Su familia pide una muerte digna

Lleva 17 años en estado vegetativo

Según tres comités de bioética su estado es irreversible. Una jueza rechazó el pedido.

Fuente: Clarin.com

Por Mariana Iglesias

Una mirada. Un movimiento de labios. Un apretón de manos. Durante años, los padres de Marcelo esperaron infructuosamente que su hijo les diera alguna señal. Para cuidarlo, decidieron tenerlo bien cerca. Armaron una suerte de clínica en el hogar. Contrataron enfermeras, fonoaudiólogos, kinesiólogos. La señal nunca llegó. Los padres finalmente murieron, de tristeza, de impotencia, de cáncer, del corazón. Marcelo sigue postrado en una cama, ahora de una clínica. Su estado vegetativo permanente es irreversible, según aseguraron tres comités de bioética. Sus hermanas pidieron el retiro del soporte vital y, ante la negativa de los profesionales, recurrieron a la Justicia. En un fallo calificado de “aberrante” por especialistas, una jueza rechazó el pedido, que fue apelado. “Lo que era Marcelo ya no está ahí, déjenlo morir de una vez”, piden ellas. El accidente fue un 23 de octubre, 17 años atrás.

“Marcelo no hubiera querido esto, Marcelo no hubiera querido esto”. Adriana Diez repite la frase, como un mantra. Ella tiene 45 años y es contadora, como lo era Marcelo, su hermano mayor, que cumplió 47, pero vivió hasta los 30. Pescaba. Esquiaba. Escalaba. Hacía trekking. Deportes de riesgo. Andaba en moto. Adrenalina pura. ¿Quién es ese hombre con manos como garras, mirada esquiva, boca torcida y piernas de estatua? “Lo que quedó de Marcelo. Un cuerpo que respira”, dice Adriana escondiendo la foto de su hermano.

Aquel 23 de octubre de 1994 era un domingo de sol. Los hermanos iban a hacer un asado en la antigua chacra de sus abuelos en las afueras de la ciudad de Neuquén. Marcelo no llegó, Un auto que ingresaba en la ruta 22 se lo llevó por delante cuando él traspasaba un camión. Lo internaron en el hospital de Neuquén con politraumatismos, pero una infección intrahospitalaria le afectó el cerebro y lo sumergió en el estado vegetativo del que nunca más salió. Era el 8 de diciembre. Lo llevaron a la Fundación Favaloro de Buenos Aires. Nada que hacer, dicen. De allí a la Clínica Bazterrica y luego a ALPI. Ante el fracaso, sus padres, Trude y Andrés, volvieron con su hijo a Neuquén y acondicionaron aquella chacra, que sería una clínica para Marcelo y el interminable desfile de especialistas.

Pero Trude se enfermó, atrapada por un cáncer. “No puede soportar la idea de que su hijo muera antes que ella”, dijo por entonces una psicóloga. Así fue: murió en 2003. El padre, enfermo del corazón, murió en 2008.

Durante 14 años las hermanas respetaron la voluntad de sus padres de mantener vivo a Marcelo como fuera. Pero al morir ellos pidieron opiniones a especialistas: “ Es éticamente aceptable limitar el soporte vital que se ejerce actualmente permitiéndole una muerte digna y evitando la mantención de la vida con un alto costo moral, acercándonos al encarnizamiento terapéutico” (Comité de Bioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva). “No se trata de ponerle fin a la vida de Marcelo. Sólo se trata de legitimar moralmente el permitir que la muerte acontezca sin interferencia tecnológica , que en este caso se interpone como obstáculo empecinado en claro perjuicio de la dignidad humana” (Comité de Bioética del Incucai). “Toda la bibliografía médica y precedentes ético legales recomiendan en el estado vegetativo persistente limitar el esfuerzo terapéutico , lo que incluye no tratar complicaciones infecciosas y/o cualquier tipo de disfunción orgánica. Al paciente lo asiste el derecho a una muerte digna” (Víctor Sciuto, hospital de Neuquén). “Marcelo Diez es un paciente desahuciado en estado terminal, por lo tanto: tiene derecho a morir ” (Comité de Bioética del Ministerio de Salud de Neuquén). Pero las autoridades de la institución se negaron a retirar el soporte vital. Entonces Adriana y Andrea judicializaron la situación.

La jueza Beatriz Giménez también denegó el pedido . Entre sus fundamentos, alegó: “Su cuerpo no exhibe el deterioro propio de alguien que va directamente a una muerte natural. Así lo comprobé personalmente”.

“El fallo de la juez es inconcebible. Los pacientes en estado vegetativo pueden moverse o tener una reacción, son reflejos”, aclara una vez más Carlos Gherardi, autor de “Vida y muerte en Terapia Intensiva”. “El fallo de la jueza es contradictorio. Dice que acuerda con sacar el soporte vital, pero cuando lo visita ve reacciones.

Desde lo científico es imposible. Marcelo es un cadáver oxigenado”, sostiene Ignacio Maglio, abogado especialista en Bioética. “El fallo es lamentable desde lo jurídico y la bioética”, dice el abogado de las hermanas, Lucas Pica. Y explica que apelaron ante la Cámara Civil de Neuquén. Adriana y Andrea siguen esperando. Pasaron 17 años.