Por Pablo Tomino
"Atención, base centro, diríjase al Ministerio de Economía, sobre la avenida Paseo Colón, que hay una mujer en la calle con código rojo. ¿Me copió?" La voz que devuelve la señal del radiotransmisor interrumpe el brevísimo descanso del médico y del chofer de la ambulancia. El vértigo dispara la adrenalina. Las sirenas se encienden; el vehículo salta de la vereda a la calle, en Carlos Pellegrini y Diagonal Norte, y comienza a zigzaguear entre autos, motos y peatones. Va en camino a socorrer a una señora que fue víctima de un intento de robo a metros de la Casa Rosada. La mujer, de unos 55 años, se había resistido al asalto. Y fue empujada con tanta fuerza que terminó en el piso, inmóvil, con una "posible" fractura de cadera.
Este es uno de los casi 800 casos que el Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) responde por día en la ciudad. Cada un minuto y 55 segundos acude a una urgencia. Durante un día, LA NACION acompañó a las ambulancias para contar cómo funciona este servicio gratuito, solventado por la Ciudad, que el año pasado recibió un promedio de 2500 llamadas por día al número 107, mientras que cubrió 261.067 asistencias de personas accidentadas, descompuestas, golpeadas, infartadas y hasta pacientes con problemas psiquiátricos.
El AUXILIO
Desde la base centro del SAME, en el microcentro, hasta el Ministerio de Economía, la ambulancia que va en auxilio de la mujer tarda dos minutos en hacer unas diez cuadras. Y otros tres minutos, hasta arribar en el hospital Argerich, en La Boca. En el camino, deber sortear cinco semáforos en rojo y lidiar con la falta de sentido común del conductor porteño: se demora ante los vehículos, que, pese a las bulliciosas sirenas, se resisten a abrirse paso y dejar el camino libre. "Esto es increíble, mirá, mirá... algunos te dejan pasar, pero a otros a veces les tenés que tirar el móvil encima para que se despierten", dice José María Pini, un experimentado chofer de ambulancia, de 69 años, y que cumplió 45 abriles en esta actividad por las transitadas calles porteñas. "Antes el tráfico era mucho menor y la gente respetaba más a las ambulancias. Ahora es un caos. Todos se te cruzan; los peatones son los peores", dice Pini, hoy detrás del volante de la camioneta de apoyo del SAME en la que LA NACION acompañó a las ambulancias.
Ya en el hospital Argerich, la dolorida mujer es empujada por camilleros a la sala de guardia en cuestión de segundos. Más tarde, se confirmaría el diagnóstico: un traumatismo severo de cadera que terminó en una derivación para realizar otros estudios.
LA FLOTA
El SAME funciona con un presupuesto anual de siete millones de pesos sólo en la reposición de insumos. Tiene una flota de 135 ambulancias -dos de altísima complejidad y dos equipadas para las catástrofes-, todas circulando. En 2011, sólo una sufrió un choque. Además, cuenta con dos helicópteros, bautizados Patoruzito y Superhijitus, que la empresa Módena le cedió a préstamo, sin cargo. Esas máquinas actuaron en la última tragedia del 13 de septiembre pasado, cuando un tren de la línea San Martín arrolló a un colectivo que cruzó con la barrera baja y hubo 11 muertos. Precisamente, el chofer de una de las formaciones que le salvaron la vida fue trasladado en un helicóptero que aterrizó frente a la plaza Flores.
¿HOLA, CON EL 107?
La base central del SAME concentra las llamadas al número 107. Las operadoras, capacitadas también para dar consejos médicos frente a un paciente en estado crítico, derivan las ambulancias de acuerdo con la cercanía con las 19 postas estratégicamente ubicadas en la ciudad. Entre que ingresa una llamada y asiste la ambulancia al lugar, se tarda, en promedio, unos 20 minutos, según las autoridades del SAME. El reclamo porteño, en cambio, sostiene que en algunos casos la demora es mayor. "Lo que ocurre es que cuando la gente llama al 911 y no al 107, la derivación de la llamada demora mucho más la cuestión", confía un operador que pidió la reserva de su nombre. El 80 por ciento de las llamadas son de código rojo, esto es riesgo de vida inminente. Y es el único momento en que la ambulancia tiene permitido encender las sirenas.
Otro dato increíble: gracias a iluminados bromistas, un 8% de las asistencias del SAME en el lugar son falsas urgencias. Y no pueden ser rastreadas porque lo hacen desde teléfonos públicos.
AL HOSPITAL, NO
"No, no, dejame acá... yo te firmo lo que quieras, pero al hospital no voy. Ni loco, ahí me vienen a buscar", le decía un hombre de 58 años al médico del SAME que acudió en su ayuda en Sarmiento al 2300, en la zona de Congreso. Había sufrido un desmayo y tenía dolores en el tórax, cuando el dueño de una cochera comercial llamó al 107. "Disculpe, señor, tiene que hacer ya un electrocardiograma, lo trasladamos enseguida al Ramos Mejía", le insistió el médico. No había manera de torcer su voluntad. Allí esperó diez minutos, hasta que su mujer llegó y lo acompañó a un centro médico de su prepaga.
HAY 2000 MÉDICOS
El SAME tiene 1000 empleados, entre choferes, administrativos y operarios, y unos 2000 médicos que trabajan en turnos rotativos durante las 24 horas. Atienden a pacientes en la vía pública y también en domicilios. A los que tiene servicio de prepaga u obras sociales, luego se lo facturan. Los emergentólogos se jactan de tener una tasa muy baja de pacientes muertos en el lugar del auxilio: 0,004 por ciento.
DIOS, EN CABALLITO
Médicos y choferes -estos últimos deben sortear un curso especial de manejo para subirse a una ambulancia- almuerzan o cenan siempre al paso. Y el radiotransmisor no da tregua. "Atento, base cinco, ¿me copia? Acuda urgente a la estación de trenes de Caballito. Hay una persona desnuda, con un delirio místico. Se cree Dios." Fin de la cena. Hacia allí parte la última ambulancia.