Por Evangelina Himitian
El duro momento de encarar la verdad
En la sala de partos todo era alegría. La partera gritó la hora, felicitó a Rocío y le acercó a la beba para que le diera un beso. El padre estaba feliz y, afuera, la familia abrió un champagne. Pero cuando la flamante madre vio a su hija se le vino el mundo abajo. Era perfecta. Era lindísima..., pero tenía la cara de su ex.
Historias como éstas son cada vez más frecuentes: parejas que atraviesan los nueve meses sin saber quién es el padre y que para determinarlo recurren a un estudio de ADN, ya sea durante el embarazo o inmediatamente después del parto. Las consultas de este tipo crecieron en forma exponencial en los últimos cinco años, según afirmaron a LA NACION responsables de centros en los que se realizan estudios genéticos.
En la Sociedad Argentina de Genética Forense hay 18 laboratorios habilitados para este tipo de pruebas, de los cuales diez realizan el estudio prenatal. "Hace una década hacíamos cinco estudios prenatales al año. Hoy, más de 200. Y tenemos tres consultas diarias. Representan el 10 por ciento de la totalidad de estudios de ADN", explica Eduardo Raimondi, a cargo del Pricai, el centro de estudios genéticos de la Fundación Favaloro.
Los estudios de paternidad no son una rareza. "Hoy, la estadística indica que de cada diez niños que nacen hay uno o dos que no son hijos biológicos de sus padres legales", afirma Viviana Bernath, miembro de la Sociedad Argentina de Genética Forense, directora del laboratorio Genda, por el que cada mes pasan entre cuatro y cinco embarazadas.
Los riesgos para el bebe
"También creció en los últimos tiempos la cantidad de estudios de paternidad que se realizan a bebes durante el primer año de vida. Son mujeres que por alguna razón, tal vez por el riesgo que implica el estudio durante el embarazo, prefieren esperar hasta el nacimiento para realizarlo", dice la doctora Bernath, que en noviembre último publicó el libro ADN, el detector de mentiras .
Existen dos tipo de estudios que se utilizan para realizar la prueba de paternidad prenatal. El primero es el de vellosidades coriales, que implica una punción entre las semanas 12 y 13 del embarazo. El otro estudio se hace tomando una muestra de líquido amniótico, a partir de la semana 16. Para todos los casos, se requiere que se presente la madre y el padre presunto.
Dependiendo del laboratorio, los resultados se pueden obtener en una semana, la versión rápida, o en un mes. Cuestan entre 2000 y 4000 pesos.
"Las madres deben saber que el estudio prenatal implica un riesgo para el bebe, que es mínimo, del 0,5%, pero que existe", explica Primarosa Chieri, directora del laboratorio Primagen, el primero en el país en realizar este tipo de estudios. Significa que uno de cada 200 embarazos sometidos a esta prueba se pierde.
El estudio de paternidad luego del nacimiento se realiza mediante un hisopado bucal y hay que hacerles muestras a la madre, al padre y al bebe.
Existen kits para tomar las muestras en casa, pero los laboratorios no los recomiendan, ya que en ese caso, el estudio pierde la validez de prueba legal. Este estudio cuesta entre 1500 y 3000 pesos, dependiendo de la rapidez.
Más accesibles
"No se debe caer en el error de apuntar entre las causas de este crecimiento de las consultas a una mayor promiscuidad. Esto es histórico; la diferencia es que ahora es posible y más accesible saber a ciencia cierta la paternidad", apunta Chieri.
El perfil que más caracteriza este tipo de consultas en Primagen es el de las mujeres que atravesaron un cambio de pareja y en ese transcurso quedaron embarazadas. También en otros laboratorios indican que son frecuentes las consultas de hombres que tuvieron relaciones sexuales con una mujer que conocieron y con la que salieron un par de veces, pero que quieren estar seguros de ser los padres de ese bebe que viene en camino.
También es clásica la consulta de mujeres que concurren con su amante. Ante la noticia del embarazo, quieren estar seguras de que es hijo de su marido antes de hacer el anuncio.
"En el hall del laboratorio se ve de todo. Desde las parejas que se sienten felices y aliviadas al ver el resultado de los exámenes hasta los que se descolocan, lloran o gritan. No hay mentira que se resista a una prueba de ADN", concluye Bernath.
Historias de dudas, certezas a medias y esperas angustiosas
Los dramáticos casos de dos parejas que debieron recurrir a los exámenes genéticos
Rocío descubrió que estaba embarazada en plena crisis: después de dos años la relación con Damián se había deteriorado y había ido cobrando protagonismo Pablo, su novio de toda la vida, de quien se había enamorado a los 16. Decidió volver con él y al poco tiempo descubrió que estaba embarazada. Pablo entró en pánico. Le dijo que la amaba pero que no podía soportar la idea de que el bebe fuera de otro. Le sugirió volver con Damián y desapareció de su vida.
Rocío habló del tema con su ginecólogo y al analizar las fechas del embarazo concluyeron que el bebe era de Damián. Entonces, decidió volver con él, no sin antes poner sobre la mesa todas las cartas: le dijo que no estaba segura de que el hijo fuera de él, pero que era lo más probable. Damián lo aceptó y se mudaron otra vez juntos.
Pintaron la casa, le hicieron el cuarto a la beba, que se dejó ver en la segunda ecografía, y juntos decidieron llamarla Mercedes.
Pero durante el embarazo la relación no mejoró. "Por momentos, sentía que mi vida se me había ido de las manos. Iba a tener un hijo con la persona que no amaba. Damián estaba tan seguro de que la beba era suya y las fechas daban, así que yo dejé de dudar", cuenta Rocío.
Cuando llegó el momento del nacimiento, la familia de él estaba muy emocionada, fue todo un revuelo la llegada de la primera nieta. Pero cuando Rocío tuvo en brazos a la beba, sintió una puntada en el pecho. Había algo que no podía fallar: Damián es rubio y Pablo, morocho. Y Mercedes era morocha y el vivo retrato de Pablo.
Cuando la alegría de las visitas se calmó un poco, Rocío le confesó su angustia a su madre: "¿Estoy loca o es igual a Pablo?". "¡Ay, menos mal que lo decís, sí, es igual!", le respondió.
Lo que siguió fueron momentos muy difíciles: planteárselo a Damián y a la familia. Anotar a la beba con el nombre que habían elegido juntos, pero con el apellido de ella... Hacerse la prueba de ADN y esperar el resultado.
Fueron a buscarlo juntos al laboratorio y les dieron dos sobres: uno para ella y otro para él. Caminaron por el largo pasillo hacia la salida, con la convicción de que ése era un momento definitorio. Se sentaron en una escalera y leyeron juntos el resultado del sobre de Damián: "Compatibilidad: cero por ciento". Significaba que Mercedes no era hija suya.
Subieron al auto y los dos lloraron por veinte minutos. Habían vivido el momento más triste. "Estábamos sentados ahí, sin saber qué hacer y entonces vi pasar en bicicleta al hermano de Pablo. Rarísimo, pero fue como un mensaje de «dale, animate, que viene algo bueno para vos». Lo bueno era que Mercedes era hija del hombre que amaba, mi vida empezaba a recomponerse. Lo malo, que no había vivido con él el embarazo y el vacío que sentía Damián", recuerda Rocío.
Mariano estaba solo desde hacía varios meses. Una amiga le ofreció presentarle a la prima de su novio. Salieron los cuatro y después, salieron solos. Se vieron un par de veces, hubo buena onda, pero no amor. A ella le pasó lo mismo. Después, no se vieron más. Pasaron más de dos meses. Entonces, ella volvió a llamarlo, le pidió de encontrarse y ante las evasivas de él, se lo confesó por teléfono:
"-Estoy embarazada y es tuyo.
-¡¿Qué?!
-Eso, que estoy embarazada.
-¿Pero estás segura?
-Sí, acá tengo el resultado.
-No, digo, de que es mío..."
Se hizo un profundo silencio. Por más que la pregunta fuera horrible, también era lógica, ya que Paula y Mariano no eran nada. Habían salido, habían tenido relaciones y habían dejado de verse sin más explicaciones.
El panorama para Mariano se volvió negro. Tuvo una conversación con su hermano, que le habló de las pruebas de ADN prenatal. Se lo propuso a Paula, pero ella le explicó que prefería esperar al nacimiento, por temor a los riesgos.
"Mirá, si te hacés cargo y no es tuyo, vas a sufrir, pero a la larga lo vas a superar. Ahora, si no te hacés cargo, y después resulta que es tuyo, no te vas a perdonar en la vida no haber vivido como padre este embarazo", le dijo su hermano.
Entonces, Mariano decidió afrontar el riesgo. Acompañó el embarazo, se emocionó con cada ecografía, compró escarpines y batitas. Cada vez que compraba algo, se preguntaba qué pasaría si el bebe no era suyo. Con esa duda íntima estuvo el día del nacimiento en la clínica. Pero para él, el verdadero parto fue el día del análisis de ADN, dos semanas después: era hijo suyo. Cuando leyó el resultado, lloró como un chico.