algunos de los gremios que militan dentro, como la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la que preside Ongaro, ponen en tela de juicio. Señalan que no se respeta el estándar ideal de contar con un enfermero cada cuatro pacientes, porque suele haber uno cada siete u ocho, y que en distintas oportunidades el mismo plantel se hace cargo de salas que aumentan su capacidad hasta casi el doble, como ocurrió, por ejemplo, con la de pacientes oncológicos que dejó de ser exclusiva.
La entrada principal del Garrahan, ubicada sobre la calle Combate de los Pozos. Foto: lanacion.com / Martina Matzkin
Viejos problemas sin solución
A estos roces internos, se agregan las diferencias que genera en el equipo de salud la llamada carrera hospitalaria. Mientras la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - un gremio más cercano a la dirección- la asocia con un programa "satisfactorio y estimulante" que permite ascender en la organización, otros, como ATE y el gremio de profesionales (menos cercanos a la postura oficial), la tildan de "injusta y discriminativa" porque sostienen que sólo reconoce como profesionales a los médicos y descalifica al resto de los empleados a la hora de mejorar sus condiciones laborales.
Esto último se ve opacado, además, por las fricciones que se desprenden del pago de salarios, cuya brecha separa cada vez más, según denuncian algunos delegados, al personal técnico del jerárquico. De acuerdo con los datos aportados por los empleados, el sueldo promedio del cuerpo de enfermería se ubica en alrededor de 2800 pesos frente al de las jefaturas y conducciones que oscila entre los 35 y 40 mil pesos.
Las paritarias firmadas el pasado 13 de julio, que fijaron un aumento del 24 % (un 10% a partir del 1° de junio, otro 10% a partir del 1° de agosto, y un 4% a partir del 1° de diciembre de este año), no conforman a una buena parte del personal que solicitaba el 40% en función de los índices de la inflación.
Renovación y mejoras
En términos de infraestructura y equipamiento el hospital atraviesa un período de renovación que comenzó hace un tiempo y logró avanzar fuertemente un año atrás. Si bien las reparaciones que se vienen realizando no alcanzaron a cubrir a todo el hospital, los empleados destacan que se perciben avances.
Así se arregló la mayoría de las goteras distribuidas a lo largo de todo el centro de salud, impidiendo nuevas filtraciones, y se reforzaron algunas paredes que estaban bastante deterioradas. También se empezó a realizar la puesta a tierra del sistema eléctrico, cuyos cables habían sido robados en el pasado, y se está reemplazando tecnología que había quedado desactualizada. "En relación a lo que esto era hace cinco años atrás estamos en el Palacio Barolo", ironiza uno de los delegados de ATE durante la visita al lugar.
Sin embargo, algunas reparaciones también levantan sospechas. Hay quienes argumentan que los fondos que maneja el hospital no son transparentes y que muchas veces no parten del presupuesto acordado para este año, que quedó pautado en 693, 18 millones de pesos (340 millones aportados por la ciudad de Buenos Aires y 353, 818, por el Ministerio de Salud de la Nación). Extraoficialmente, se habla de un presupuesto de alrededor de 720 millones.
Desafíos
El hospital se encuentra actualmente tironeado por internas que necesitan aplacar a tiempo para no quebrarse. Su personal lo sabe y se mantiene firme. Sabe que mientras persistan estos problemas, que incluyen carencias de distinta naturaleza, peligran varios de los pilares que le dan vida a este centro de salud, que recibe constantes elogios de los padres de los chicos por su dedicación y reconocimientos de carácter internacional, que llevan a replicar el modelo en otras ciudades del mundo.