Por Gene Emery
NUEVA YORK (Reuters Health) - Datos sobre 11.028 pacientes de Dinamarca con esófago de Barrett demuestran que el trastorno no aumenta tanto el riesgo de cáncer como se creía.
Así lo revela un estudio publicado en New England Journal of Medicine que es el último que cuestiona si es necesario realizarles endoscopías regulares a los pacientes con esófago de Barrett, excepto cuando presentan células anormales de displasia.
"Era importante ser muy cuidadosos durante el primer año después del diagnóstico porque algunos pacientes pueden tener un cáncer que los médicos no podemos ver y algunos tienen displasia", explicó el autor principal, doctor Peter Funch-Jensen, del Hospital Universitario de Aahrus, en Dinamarca.
Por eso sugirió hacerles "de dos a cuatro endoscopías en el primer año y, después, ningún tipo de vigilancia, excepto en los pacientes con displasia".
El nuevo estudio determinó un riesgo absoluto anual del 0,12 por ciento, "una cifra mucho más baja que el riesgo asumido del 0,5 por ciento, que es el umbral que contemplan las guías de vigilancia", afirmaron los autores. El seguimiento de los participantes duró unos 5,2 años.
Estudios previos habían estimado un riesgo entre el 0,4 y el 1,1 por ciento. Pero otro estudio publicado este año en Journal of the National Cancer Institute y realizado sobre 1,7 millones de personas de Irlanda del Norte, lo estimó en un 0,13 por ciento, lo que es casi igual a lo que obtuvo el equipo de Funch-Jensen.
"Hay una enorme cantidad de pruebas de que el ardor estomacal frecuente y el esófago de Barrett son factores de riesgo del adenocarcinoma esofágico. De todos modos, el nivel de riesgo es bajo", escribió en un editorial el doctor Peter Kahrilas, de la Northwestern University, en Chicago.
"A pesar del aumento precipitado de los casos de adenocarcinoma esofágico en estos años, es un cáncer infrecuente en Estados Unidos, con apenas 8.000 casos en el 2004", añadió Kahrilas.
Al 1 ó 2 por ciento de las personas a las que se les realiza la primera endoscopía se le dice que el esófago comenzó a engrosarse y se parece al recubrimiento interno del estómago, dos características del esófago de Barrett. La tasa es del 10 al 20 por ciento en las personas con reflujo ácido, según precisó Funch-Jensen.
La Sociedad Estadounidense de Endoscopía Gastrointestinal recomienda controlar dos veces por año a los pacientes con esófago de Barrett sin displasia y cada tres años para detectar cambios que podrían convertirse en un tumor fatal. Pero al 95 por ciento de las personas con adenocarcinoma nunca se le diagnostica esófago de Barrett.
El estudio, el más grande en su tipo, incluyó a todos los pacientes con enfermedad de Barrett diagnosticada entre 1992 y el 2009, según el cruce de información del Registro Danés de Patologías y del Registro Danés del Cáncer.
El riesgo anual de desarrollar adenocarcinoma (del 0,12 por ciento) es 11,3 veces el riesgo de la población general. "Me sorprendió que fuera tan bajo", dijo Funch-Jensen.
Pero el riesgo real se observó en personas que comenzaron con una displasia de bajo grado. El riesgo anual fue del 0,51 por ciento, comparado con el 0,10 por ciento en personas sin displasia. Sólo 197 (el 7,6 por ciento) de los 2.602 adenocarcinomas diagnosticados durante el estudio tenían esófago de Barrett.
"El riesgo de que los pacientes con esófago de Barrett desarrollen adenocarcinoma esofágico es tan bajo que, ante la ausencia de una displasia, la vigilancia de esos pacientes es de dudoso valor clínico", concluyó el equipo.
Pero si el examen endoscópico inicial revela una displasia de bajo grado, la posibilidad de tener una displasia de alto grado en la siguiente consulta aumenta 4,7 veces, mientras que el riesgo de desarrollar una displasia de alto grado o de adenocarcinoma es 5,1 veces superior.
Los hombres son tres veces más propensos que las mujeres a desarrollar un tumor.
FUENTE: New England Journal of Medicine, octubre del 2011